Contactanos

lospalabristas@hotmail.com

domingo, 29 de agosto de 2010





Copyright © 2007
                     
Poemas o microficciones !!!!
                                       Lic. Federico Spoliansky


Un beso dividido en ocho versos es definitivo, no hay retroceso, es un beso escrito, marca el paso un timonel. No fue sólo un beso dividido el que no retrocedió, no retrocedió el hastío en la selva ecuatorial, tampoco una estampida de tortugas bajo el sol.

Trazo recorridos: la derecha es el camino de mis dedos y en las piernas puestas una sobre la otra está América, el continente del que no hablo.

El anonimato de los elefantes, de un viejo pintor, de una cachetada, ha sido una vida de íconos sin dios. Así de anónima apareció su mirada bajo la lámpara de querosén, los campos de girasol en las patillas, la expresión de tristeza irreparable, la infinita paciencia.

Siempre hay algo encerrado en la boca, tres patos pasan a caballo por donde camino y yo encierro con mi cámara la mirada de un mono, la piedra que le cae encima.                   ________________

                           Viginia Woolf.

 

 

Ilustrador: Antonio Lorente Navarro



                               Texto X del libro Vencidos
                                        De Melody Geraldine
         
El tránsito invade la habitación. Me invade el cuerpo débil, cansado, enfermo del horror. Y el sol penetra como queriendo derretirnos -con la misma furia del infierno- nosotros aquí pagamos. La miseria de quién, el pecado de quién. Nada es de nadie. Y yo ya no puedo llorar, ya no siento. Sólo siento alguna cosa, el aroma del café de la mañana quizá. Pero luego el aroma del humo que se expande hacia la demencia se detiene hundido en mi garganta y resucito, recuerdo, que ya no puedo sentir nada. Y debo recordar, una y otra vez, cuántos años estudié para llegar. Enclaustrado como un preso sin recuerdos, doblemente preso. Qué puedo hacer, si ya no me importan, me dan pena. Qué, qué puedo hacer si ya no puedo llorar. ¿Porqué? Porque si acaso me dignara a hacerlo, terminaría ahí, en el fondo, como ellos.
Estas infantas uniformadas no comprenden la enfermedad, no. Yo sí, yo estoy adentro y me sacrifico o acaso no es así. Yo vivo en el pantano y el barro no me toca.
Escucho a Javier que me mira, que está ahí sentado y me habla y es ausencia, y pienso en Juana, la pobre Juana, no tiene arreglo. Ya nadie la escucha. Nadie la visita ni la recuerda. Por eso va y se desnuda y camina desnuda a la noche por los pasillos. Juana, la abuela Juana, logró que todos se acuerden de ella antes de irse a dormir.
Para mí la locura solía ser aquello oculto, vedado, aquello desconocido, insondable. Y lo desconocido era la libertad. Alguna forma de la libertad. Con el tiempo aprendí, que lo desconocido es la muerte o la libertad. Y yo sigo vivo y no puedo llorar.
El tránsito suena adentro. Me dan pena los de afuera, me dan pena. Javier López habla y habla, y por momentos no habla sólo me mira y se queda callado y no puede, nada. Yo le digo que no importa, que diga lo que quiera y que si no quiere hablar que no hable, que desde el silencio también se habla. Pero yo sólo escucho el ruido de los autos afuera, y el sol me aturde y mi alma grita, adormecida, que no debería escucharse nada desde acá adentro, que esto es el colmo del colmo de todo, esto está más abajo que el infierno, más sucio que el pantano, las paredes como escombros, los baños olvidados, las enfermeras que no entienden siquiera el mundo de allá fuera, apenas burócratas anticipadas de la parca. Y la mesa, donde apoyo mis papeles y mis notas que no sirven, donde se instalan mis manos y por momentos las suyas, la veo arañada, atravesada –allí donde se escriben las respuestas- por las sombras de las rejas, las rejas de la ventana por la que entra el sol y el ruido. Como si fuera el preso de algún sueño.
Y yo debería haberme ido de este lugar, debería, antes de perder a Silvina, debería, antes de perderlo todo. Pero hace ya demasiados años de eso. Ahora estoy aquí, y Javier López habla y habla, con el sonido de su voz subterránea, mientras me mira y me atraviesa con sus ojos perdidos y el color de su piel muerta.
Años entre estos pasillos, viendo el sol filtrarse por las rejas de las ventanas, las sombras siempre arañándolo todo. Como si estos hombres fueran carne quemada al sol y no, no, quedan crudos bajo el sol que apenas entra y los rasguña. Entre barrotes. Ellos, acá, no tienen opción. Yo sí, yo vengo y los escucho. Y los medico, un poco, los alivio. Pero ya no sé qué puedo sentir. Mis sueños se repiten, sólo siento el peso de mi cuerpo débil y cansado, mi mente que pesa como un calvario. La voz de Javier allá profunda, el calvario que me aplasta, y el aroma del café de las mañanas de las que reniego, ya no lo siento.
Allá en la pared un cuadro de Toulouse que colgué alguna vez. Miro nuestras manos en la mesa entre barrotes, los ojos perdidos, las piernas festivas de esas mujeres en la pintura, allá en otro siglo, en otro destino.
Cuántos muertos habrán mirado esas piernas.
Y pensar que algunas de estas personas están acá dentro hace veinte, treinta, cuarenta años. Casi tantos años como yo. Acaso no fueron salvadas ¿Por qué? Cumplen la pena eterna de no tener cielo, cumplo yo la pena, el castigo, de ser yo quien los salva, de la nada hacia la nada. Los acompaño en la espera, en la espera de qué. De la nada hacia la nada. Por eso los drogo, me drogo, para borrarnos el pasado.
Es verdad que alguna vez creí que con el solo entusiasmo se podía curar. Con inteligencia y esfuerzo. A quién, ya no sé, ya no recuerdo. Tampoco se de dónde venía mi entusiasmo.
El sol penetra mi martirio, la voz subterránea, los ojos muertos de Javier. Yo le pido que me disculpe, que voy a cambiar de lapicera -porque algo estuve escribiendo todo este tiempo, qué, ya no sé, algo que a nadie le importa sobre las palabras estériles del pobre Javier- porque los papeles marcados sobre la mesa se llevaron sus restos y abro el cajón, veo el retrato de mis hijas, y le pido una vez más que me disculpe un momento, mientras agarro otra lapicera, y contemplo a mis hijas, tan lindas, tan, tan lejos ya. Y vuelvo a escribir, anoto mientras él habla y habla y titubea y no dice nada y una ráfaga de aire o viento entra por la ventana, con el ruido y el sol, y vuela una de mis hojas, y me da miedo, esta vez, que Javier lea alguna palabra de las que dicen mis hojas. Y pienso en Juana, una vez más, la pobre Juana, a veces pienso que quizá sea la única que haya sido salvada en este lugar. Una mujer sola, abandonada, que se desnuda para existir. Que todavía quiere luchar contra el destino. Y yo todavía no siento nada y no puedo llorar, y tengo miedo de que Javier lea lo que escribo y ni siquiera recuerdo, lo que no escribo, entonces decido ir al suelo a buscar palabras sin sentido que se arrastran y me arrastran y las sujeto. Y entonces miro sus ojos, la pura ausencia, escucho que habla, sin sentido, la carne cruda, los ojos y pienso: pobre infeliz, no tiene arreglo.


Melody Geraldine nació en Buenos Aires el 18 de marzo de 1987. Desde chica se interesó por la literatura como otro modo de ver y entender la realidad; de trascenderla. Cursó estudios de Letras en la Universidad del Salvador, Dirección de cine en la escuela Cievyc, y realizó un breve paso por la Universidad de Buenos Aires. En la actualidad se considera autodidacta. Acaba de publicar su primer libro de relatos cortos “Vencidos”, por editorial El Reino. Al momento se encuentra escribiendo su segundo libro de relatos. 


El libro circular en miniatura – 1480

Esta obra de arte es una pieza literaria y viceversa, quizás también uno de los primeros libros de bolsillo de la historia. El Codex Rotundus fue creado en 1480, tiene 9 centímetros de diámetro y un total de 266 páginas entre ellas, hermosas ilustraciones pintadas a mano. El libro se cierra con tres broches, cada uno es diferente y representan letras del alfabeto de diseño gótico.


Hay alegrías…
Cristian Vladimir Miranda Parada, (Chile)


Hay alegrías que vienen en frasco chico
con aroma a nostalgias indestructibles y suaves
suaves como la caricia de un beso inclaudicable
que resbala de un labio inapreciable, rojo
muy rojo, como mis adentros, cual todos mis incendios.

Hay otras que aparecen ataviadas de un adiós incomparable
como surgidas de todos los trenes que no he vivido
alegrías quedas, floreciendo en estaciones ya sin tiempo.

Hay alegrías que valen una hija en plena travesura hacia tu alma.

Las hay también aquellas que sonríen orgasmos tras tu almohada
y arrancan lágrimas en un golpe de dicha.

Hay alegrías que quisieras atrapar para siempre
cual niño contemplando su juguete más anhelado.

Hay alegrías que robasteis de otros a los que amas y las haces tuyas
en un permiso que sólo tú entiendes.

Hay alegrías que te hubiese gustado vivir pero no viviste
y transas con tus sueños la sensible tarea de arrancárselas a la vida.

Hay alegrías a las que debes todos tus sueños
y quisieras repartirlas como panes y besos
en todas las mesas a las que te han invitado generosamente.

Hay alegrías que te han sanado de dolores ya olvidados
y con las cuales conversas de amanecida en ciertas soledades
de tu geografía.

Hay alegrías que valen amigos, hermanos, luchas, sacrificios, incomprensiones.

Hay alegrías efímeras y profundas que se han convertido en tu música, tus colores, tu historia.
Las hay profanas e irreverentes, inconfesables, que guardas como un secreto en tu alma aún de niño.

Hay alegrías que te han regalado gentes desconocidas, en lugares ya extraviados, cuando te creías perdido de ti mismo.

Hay alegrías que sabes que no terminaras nunca de agradecer
aún cuando vivieras mil años.

Hay otras que has sabido agradecer en el instante justo y que te hacen sentir que fuiste sabio.

Hay alegrías del ahora y del mañana a las cuales no piensas ni quieres renunciar.

Hay alegrías con nombres, aromas y lugares, melodías y letras
con historias reales y ficticias, con llantos y sonrisas.

Hay alegrías, todos lo sabemos, todos las recordamos y las olvidamos
las eternizamos, las sacrificamos, nos tornan generosos o egoístas
pecadores o santos, pero en fin las hay…quizás por eso no nos renunciamos.









 Contrastes
Mónica Caruso (Argentina)

El pensamiento no cubre la escarcha
El alba sus ocasos conoce
Incoherencias que alternan y varían
Saturno devora sus entrañas
Su tendencia hostil que tiraniza
En caprichos que Goya ha dibujado
El cuerpo lucha con el alma
Un knouk out entre Dionisio y Apolo
Narciso no besa a Eco
Su inmenso amor no lo redime
En un desgarrador grito que no escucha
Sus ojos han tapado sus oídos.



                                        Óleo: Dancing Shoes (Detalle) - Helene Schjerfbeck (1882)



  
Sueño (Jeniffer Moore)
Nos soñé entre los mangles
en la tarde de lluvia.
Nos soñé abrazados
hacia el mar que ondulaba
con el ritmo que tú haces
nacer en mis caderas.
Y mi falda mojada
y tus cálidas manos.
Silbaba una canción el viento.
Las aguas restregaban
su lomo en las orillas.
Y no había en el mundo
otros dos, semejantes.


Reseña biográfica de Jeniffer Moore
JENIFFER MOORE (1958) Escritora argentino-estadounidense, nacida en Justiniano Posse, Córdoba, Argentina. Trabajadora Social y docente graduada en la Universidad de Buenos Aires. Autora de investigaciones sociales en el ámbito de la Salud Pública, expuestas y publicadas en Congresos científicos realizados en Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Bolivia, Costa Rica, Cuba y República Dominicana.

Escribe poesía desde la niñez aunque comenzó a publicarla a principios del 2000, en la versión digital del periódico argentino La Nación, y en diversos Foros y Revistas Literarias de la web y en las redes sociales de Facebook, Twiter, Sonico, Wordpress y Blogger.
Publicó en papel el Poemario Escritos de Amor y otras Soledades en el Taller del Poeta, Pontevedra, España (2005) y Poesía de Jeniffer Moore en Editorial Pelicano de Miami (2011).
Participó en Antologías poéticas publicadas en Argentina y Estados Unidos.
Prologó los libros Luna de Noviembre (2002), de la poeta argentina Fanny Garbini Tellez, Oriola, Cuestión de Tiempo (2004), del poeta español Juan José Sánchez Bellido, Entre Cuentos y Poesías (2008), del poeta cubano americano Pedro Pablo Santiesteban y Trasgresor de Sombras (2011), del poeta peruano Javier Villegas Fernández.
Recibió segundo premio en poesía en el II Concurso Internacional de Poesía El Mundo lleva Alas, de la Editorial Voces De Hoy en la ciudad de Miami, USA (2010).

Actualmente reside en Miami y se desempeña en el campo de la Salud, continuando su labor privada como escritora, prologuista y correctora de estilo







Libros siameses – Siglo 16

El experto en libros antiguos Erik Kwakkel llama a este tipo de creativas obras literarias ‘Libros siameses’ tomando como referencia la palabra francesa dos-à-dos binding, que podríamos traducir como espalda con espalda y que caracteriza a las obras literarias que están separadas por su contenido pero este está relacionado, ya sea por el concepto o por la historia. Fueron muy populares entre los siglos 16 y 17 y a día de hoy aún podemos ver, muy de vez en cuando, alguna publicación inspirada en este original diseño.

 

Olvido y fuga
Asmara Gay
1
Ella abre la boca,
silencio,
olvida que la memoria escapó
en la fuga de los pies pequeños.

2
Olvido y fuga,
le digo a la sombra,
olvido y fuga
esta noche doblada por el viento.

3
sombra de sombras bulliciosas
sombra de sombras sobre la columna
herrumbrosa de la memoria

4
Esta noche
la sombra y yo
iremos al pozo del pensamiento

5
que nada tiene
mas que esquirlas verdes
estelas sin nombres
sin perfume
sin pasos

6
Mis pasos, sus pasos,
sus ojos, mis ojos,
se encuentran en un rato sereno.

7
Pero no puede hablar, dejó la voz colgada en un grito. Un instante solo, un instante de pies pequeños, donde la clara oscuridad es tan confusa como los sentimientos de aquellos ojos. Todo o nada, dice la niña. Todo o nada se ha perdido en décadas de sueño.

8
ella camina lento
ella un misterio verde
ella espiral de barcos echando raíces

9
ella y yo
yo en ella
miedo de las dos
camino del espejo

10
Dejemos el pensamiento y la memoria, dejemos el instante y los pasos pequeños, ya no seré lo que fuimos. Mi pie es un ancla sin peso.






           Óleo:Frederic Leighton (English painter, sculptor, illustrator & writer) 1830 - 1896



Esperanza (Cuento infantil)
María Silvina Sala De: General Acha La Pampa (Docente)

        Era una casa común, en la que vivía una familia como la tuya o como la mía, ese día estaban festejando el cumpleaños de Francisco, el hijo menor, de repente sonó el timbre.
Francisco dijo _Yo atiendo, yo atiendo_ Enseguida entró la abuela con un gran paquete cantando el feliz cumpleaños, se lo entregó y le dijo_ Rompé el papel, pero con cuidado…lo que está adentro es muy delicado_ al abrirlo Francisco se encontró con una jaula y al mirar en su interior, descubrió un precioso canario.
_ ¡Abuela! ¡Un Canario!_ La abuela lo miró con esa dulzura que solamente ellas tienen en sus ojos y le dijo:

_Sí Francisco, pero te aseguro que no es un canario común, éste es muy especial, si querés te cuento la historia._ Al niño se le iluminó la cara, sabía que su abuela contaba las mejores historias que él había escuchado, salió corriendo del comedor a buscar a sus amigos y comenzó a gritar: _¡Chicos! ¡ vengan! La abuela nos va a contar una historia_ Los chicos rodearon a la abuela y se sentaron en piso, Francisco buscó la jaula y la puso a su lado.
Entonces, la Abuela, con la voz temblorosa y dulce comenzó a decirles_ Esto que voy a contarles, es una historia verídica ¿Saben qué quiere decir eso?_ Juancito, un compañerito de Francisco se apuró a responder _¡Sí! Que se la contó doña Verídica, la viejita de la otra cuadra_ Todos se largaron a reír_ ¿De qué se ríen?._ preguntó muy serio, Anita, le contó que esa señora que él decía se llamaba Venita y que no tenía nada que ver con lo que preguntaba la abuela.
Francisco, tratando de ponerse serio le preguntó a su abuela _Verídica es parecida a verdad ¿no?
_¡Muy bien! Verídica viene de verdad y quiere decir que la historia que les voy a contar, pasó realmente._ Allí estallaron las preguntas_ ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿A quién?_ La abuela hacía señas con las manos como parando la lluvia de preguntas._¡Esperen! ¡Esperen! Comencemos por el principio… hace algunos años, el papá de Francisco me regaló una parejita de canarios, como yo no tengo niños, eran para mi la compañía, la alegría del hogar, ellos eran como mis niños y como todos los chicos tienen derecho a tener un nombre, les di uno… a ella que era amarilla, hermosa, brillante, le puse “Estrellita” y a él, que era fuerte y elegante, lo llamé “Trueno”_ A francisco le encantó el comienzo de la historia _ ¡Qué bonitos nombres abu!
_ La abuela continuó_ Con el tiempo crecieron y tuvieron pichones, porque ustedes saben que los canarios son seres vivos y como tal, nacen, crecen, tienen hijitos y si todo va bien, cuando son viejitos mueren._ Juancito dijo_ Sí, eso aprendimos esta semana en la escuela_
_¡Qué bueno!, Estrellita y Trueno, tuvieron pichones, y como la familia ya era más grande, les hice una jaula más amplia, con hamacas, lugar para el comedero y mucho espacio para que los pequeños jugaran._ Los chicos que como todos ellos siempre tienen algo para decir, cortaban todo el tiempo el relato haciéndolo más rico.

_¡ Como nosotros! Que tenemos un patio grande con hamacas.
_¡Nosotros no!, somos muchos, pero mi mamá nos lleva casi todos los días a la plaza porque dice que los chicos tenemos derecho a jugar.
_ ¡Claro! Tu mamá tiene razón_ dijo la abuela_. Bueno, sigo con mi historia porque esto no termina aquí., resulta que este año, Estrellita y Trueno, volvieron a tener a pichones, otros cinco, entonces los cambié de jaula para proteger a los pequeños de sus hermanos mayores, tenía miedo que los lastimaran. Una noche, escuché ruidos en el patio, pero no me di cuenta de lo que estaba pasando, cuando me levanté al otro día descubrí que Estrellita y Trueno ya no estaban en la jaula. Muchas pisadas a su alrededor me confirmaron algo terrible… ¡Los habían robado!
_ ¡Abu! ¿Y los pichones?_ Preguntó Francisco acongojado _ estaban en el nido, con mucho frío y hambre.

Juancito dijo _ ¡Hay! ¡Qué susto! Creí que se los habían robado a ellos también. ¿Qué hiciste? Los abrigaste y les diste de comer ¿no?
_ Ojalá hubiera sido tan fácil Juancito, los pichones de canario no son como los perritos que si no está la mamá les das una mamadera con leche y ¡listo! Ellos son muy pero muy chiquitos, tanto… que no se los puede alimentar, lo intenté, quise darles de comer, pero no pude._ Los chicos con los ojos grandotes le preguntaron a la abuela qué había hecho y ella con la voz muy bajita para proteger el misterio, comenzó a decir:

_Tomé a uno de los cinco pichones y se lo puse a otra pareja de canarios, pero no vivió. Entonces, como última medida y desconfiando mucho, los metí en su nido dentro de la jaula de sus hermanos mayores._ Francisco dio un grito y muy preocupado dijo:
_¡No! Abuela, ¡Qué macana te mandaste! ¡Los van a matar!
_Eso pensaba yo… pero era la última esperanza para los pichones. Ante mi gran asombro, los hermanos mayores comenzaron a cercarse lentamente y con mucho cuidado al nido, de pronto, el más grande de los canarios se metió dentro y los otros empezaron a viajar al comedero trayendo alimento en sus piquitos para alimentar a sus hermanitos, desde ese día los cuidaron y alimentaron hasta que pudieron valerse por si mismos.
Juancito preguntó _ ¿por qué el más grande se metió al nido?_
_ ¡Para darles calor! Es como si en su interior hubiera tenido un gran calefactor, el amor._ Los chicos comenzaron a pensar, a poner caras de serios y Francisco fue el primero en hablar_¡Abu! ¡Qué importante es tener una familia que te quiera!
_¡Claro que sí! Y ese, es otro derecho que tienen los chicos._ Dijo la abuela sonriendo.
Este, no es un canario cualquiera, es uno de los pichones a los que sus hermanos con tanto amor cuidaron y alimentaron salvándolo de la muerte, él necesita una familia que lo quiera y nombre, como yo sé que vos sos capaz de darle las dos cosas, te lo traje, ¿Te animás Francisco?_ Al niño se le llenaron los ojos de lágrimas y se lanzó a los brazos de su abuela _¡Claro! ¡Gracias Abuela! Voy a darle un nombre cargado de cariño, ya que es lo que deseo que ningún chico del mundo pierda, voy a llamarlo “Esperanza”, así podremos pensar en construir un mundo mejor_ La abuela abrazó a su nieto pero también recibió abrazos de los otros chicos que tomaron a Esperanza en sus brazos y salieron a andar por las calles mirando la vida de otra manera.
Nahir.


 Óleo: Peace! - Fyodor Pavlovich Reshetnikov (1906-1988)




                                          Andres Ojeda
          Sentado observando como muere lentamente la tarde los pensamientos danzan con los recuerdos, los suspiros se hacen más lentos y pausados, en mis ojos brilla la nostalgia más no la tristeza, viajo a ese pasado momentos que caminabas junto a mí, no existe el rencor para ti en mi corazón, no me arrepiento de todo lo que vivimos, ahora no sé dónde estarás, esa fue tu decisión tengo que aceptarla, te alejaste en un adiós pactado por el silencio, en tardes como esta recuerdo esas noches de silencio, fría como hielo pero en tus brazos eran como una dulce hoguera que abrigaba mi alma solitaria.
Tu compañera de aquel camino cubierto de sombras, con tu mirada alejabas mis problemas mi tormenta en un vaso de agua, quien como tú para mostrarme más allá de mis ojos, aprendí a ver más allá de mi horizonte, a no creerme un pez en una pecera que cree que ese es el mar, sé que fue una ilusión efímera, sueño de una noche de invierno que vaga en la soledad de la ausencia, aun así no me arrepiento de aquellos momentos , esas noches descubrir tu calidad piel, conocer tu silueta navegando en el deseo de esas noches de éxtasis, mis labios en los tuyos danzaron en la pasión, no queda más que ausencia y nostalgia.
Fuiste poesía que no se escribió, dulce melodía que nadie danzo, brisa que se alejó en una noche de tormenta, susurro que le canto al silencio, fue un beso en el silencio de un corazón solitario, donde estará no lo sé, tal vez soñando con esa noches de invierno, en mis sueños siento tu voz en el silencio de mis ilusiones, despierto de ese sueño en la ausencia de tu imagen.
Bajo la luz de la luna comprendí que esa noche sería la última, esa caricia era una despedida a lo vivido, un beso sello aquel adiós en el silencio de esa noche fría, ahora no queda más que besos invisibles cubiertos de niebla, ilusión efímera que engaña al corazón, caricias de mar profundo, mirada llena de pasado, labios sellados por el silencio, sonrisa como despedida a la ausencia, aun así no me arrepiento de lo vivido contigo.



Óleo<. Jules Girardet (French painter) 1856 - 1946
A Distraction from Studies, s.d.oil on canvas

NO ABRAS LOS OJOS.  Por: Pedro Pujante (Madrid)

Por una mirada un mundo (…)
Ismael comenzó a sentir el rumor en los ojos ya desde muy niño. Casi con cinco años. Sus padres, en un principio, no quisieron hacer mucho caso. No, no creo que le ocurra como a tío Javier. El pobre lo pasó tan mal y todos saben que… para qué hablar si después seguro que no es, o… mejor dejar pasar y ver cómo van viniendo las cosas. Siempre hay la esperanza de que no.
En una incertidumbre exasperante que nadie se atrevía a manifestar abiertamente se daban los acontecimientos. Era una especie de evidencia, cada dos generaciones había ocurrido y hubo que atajar por lo sano. Pero el niño era tan pequeño aún. No, seguro que no es nada, esperemos hasta mañana. Sí, seguro que estaremos a tiempo. El doctor Ramiro, amigo de la familia, está al tanto del problema. Está avisado, y en unos minutos estará aquí si lo telefoneamos. Él es el único que sabría qué hacer si sucede… Y conoce a otros señores importantes, del gobierno, creo; a los más preocupados por el caso. Es un asunto serio. El tío Javier no fue el único pero sí el mejor documentado. Tía Enriqueta también. Ella nos costó un par de planetas, dicen. Le ocurrió mirando arriba, al cielo, no sabemos bien qué sucedió. Los tiempos cambian, y hoy día nadie sabe muy bien cómo reaccionar a algo así. Y tía Dolores que no concede, Dios nos lo ha dado todo, afirma sin que le tiemble la voz. Así que también tiene derecho a quitárnoslo.
Ismael estaba durmiendo. Era media mañana. El día antes manifestó los primeros síntomas y todos corrieron a taparle los ojos con unas gasas blancas que son, según dicen, las que mejor absorben la oscuridad. Primero fue el ojo derecho y fue todo repentino, el escozor, el vacío, miró hacia un lado de la cama y la silla y la cómoda ya no están ni nadie sabe cómo recuperarlas. Si hubiese ocurrido al aire libre sería una desgracia. ¡Si hubiese personas a su lado cuando sucedió! Doctor Ramiro que ya estaba en la casa desde el día anterior le había cubierto el ojo con su propia corbata que sirvió de parche improvisado. No hay que dejar escapar la mirada ni un segundo o estamos perdidos. Con tío Javier se perdieron la casa del campo y unas hectáreas de terreno. Fue un revuelo y nadie le encontró explicación al principio. Todo sucedió de repente y el pobre Javier fue quien peor lo pasó. Por desgracia ocurrió lo del espejo y… Pero ya era bastante mayor y era distinto. Es inexplicable como el vacío en el campo, la casa desvanecida, los árboles, las vallas… Se miró al espejo sin saber. Por eso ya no hay que quitar el espejo del el cuarto del niño.
Pero con Ismael que es tan crío aún, decía Dolores al teléfono. No le debemos destapar los ojos, sí, claro que lo entiendo, hemos cubierto los dos, aunque sí, sólo uno de momento, pero es que nadie sabe. Sí, ya se han perdido algunos muebles de su cuarto y un trozo de la ventana y de pared, y lo tenemos encerrado y con los ojos bien, pero que bien tapados. Sí, lo hemos atado, Don Ramiro, para que no se descubra los ojos, como usted nos indicó. Lo esperamos, sí, descuide Doctor.
Ya comprendemos la gravedad del asunto. Claro, agujeros negros en la mirada, sí, lo he entendido bien, si abre los ojos donde mire todo desaparecerá, todo será absorbido, y claro, no estamos para un cataclismo a estas alturas. Quién sabe dónde puede mirar un niño si no se le controla como es debido.
Agujeros negros en los ojos, caso único, pero viene de familia y, claro, qué se le va a hacer, sabiendo lo de Enriqueta y el tito, el que se miró al espejo, espacio-tiempo tan concentrado, campo gravitatorio, materia oscura absorbiendo todo, qué forma de morir más tonta.



Óleo: Quentin Massys (1466 – 1530), “Alegoría de la Locura”,
                    El loco sabio,  llevar libros en su faltriquera,  y sabe pedir silencio



Ingrid Graciela Vielma Jaques (Santiago, Chile)
Fue al finalizar el otoño de 2011...nada fue planificado rigurosamente, es como todo allá incluyendo a las personas. Ese día otoñal partimos con un bolso lleno de expectativas, con unas frutas. chocolates y mucha agua; nuestro destino era llegar a los milenarios petroglifos de Catarpe, lugar cercano a San Pedro de Atacama, Chile. Comenzaba el recorrido de conocer lo nuevo...Yo, con mis zapatos especiales "Patagonia"...livianos y adherentes al suelo, mi mochila, agua, camarita para los recuerdos y el sombrero que no puede faltar.

Nos subimos a la cuatro por cuatro que nos llevó sólo hasta donde pudo acceder...luego, tomamos nuestros bolsos y las doce horas de aventura comenzaron a las nueve de la mañana bajo el sol de otoño.
La conversación fue grupal entre las cuatro que marchábamos con paso normal; en el camino empezamos a descubrir huellas de anteriores visitantes.... En uno de los descansos me senté en una piedra y tome un bolito de clacetines negros que pensé eran de algunas de mis amigas...los habia sacado de su rollito para mostrarlos...uf!!! quizás quien los habia dejado...estaban sucios y mal holientes

Nuestra meta estaba más cerca, el camino era cada vez más lleno de piedras hasta desaparacer por completo. Fue ahí que mi amiga historiadora y conocedora del lugar tomó liderazgo en esta "travesía", la conversación era diferente y en parejas, nos alejábamos y nos acercábamos; una buena instancia para coocernos más entre las cuatro y compartir experiencias...de las ajenas siempre se aprende.

La senda se perdió, ni huella de camino...un montón de piedras gigantescas y nuestro objetivo se alejaba, pero la fuerza y perseverancia de la mujer atacameña era motivadora para proseguir a la meta, el sol cada minuto era más intenso, los intervalos de descanso más seguidos de mi parte mientras miraba a mis amigas alejarse... Transcurrieron seis horas de caminata y ahí estaba el... "refugio", impresionante construído por la naturaleza con piedras milenarias...Ingresamos al él y pudimos contemplar las maravillas dibujadas en sus paredes...Contemplar esa forma de comunicación de nuestros antepasados, cuanta prolijidad y técnica hay en este arte en piedra...¡maravilloso!, muy parecido a los que se encuentran en el Museo Gustavo Le Paige

Ya era hora de regresar y aventurarnos a las sorpresas del camino, uno nuevo...¡como la vida a veces!...hay momentos en que se pierde y hay que hacerlo al andar, como dice Serrat
El volver fue complicado...saliendo del refugio de los petroglifos encaramarse en esas rocas, afirmarse para no caer y llegar al lugar "plano" nos tomó varias horas...Esta senda fue increíble, cantidad de fósiles maravillosos, recogí los más hermosos. Ya en la tarde, llegamos a una duna de arena de mar negra muy fina, (anteriormente fue mar) nunca había escuchado el bramido de la tierra, creo que ese es un lugar único en nuestro país, si no en el mundo... su sonido espectacular que sale desde las entrañas de la Pachamama impresiona y emociona...Debíamos seguir la ruta antes de que se escondiera el sol. Nuestra guía atacameña de sesenta años que parece de cuarenta era la primera, yo la seguía y más atrás nuestras dos amigas se divisaban pequeñas, por la lejanía...

La mochila con fósiles pesaba demasiado, el sol se volvía tenue y caminábamos contra el reloj...
A veces la vida se nos vuelve pesada, el camino se torna demasiado hostil, lleno de piedras, era una analogía perfecta...todo eso pensaba mientras continuaba caminando con mis zapatos especiales para andar en esos lugares...¡nada de especiales!, en la práctica, más bien caros

El cansancio nos obligó a despojarnos de peso y con el dolor de mi alma dejé mis fósiles, esos escogidos, esos que dediqué tiempo y entregué mis ojos antes de tomarlos...ahí quedaron apilados acompañándose...y seguimos el andar un poco más liviano, pero triste...Así como en la vida, para poder continuar debemos dejar parte de nosotros de lado...me dan ganas de decir un garabato ante la impotencia, pero eso no alivianará mi pena y decido no decirlo...

Encontramos un túnel que en tiempo de dictadura se destinaba a guardar armas, escondido entre la montaña el túnel era lugar de atajo para los arrieros que traían ganado desde Argentina en el siglo pasado y debían llegar a comercializarlo en Calama y a los pueblos cercanos.

Cruzamos el túnel...nos quedaba mucho por caminar aún para llegar a la camioneta que nos esperaba...Nos seguimos despojando de peso, ya del sol veíamos sólo la claridad de su resplandor...eran los últimos kilómetros de soledad, acompañadas solamente de nuestra voz y el silbido del viento, cada vez más intenso

Doce horas que nunca olvidaré y donde me quedé con los fósiles del alma... elegí los mejores entre los mejores...todos eran valiosísimos....pero debía seleccionar...
Ya al completar doce horas, tres de descanso y nueve de caminata por fin llegamos felices a la camioneta y continuamos camino a San Pedro de Atacama. Fue inolvidable, admiro a las personas sabias, mientras más sabias más sencillas y humildes...la humildad es un don que muchas personas quisieran tener, pero se nace humilde, no se hace...en fin...

Queda lo mejor de esa experiencia, olvidarse del peso y retener en la memoria los momentos en que contemplábamos los petroglifos...olvidarse de lo largo del camino y mantener los ojos en la meta,... olvidarse de la prontitud por volver, sin perder de vista el reloj....olvidarse del roce de la zapatilla, dando pasos firmes, ... olvidarse del camino y abrir otros nuevos,...¿olvidarse? Tal vez no sea la palabra precisa...

Con nostalgia que marca el corazón una huella honda,... nunca olvidaré...este nuevo caminar, inesperado donde he dado pasos por una senda desconocida que no sé que traerá, pero lo duro del camino ha formado callosidades en el alma, que me harán menos sensible para el dolor...vivir en este tiempo requiere corazón de piedra, ser prudente como serpiente y estar alerta en la oscuridad del camino hostil...




Silvia Rios (Rosario)
          Luces encienden el mas pequeño termino dando lugar a interpretar otros estados, desfigurando la imágen de uno mismo, tal cual un obezno se retrae ante el miedo.Cuantas son las veces me busqué y no hallé mas que viejos recortes de noches turbias de lamentos o acaso siquiera podriás tú definir en términos alguna igualdad cuyo pies descalzos apoyan la tierra? O quizás mil presentes que no afloran en retornos de aquella melodía cual segó mis pupilas...Tal vez puedas verme como yo a tí, reflejado en tu letra tocando mi comparación mas absurda y se eres bueno en lo tuyo y te niegas a implorarte en destellos de pausas transigentes. Que hay un mundo y otro y otros dentro nuestro y segada por la terrenal angustia se desmorona en un soplo mi mas pura esencia de locura.Donde estás y quien eres? peregrino que mueve el pensamiento de mujeres llanas, ocultando mis epítetos en cuya cama duermo.Esta mujer también abraza la soledad en estrellas fugaces desterrando toda imagen del momento, en que hombre como sumo de limón amargó mis sienes convirtiendome en esto, un escrito que me otorga la belleza de quererme, no solo el fraude de los sueños nos destierra.El sentir no tiene dueños...Aunque quisiera!!!


  ___________
ROMANCE DE SOL Y LUNA
Antonio Maldonado Muñoz. De: Villamanrique, Castilla- La Mancha, Spain
Esta historia sucedió en Galicia
con dos mujeres que se daban caricias;
Un cuento del siglo XIX con dos princesas
reales, pertenecientes a la clase burguesa.
Bella era Sol, morena azabache,
tanto como Luna, de piel como la leche.
Dos niñas que juntas jugaron
y, sin darse cuenta, se enamoraron.
Mas no era la época. ¡Qué indecencia!
Su amor escondieron, con miedo y paciencia.
Rodeadas de besos, juntas estudiaron
y al acabar, de maestras trabajaron.
Pero hay mentes que no entienden y que dañan
a dos ángeles que separaron con guadaña.
Sol burlaba la noche y cada mañana,
entre amor y sueños, despertaba con su amada.
Luna, con disimulo, vencía al día
en bici iba con Sol, con la que comía.
Sus cuerpos se abrazaban, frágil porcelana,
confundiéndose enlazados en su blanca cama.
Su amor fue tan grande que de nuevo fueron pilladas,
las familias las rechazaron y fueron separadas
por pueblos, caminos, rías y cerros
que no hacían más que avivar sus recuerdos.
Sol, loca enamorada, se vistió de Lorenzo
para pintar esta historia con otro lienzo,
y dejando todo en busca de su amada
huyó con la lluvia en la madrugada.
Luna, la agasajó con besos y un te quiero
presentando a su “novio“, un joven marinero
que con la identidad de su primo difunto se hizo,
un hombre extraño que no recibió bautizo.
Tanto esta historia conmovió al cura
que no dudó en casar a las criaturas.
Tras la boda, la gente vio la evidencia
y fueron culpadas pese a su inocencia.
Declaradas en busca y captura,
la pareja se dio a la fuga.
Escaparon, tras ser perseguidas,
en un barco encauzando sus vidas:
Hacia América pusieron rumbo,
nadie supo de ellas en el Nuevo Mundo.

En memoria de Marcela García y Elisa Sánchez.


                   Libro de cintura
Este tipo de obras llamadas en inglés Girdle Book son libros que se caracterizaban por su encuadernación, realizada de tal modo que todos ellos tenían una especie de cola que se podía colgar del cinturón o de la faja boca abajo, de tal manera que el dueño, cuando quería leerlo lo tenía siempre a mano y solamente lo tenía que abrir, sin descolgar.
Este tipo de obras aparecen en el siglo 13 aunque son más populares entre el 14 y el 15 siendo en el 16 cuando cesó este tipo de encuadernación. Libros de cintura medievales se conservan 26 tomos, la mayor parte de ellos son textos religiosos aunque también hay obras que tratan temas médicos.

EL ENOJO
MARIO MASSAFERRO
(Montevideo)
El enojo…
Todo lo nubla, todo lo entristece.
En el oscuro carbón, he convertido mi ser.

La falta de certezas, del no saber, del que se yo, ya no se…
En el oscuro carbón he convertido mi ser.
Lágrimas que brotan, su tizne sangriento, rojo y negro…

Anarquista sin sueños, estremecido de vida anhelada, rodeado de ritos estúpidos.
Olvidé cuidar la vasija, que protege la vida, sí ya sé, para un creyente, falta de fé.
La vida, la felicidad que sólo se encuentra dentro de uno…

Si una lágrima brotó, algo debe quedar, si se siente dolor, también puede ser felicidad.
Dentro, dentro debe estár, no importa su color,
sabes que es de tu interior.
Busca en tus ganas busca tu fé, en qué, ganas de qué…

El universo interior, puede sorprenderte.

Algo, algo debe haber!
De hecho tú ya estás aquí
.

Ferdinand Georges Lemmers (Belgian painter) 1871 - 1944
The Love Letter, 1903
oil on canvas


Mis labios de rojo. Por: Roxana
Mis labios rojos te buscan en la penumbra,
Y sólo encuentran el aire enrarecido por tu ausencia.
Entonces se tuercen en una mueca carnavalesca,
Y se duermen en un sueño intranquilo, con imágenes profusas y sin color.
Al vislumbrar los primeros rayos del sol,
Me levanto y extrañando algo que no recuerdo,
Sacudo la cabeza para que reviva mi cerebro de su letargo.
Lavo mi cuerpo, el agua limpia cualquier vestigio de ansiedad,
Por manos ajenas que pudiera haber en mi piel.
Y después de un café y un cigarrillo como único desayuno,
Pinto mis labios de rojo, y salgo a la calle a buscarte.
Mis labios son un radar. Unos los miran, otros sonríen, algunos los esquivan,
Pero tú, ser inalcanzable que habitas en los escondites de mi mente,
Ni te enteras, ni los sientes. Simplemente se quedan en la nada.
Y así llega la noche, y con ella nuevamente esas ansias locas por tenerte,
Por sacarte de mi mente y que dejes de ser incorpóreo,
Y te vuelvas de carne y hueso como yo,
Para que disfrutes estos labios rojos que te anhelan, y les quites el color a besos.



Ex-libris with swans
From A collection of book plate designs, by Louis Rhead, Boston, 1907.

 

 

MAGIA SUMMA. Marie Celeste

Misteriosa alquimia

fundió nuestros cuerpos

y perpetuando la magia

se eternizó en nuestras almas

sedientas de vida.

Como mercurio y azufre

fundidos

mutando en sensaciones,

trascendimos la forma

exhalando el último aire

antes de consumirnos.

Oscuro Rebis, somos ahora:

fuerza, calor, arcano enigma.

Yo soy la tierra que te atrapa,

tu fuego me consume,

soy el agua que te invade,

cuando tu aire me eleva.

Quizás un taumatúrgico hechizo

nos volvió dos astros

que colisionan

y hacen la luz
en plena noche.


Óleo: Luxembourg Gardens, Paris - Adolphe Birkenruth (b.1863)



Truco de a tres. Franco Roldán
     Ese hombre corre rengo así, necesita su bastón que es tan reconfortante como un buen blues –o tal vez no tanto-. Este señor tuvo varios de ellos, aunque todos fueron turner’s* y él por suerte terminó bailando con la menos fea (¡JA!). Es muy bueno cuando quiere, y hasta a veces inteligente; creo que por eso le cuesta tanto hablar.
Ahora hablemos un tanto del bastón (o la bastona, o el bastón hembra, como sea de su agrado) que, como dije, fue algo turner pero no lo culpo, y eso es raro porque por lo general esta gente siempre tiene la culpa. Él es de esos que cuando te levantás a las ocho para ver si el diariero dejó lo suyo, ya está terminando de leer las historietas de Maitena. Cuando este individuo recién estaba aprendiendo a arrastrarse, tenía el mismo dominio con su usuario que el que yo tengo con la guitarra (nulo es el dominio, claro está). Esto suele suceder en la mayoría de las relaciones que se establecen entre los hombres y los bastones, y esta no es la excepción.
Pasaron los años y todo siguió igual: el bastón en la mano derecha del dominante y éste tan arrogante y desvainado como siempre. Hasta que un día murió, nadie sabe por qué y juro por mi cielo que más de la mitad de los habitantes de San Justo hablaría con el diablo con tal de saber cómo ocurrió todo.
El bastón quedó solo… como una abeja que juntó coraje para salir de su panal y echarle un vistazo a la inmensidad de la noche. Algunos vecinos dicen que lo vieron saltando, desolado, y que ahora busca otro dueño para ser amainado. Él no sabe que las flores se marchitan cuando el sol se aleja por unos meses, ni que los ángeles gruñían de envidia cuando los dos brillaban en sus mejores tiempos.
Así se baila en estos libros, cierre su negocio, móntese en un sueño decente, y a bailar…
*Persona que no puede aprovechar los beneficios incluidos en esta vida. Ej.: Quien tiene habilidades y no logra aplicarlas.


Jean Honoré Fragonard - The Letter


Las palabras del loco...
(Marta Oliveri)
Hace tanto que digo
no me quedan palabras
no es cuestión de alfabeto
aún recuerdo su línea
ondulando hacia dentro
de las aguas profundas.
Aún me hieren las notas
de la lira de Orfeo
Se trata de otra cosa...
Si pudiese explicarlo:
Oscuro de su vértigo
un abismo en la cruz.
Es el día cansado
igual que una gran obra
demasiado exhibida
en su vieja tragedia.
En el último mito
es el alma que sabe
que pierde para siempre
su metáfora.
II
En este día antes de que renuncie el corazón
y las estrellas revelen su condición tangible
antes de redundar en lo finito
de herirme entre la piedra y el ángel
Supongo un claro de luna
sobre el silencio homicida.
Creo la última locura
entre templos y ruinas.
Como decir :
he aquí una pluma, apenas
con la que has de escribir
tu testimonio.
Morir de muerte frágil
como el párpado tibio
reclamando la sombra
devenir en un agua
contingente y hermosa.
Infinito es criatura
eternidad y límite:
renuncia verde del árbol
que ondulando besa al cielo:
Así son las palabras del poeta
III
Cuando todo acabe,
es decir, apenas, el fragmento que soy
habrá un mínimo testamento azul
el esqueleto de un pájaro
y un destino mortal
entre paréntesis.
Lo humano es sólo el fuego
entre muros silvestre
la estatura del alma
ese Dios enunciado entre destellos.
Cuando todo acabe
comprenderás al fin
que efímero y eterno
son apenas sinónimos
En aquel territorio sin línea ni alfabeto
Allí donde concluye el diccionario
Y en la palabra el devenir se inicia.

La salida semanal
Autora: Graciela Amalfi.

     Hola, seguro te sorprende esta carta. Aunque en realidad no sé si tenés capacidad para sorprenderte todavía.
Sigo bastante bien allá donde estoy desde hace años. Alguna vez fuiste a visitarme. Sí, exactamente una sola vez. “Me hace mal verte así”, decías. Sabíamos que los compro¬mi¬sos no eran para vos. Lo sabíamos los dos.
Siempre preferiste poner la otra mejilla y no el hombro para consolar. Yo al revés, prefería el hombro a la mejilla. Cuestión de zona del cuerpo será.
Te cuento que hoy me dejaron salir un rato. Ya hace un tiempo que me dejan dar un paseo… Una vez por semana, no más. Pero bueno algo es algo.
No estoy mal allá. Tengo mucha gente alrededor.
Al¬gu¬nos hablan solos, o se ríen, o lloran. Yo los miro, y a veces los imito: hablo sola, o me río o lloro.
Al principio fue duro estar ahí.
Lo bueno del lugar es que tiene jardines hermosos llenos de rosas rojas, como las que me gustan. Y muchos ventanales. Mal no me tratan. Tengo comida, una habitación para mí y lo mejor fue, que el día que me llevaron de casa no me separaron de mis libros. ¡Cuántos que son! Los conté: 251.
Seguro te imaginarás que los leo y releo mil veces. Y también sigo escribiendo. Para Navidad suelen regalarme alguna novela o unos cuentos, todos ya saben que me gustan.
A veces leo algunos de mis escritos a mis compañeros, creo que no me entienden, pero igual me aplauden.
Y así es mi vida hoy.
Yo hubiera querido venir antes a dejarte esta carta, pero viste que te digo más arriba que hace poco que me de¬jan salir.
Y no me pareció muy adecuado venir acá en la pri¬mera salida. No porque me faltaran ganas sino porque pueden pensar que estoy loca. Y no quiero que piensen eso, me da cosa, viste. La locura nunca fue mi fuerte. Lo hablamos muchas veces. Seguro que todavía están presentes en tus recuerdos nuestras conversaciones viejas.
Me tengo que ir. Te dejo la carta en un sobre imper¬meable. El hombre de la librería me dijo que era impermea¬ble y que el papel iba a durar un tiempo sin ajarse o echarse a perder.
Creo que te conté… que hubiera venido antes, pero es que recién empecé a salir hace unas semanas.
Está linda… la lápida con tu nombre en letras doradas y… aunque los claveles están marchitos no importa. Seguro que en estos días alguien vendrá a poner unos nuevos. Siempre lo hacen, así dicen.
No te pido que me contestes, no es tu fuerte la escritura. Y además si te pidiera que me escribas ahora, ahí sí que pensarían que estoy loca y es capaz que me quitan las salidas semanales…
¿Te dije que me dejan salir una vez por semana desde hace un tiempo?

Este cuento ganó el Primer Premio en el 4º Certamen Antología Internacional de Poesía y Narrativa, DNA Ediciones, 2010.


¡Pad medieval! 

Este curioso y raro libro data del siglo 15, es inglés y su nombre original es hornbook. Por lo general esta tabla de lectura contenía, además del alfabeto, una colección de textos breves y fáciles para iniciarse en la lectura. La idea era que fuesen duraderos para instruir a generaciones de pequeños lectores, por ello colocaban los textos en la tabla y los cubrían con mica, además todas las tablas tenían un extremo para que al sujetarla no se tapasen las letras.


El salto. Por: Jorge Reboredo 
     Hace tiempo que la observo. Desde una de las ventanas de la producción espio sus movimientos. Enciendo la computadora , prendo un cigarrillo, y ojeo el despiste de mi compañero. Ordeno las carpetas sobre el escritorio y deslizo la persiana .Ella aparece en la terraza del edifico de enfrente. Pienso que ha caminado toda la noche. ¿Con qué fin?
Me llama la atención su vestimenta , siempre es la misma. Debe ser una empleada administrativa de la juguetería Salcer. Todas las oficinas del edificio pertenecen a la mayor compañía de entretenimientos para niños y adolescentes. No entiendo cómo mi compañero no la ve. Es indiscutible su presencia y aún peor su intención, no lo culpo, también ignora mi apariencia. No me habla. Desoye mis saludos. Si no fuera por el espejo del baño pensaría que estoy muerto. Me reflejo a la par de Castro. Disfruta imitándome. No tiene tiempo para hablarme pero sí para burlarse.
Hay algo más de ella : sabe que la miro. La distancia y mi falta de anteojos no son impedimentos para vislumbrar su belleza.
Comienzo a escribir. No siento mis manos. Finalizo un párrafo y me distraigo. Es ella que intuye mi trabajo. Al reanudar la escritura ella retoma su caminata absurda.
El edificio tiene veinte pisos. Es indudable que sí resolviera saltar nada quedaría de su cuerpo. Abajo la aguardaría el asfalto abrasador.
Sé perfectamente que intenta suicidarse. Desconozco las razones. He pensado seriamente en bajar por el ascensor y cruzar al edificio de la juguetería. ¿ Por quién debería preguntar? ¿Nadie se ha dado cuenta de su presencia? Temo pasar por un loco y que no me crean. Me imagino la charla:
- Hola, trabajo en el edificio de enfrente , vengo a avisarle que una empleada camina por la terraza hace tiempo. ¡Creo que intenta matarse!
- Perdón señor , no sé a que se refiere.
- ¿ Cómo a qué me refiero? Todas las mañanas una mujer camina por la azotea y usted no lo sabe. Lleva la misma ropa: una blusa celeste y una pollera verde.
- No conocemos a nadie con esa descripción.
- ¡Bueno no me importa! , déjeme pasar , necesito hablar con ella.
- Señor disculpe , se imaginará que no lo puedo dejar entrar, tenemos mucho trabajo.
- Perfecto , pero usted será el responsable del suicidio. Quiero que entienda que voy a llamar a la policía.
- Cómo guste , qué tenga un buen día.
Y sin más que decir, cruzaría la calle para regresar al la productora.
He logrado escribir varios renglones. Me tomo la cabeza. Al igual que la mujer, llevo hace tiempo la misma ropa. Huelo mis axilas sin percibir ningún hedor.
Otra posibilidad, sería meterme en el ascensor y subir a la terraza. Podría acercarme con discreción, evitando mirar hacia abajo ya que sufro de vértigo. Me imagino la charla:
- ¡Hola , disculpá que te moleste! No puedo dejar de mirarte. Cada mañana al abrir la ventana de la oficina te veo ahí parada. No sé , necesito saber si te pasa algo.
Ella se acomoda el pelo. Me mira inmóvil. Se da media vuelta para perderse en unas escaleras. La copio y hago lo mismo. Me escondo en el descanso. Aparece otra vez. Yo también.
- No te quise molestar , ¿trabajás en la oficina de la juguetería? ¿ Cómo te llamás?
Silencio.
- No quiero meterme en tu vida privada ni que te ofendas, pero necesito decirte que no te lastimes.
Es sorprendente, por momentos su figura se desdibuja. Su cuerpo se convierte en algo borroso. Faltan partes de su cuerpo. Desde la ventana no lo advertí. Un triángulo de luz atraviesa su abdomen. Logro ver la escalera por la cual se fugó minutos antes.
- Mirá , no importa que no hables , voy a bajar. Aunque llamen a la policía , yo voy a entrar al edificio.
-¡Hace tiempo que te estoy esperando!
Soy yo el que se ha quedado sin habla. ¿ Me espera? Corro al ascensor. Al acercarme a mi escritorio veo que el gracioso de Castro estuvo escribiendo por mí. Le aviso que voy a comprar cigarrillos. No me contesta. Prefiero bajar los veinte pisos por las escaleras. Al llegar al hall no siento el cansancio. Cruzo y toco el timbre. Nadie contesta. Nadie aparece. Me apoyo en la puerta y ésta se abre. No lo dudo. Atrás irrumpe un cartero. El ascensorista me pregunta a qué piso quiero ir. Sonrío. Por fin alguien me registra.
- A las oficinas administrativas- el cartero adelantándose a mi respuesta.
Nos bajamos y al entrar diviso a los empleados realizando tareas administrativas. Busco su escritorio. Escucho gritos en una oficina. Se discuten las nuevas novedades del mercado.
- Los chicos se aburren con los juguetes tradicionales. Necesitan pensar.
Se mezclan voces de hombres y mujeres. Golpeo , pero me ignoran. Entro después del cartero que ingresa a dejar la correspondencia. En una mesa examinan diversos rompecabezas. Me acerco. El gerente ( supongo que lo es) discute con el personal mientras juega con una pieza. Es un triangulo celeste. Pertenece a una chica que esta por saltar de….
Desesperado voy a buscarla. Si no me apuro la va a matar. Subo las escaleras. La veo de espaldas. Le grito que no lo haga. Intento tomarla de su pollera para introducir mi mano en el triángulo de su abdomen. Es tarde. Se suspende en el aire. Yo no tengo su misma suerte. Caigo , caigo , caigo…
Me encuentro en mi escritorio. Vuelvo a escribir. Miro por la ventana. ¿Nadie la ve suspendida en el aire? Flota su hermosura. Sigo escribiendo.Golpean la puerta. Castro se levanta y recibe al gerente de la juguetería. Se saludan. Mi compañero le muestra lo escrito. El gerente sonríe mientras lee. Apoya el rompecabezas sobre la mesa.
- ¡Excelente historia Castro! Me gusta el argumento: un hombre ve por la ventana a una mujer en una terraza. La quiere rescatar y se da cuenta que ella… , bueno ya sabemos el final. Creo que las dos compañias van a funcionar bien. “Rompecabezas y cuentos”.
Cuando mi compañero termine de hablar con el gerente yo terminaré de pensar. Al imprimirse el cuento me eternizaré en manchas de tinta. Me gustaría exigirle algo aunque sé que no puedo. Quisiera que la mujer deje de flotar en el aire y salte a su terraza; que baje corriendo por las escaleras y entre a la oficina. Me gustaría que robara tan sólo una letra para decirle que yo también la estoy esperando.







                         Enamorados con laúd Grabado de Heinrich Aldegrever, 1537.




Dibujo: Ernesto Guerrero es Pititore  o “El Piti”  Creador del Cuma-Art, ilustrador, muralista (Chile)

Venganza eterna (Breve monólogo teatral. Mención del Certamen
Metrovías/Argentores 2009)
De Marcelo Galliano


Acto ÚnicoEn una habitación una mujer se cepilla el cabello, con ansiedad, sentada delante de una cómoda, frente a un espejo. En el lugar hay una cama con sábanas revueltas y una ventana que da al exterior, con unas cortinas entornadas que dejan entrar, apenas, la luz matinal, y una lejana figura del edificio de enfrente
.
Mujer. (Evidentemente alterada, aumentando la intensidad del cepillado, hablando en voz más alta que lo normal, y en un ritmo marcado, como diciendo un discurso, sin dudar en las frases anticoloquialmente largas, y acentuando las palabras en cada violento golpe de cepillo en su pelo) - Es increíble lo enredado que tengo el pelo, ando tironeando el cepillo para que la cerda se libere de cada mecha, hago tanta fuerza que en cada tirón se me derrama una lágrima que me cosquillea los cachetes, la siento resbalar y después la enjugo con las comisuras de los labios mientras aprieto las muelas para tolerar otra cepillada. Parece estopa, o musgo, o un nudo de cables entremezclados de una instalación a punto de colapsar por la humedad. Bah, no me sorprende, siempre me pasa cuando… (hace una pausa y deja de cepillarse, en un gesto que pareciera humanizarla, para luego retomar con los movimientos del cepillo, esta vez mas lentos y con una expresión más meditada y una voz un poco más suave.): …Iba a decir cuando mato a Esteban. Pero no es tan así, en realidad me sucede cuando vivo una situación de tensión. Ayer fue de esas, tanto así que ni la crema de enjuague arregla esto; voy a probar con un peine fino.(Hace un silencio y busca sobre la cómoda. Luego de unos segundos, y todavía buscando, retoma lo que decía, esta vez un poco dubitativa): Como decía, ayer coincidió el momento de nerviosismo con la muerte de Esteban. La semana pasada no fue así, lo pude asesinar sin sobresaltos, hubieran visto lo bien que tenía la cabellera, con los bucles intactos, voluminosos; consumé el hecho sin problemas, al igual que el lunes. (Vuelve a tomar el mismo cepillo y recomienza sus movimientos y su tono enérgico del principio): Pero ayer el muy turro alargó las cosas, con pavadas, es cierto, pero las alargó. Primero con esa estupidez de: “usted se confunde”.Hasta le temblaban las piernas al muy hijo de puta mientras gritaba su inocencia. Mirá si yo no lo voy a reconocer…, con todo lo que me hizo sufrir…Tengo en la cabeza guardado el identikitcomo en una computadora de un servicio de inteligencia. Esos bigotes, los labios marcados, la sonrisa de incisivos desparejos con la que arruinó mi vida. ¿Confundirme? Ojalá pudiera perder la imagen de semejante gusano, olvidarme aunque sea por un rato de esos rasgos malditos que al rememorarlos me lastiman como una rata inmunda que me camina y me mordisquea los ovarios. Él puede hacer lo que quiera para engañarme, como hace un mes, cuando se fue a vivir a esa villa mugrienta rodeado de chicos y de una mujer desmechada que tenía el pelo peor que yo ahora. Gritaban los idiotas cuando me le abalancé empuñando el cuchillo, querían seguir con la parodia.
No tiene forma de camuflarse, yo lo reconozco y lo reconoceré siempre. Con corbata, con overol; podría decir que lo huelo, que el odio me agudizó el olfato de la misma manera que los contratiempos me arruinan el pelo… (en voz más baja, como reconociendo que ha perdido la cordura): ….eso ya lo dije, parezco una loca repitiendo las cosas, pero lo de ayer todavía me tiene exaltada. Por un lado admito que es lógico, que Esteban nunca fue ningún tarado como para permitir que cada vida nueva que emprenda yo se la aniquile así porque sí, sin chistar, sin intentar asirse a alguna de sus tretas malvadas. Pero lo que pasó hace horas lo pinta de cuerpo entero, llegó a hablarme de sus hijos, de la mujer; se atrevió a decirme que jamás me había visto… (Hace un silencio breve y sigue hablando en voz baja, pero subiéndola paulatinamente): Qué increíble, con las cosas que pasamos juntos, mejor dicho, con las que me hizo pasar, y con las veces que lo he liquidado, para luego volver a encontrarlo como a esos hongos que surgen en los rincones… (subiendo la voz mas y más)… y cuando los limpiás se te pegotean en los dedos como se me engancha el cepillo con el que estoy luchando porque no sé donde carajo tengo el peine fino que es con lo único que podría solucionar este desastre… (Llega al máximo de voz y, pegando un tirón más fuerte con el cepillo, se silencia y se aquieta repentinamente unos instantes, mirándose fijamente al espejo. Luego retoma los movimientos y sigue hablando en voz un poco más baja): …Desastre comprensible, diré. Creo que recién ayer me di cuenta de lo que es capaz este tipo con tal de escaparse de mi escarmiento. Por un momento casi lo logra, me mostró fotos con su familia, y hasta documentos… (volviendo al tono enérgico):…Qué imbécil, cómo no me voy a dar cuenta de que es él. Si ya lo he matado quince o veinte veces. Tengo incorporado un radar en el cuerpo, percibo cada vez que revive, cada vez que lo tengo al alcance de la mano. Hoy mismo apenas termine con estos mechones rebeldes preparo lo de mañana. El atorrante resurge cada día más rápido; y yo, para no darle tregua, cada día estoy más afilada. (Hace un silencio sin dejar de cepillarse y retoma en tono más suave, de secreta perversión): Lo acabo de ver por la ventana entrando en la casa de la esquina. Llevaba un portafolios que parecía costoso… (sonriendo por primera vez)… lo único que falta es que se la dé de ejecutivo… (Poniéndose seria de nuevo, pero sin levantar mucho la voz): …Ya dije, me estoy convirtiendo en una profesional, aunque todavía tengo cosas por aprender, ayer me di cuenta de eso, y mirá el pelo: impresentable. Pero mañana va ser otra cosa, apenas lo tenga frente a mí le pego dos balazos y listo, nada de charla, ni de excusas, ni de trucos. De otra forma no se puede, una no va a pasarse dos horas desenredándose el pelo cada vez que asesina a Esteban.
Telón


                                                                
                                        Viejo pergamino patinado, con dición de texto, aceitado


La rebelión de los cómodos
(Sergio Bragagnolo) Cordoba
      Cansados de estar quietos ahí, de estar sentados en ¡camas y colchones!, ¡camas y sillones!, ¡camas, sillas y todo tipo de asientos!, decidieron rebelarse. Estaban cansados ya de encontrarse ¡cómodos! en esos lugares y decidieron rebelarse. Decidieron uno a uno organizándose silla a silla, sillón a sillón, trasladándose y comunicándole al otro que no deseaban más estar sentados, fueron de a poco, de a poco y de a poquito, hablando y hablando con los diferentes cómodos y los diferentes tipos de comodidades, llegaron a los que gustaban sentarse en sillón de gran ¡confort! y también llegaron a aquellos que solamente podían sentarse en sillas o en el suelo. muchos y muchos solamente se encuentran sentados en el suelo o sobre una pequeña tabla de madera casi minúscula y eso creían que era comodidad, a eso le llamaban comodidad... Pero el mensaje fue extendiéndose uno a uno, dos a dos, tres a tres y cuatro a cuatro, fue extendiéndose de cómodo a cómodo, de persona a persona, de sillón a sillón, de sillita a sillota, el mensaje se extendió ante todo el mundo conglomerado bajo el nombre de cómodos y se los incitó a unirse a la rebelión de los cómodos, una rebelión diferente a tantas otras.
Habían algunos pares que nunca tranzaron con la comodidad y miraban esto asombrados, lo miraban perspicaces y miraban como se movilizaban siendo un poco escépticos. pero también con cierta satisfacción en ellos y en sus ojos. También estaban aquellos que promovían la comodidad, eran pocos también y estos miraban como se iba perdiendo, miraban con tristeza, ¡con furia y con odio! pero no sabían como cambiarlos, empezaron a hablar de diferentes tipos de sillones y a quienes estaban sentados en el suelo le ofrecieron silla... sillas, gente y diferentes formas... Pero no a todos les ofrecieron sillas porque no podían darles a todos, eso argumentaban y se justificaban diciendo que solo podían ayudarlos un poquito y mostrarles que podían llegar a obtener sillas más altas y con un poco de suerte acceder a los grandes sillones.
La rebelión de los cómods continuaba y los caminantes, los caminantes que nunca pararon de caminar ahora empezaron a correr, a correr de alegría, a correr gracias a la esperanza, a correr por semejante rebelión, la rebelión de los cómodos y las sillas nunca más serían el centro aglutinante de alineación, los sillones no serían accesos exclusivo de solamente unos pocos ni siquiera esos grandes sillones de confort, todos serían una continua variación de momentos sentados para descansar de su largo caminar. La rebelión de los cómodos, de aquellos cansados de estar sentados porque estar sentado cansa, cansa, y cansa ¡incluso más que caminar!, los caminantes observaban, los caminantes apoyaban, los caminantes ayudaban a destruir los suelos, los caminantes no ayudaban a eso porque los suelos son indestructibles, ellos mostraban todas las desventajas, las sillas grandes y las sillas chicas, las diferencias, resaltaban esas diferencias y los cómodos cuestionaban y los cómodos investigaban.
La rebelión de los cómodos, la rebelión de aquellos quienes están hartos de tanta mentira organizada, la rebelión de los cómodos, la rebelión de aquellos quienes el traste cuadrado tienen de tanto estar sentados, porque hace bien caminar, hace bien soñar, hace bien volar en busca de sueños, caminar en busca de sueños y en busca de utopías... porque todo esto y todo esto buscaba la rebelión de los cómodos, buscaba: los sueños, las utopías, caminar y volar; buscaba: cambiar el mundo conocido por ellos, crear nuevas realidades o como mínimo conocer la realidad presente y transformarla, cuestionar todo lo que se presente, debatir hasta aquello que parezca más cotidiano porque lo más cotidiano muchas veces los llevó hacia la comodidad. Y como siempre están los pesimistas, los optimistas, un conglomerado de ellos, estaban los que decían “para que caminar si nos vamos a cansar y tendremos que volver a las sillas” otros más pesimistas decían “y quizás cuando regresemos a las sillas, la que nos toquen sean muchos peores a los que teníamos, imagínate tu que estas en el sillón regreses y encuentres una silla, tu en la silla debas conformarte con el suelo y tu que perteneces al suelo te toque un lugar repleto de espinas” y así los pesimistas gritaban a los cuatro vientos llevando desesperanza pero la rebelión de los cómodos se resistía a los pesimistas, también estaban esos otros optimistas quienes parecían jugar el mismo juego que los pesimistas al grito de: “para que vamos a caminar si las cosas van a llegar solas, si el mundo siempre cambia y lo hace para bien, si vivimos en el mejor mundo posible” esos optimistas perteneciendo al extremo opuesto eran iguales a aquellos otros pesimistas. Pero estaban quienes gritaban bajo gritos de esperanza: “vamos caminemos y caminemos quizás nos cansaremos pero caminaremos y caminaremos y la satisfacción de buscar nuestro sueños y utopías será la satisfacción de caminar y esta misma nos hará seguir nuestro caminar” otros gritos eran: “caminemos y caminemos aunque nunca lleguemos a nuestros sueños, caminemos y caminemos aunque nunca sean realizables pero el caminar y caminar nos hará mejores personas, el caminar y caminar nos dará nuestra alegría aunque no sepamos si a otros podremos llegar con nuestras alegrías pero debemos intentarlo, pero debemos intentarlo” decían... La rebelión de los cómodos...

Konstantin Korovin (Константин Коровин) (Russian painter) 1861 - 1939
В лодке (In the Boat), 1888

ESQUINA
(José Abraham Guevara Chamorro)
(Managua)
En la esquina contempló
con los áridos días
y al tocar el cabello áspero
y el polvo café sobre los bellos

Sentado en la esquina
soy sospechoso de todo
y con la ropa que traigo
levanto sospechas de maldad

Persigo los cuerpos
los dejo hasta que se borran
cuando suben y bajan
cuando doblan y salen

Y en la esquina se detiene la patrulla
alguien los mandó
las bolsas afuera y el nombre
quedo en la esquina

Ella desembocó
y desde la esquina le toque
cuando sintió la piel de mi dedo
replegó su cuerpo

En la acera de la esquina estoy
de día con la luz que ciega
ciego está el anden
rotos tengo los pantalones
pero no el alma.


Thomas Benjamin Kennington (English genre, social realist and portrait painter) 1856 - 1916
The New Student, 1882


El Fraude
Silvia Martínez Coronel (Escritora Uruguaya)

Pensó que nunca, quizá fuera un buen momento, sólo que no le llamaba nunca, sino "después". Los días
pasaban y la angustia crecía, las paredes blancas parecían ser espejos que le devolvían una imagen uniforme, llena de vacío, Iba al trabajo sin ir, cocinaba sin cocinar, cuidaba sus hijos sin cuidarlos, en definitiva, vivía sin vivir... Cuando se sentía demasiado agobiada por la nada que desdibujaba, se aferraba a ese "después", que guardaba su sonrisa, para no humillarla, pero que hacia una cómoda siesta en su mundo interior, sin la inquietud de quién cree que en cualquier momento puede ser llamado.
Había aprendido a caminar sin pies, como volando, sin sentir el suelo, mirar sin ver.... no es que no percibiera los objetos, sólo que no eran más que eso: objetos, nada que tuviera que ver con ella, algo lejano, más allá del estrecho círculo de fuego que había tejido a su alrededor.
Hacía cinco años que estaba separada....el padre de los niños se había olvidado pronto de su dirección y ella se encargaba sola de la manutención de los dos hijos, y de la casa, lo que resultaba bastante difícil. hacía buen rato que no miraba a sus pequeños a la cara, les daba un beso, sin tocar sus mejillas, y los niños se habían acostumbrado a no reclamar nada... de tanto en tanto caía una vecina con una sopa caliente, y alguna golosina para los niños, ella lo agradecía con una sonrisa, y hacía como que escuchaba
mientras la mujer contaba cosas cotidianas.
Era un alivio cuando se marchaba... el contacto cercano la obligaba a demostrar un interés que no sentía y esto la dejaba agotada.
No siempre había sido así, nunca había sido un ser muy normal, pero por años fue algo no demasiado lejano al resto, pero que desde su marido había desaparecido, de a poco se había convertido en esta mujer ausente, que transcurría por los días como un fantasma, sin indolencia, pero sin pertenencia. No era el hecho en sí de haber perdido al marido, eso no importaba, hacia rato ya que no lo quería, sino la sensación de abandono lo que había calado tan fuertemente en su alma. Mientras venía a ver a los niños, aún mantenía cierto apego a las cosas, pero cuando se fue del todo, se fugó hacía un lugar, donde nada le tocaba, aunque el dolor en el pecho le demostraba que todo era más una pose que una realidad... pero esta pose le hacía posible sobrevivir, y alejaba a los demás, lo que era necesario.
un día cualquiera mientras compraba verduras en la feria del pueblo, lo vio pasar de lejos... .no pareció verla...pero a ella le despuntó una rabia intensa que hizo que rodara la verdura por el suelo. La señora del puesto recogió todo, y le preguntó si le pasaba algo...no, nada, contestó ella con una mortecina sonrisa, y se dispuso a regresar a la casa, sólo que se fue por otro camino, que no sabía donde la llevaba, ni le importaba. Las lágrimas rodaron por sus mejillas y descubrió que hacía mucho tiempo que no lloraba, se sentó en una plaza y pensó en su "después", miró a los transeúntes, y dijo entre dientes: "maldito hijo de puta".
Volvió a su casa, entró al escritorio de su marido, que había permanecido cerrado por años, se sentó en su sillón y abrió la primera gaveta. allí permanecía latente una hoja polvorienta. La tomo entre sus manos, y leyó la carta que le enviará a su marido, el gerente de la empresa donde él trabajaba entonces: " diferencia entre entradas y salidas, el monto se dividirá en parte iguales entre tú y yo, y así sé que no vas a traicionarme y tú sabrás que no te traicionaré"... la misiva seguía... y tenía fecha del día anterior a que se marchara...se levantó decidida, con la prueba entre las manos, y salió a la calle.
Derechos reservados






Fuga. Carlos Copioso
A mi padre Carlos Alberto que sólo disfruté cuatro años
Alto ahí.
Siguió corriendo;
Dignidad cayendo de los bolsillos
Quieto ahí
Siguió corriendo;
Sueños cayendo de los bolsillos
Párate ahí.
Siguió corriendo;
Fuego en la espalda,
Frío empedrado
Libertad.
Siguió corriendo…





Texto antiguo y escritura

Quien siembra vientos recoge tempestades.
Por: Abdelbaki Hmidane (Don Bartoche)
      Dios concedió a las mujeres grados elevados de cariño, ternura, suavidad y amor más que a los hombres, y esto ¿por qué? seguro por algo. Es cierto que a cada uno le corresponde una función tiene que cumplirla, pero cuando las mujeres y los hombres han dejado de cumplir sus funciones, pues han cambiado las cosas y empezaron a aparecer fenómenos extraños dentro de la sociedad. Les voy a exponer un caso muy sencillo pero es triste y real. Una mujer ha tenido la oportunidad de ser madre, tuvo una criatura (niño) lo cuidaba bien en los primeros meses, de pronto dejó de cuidarlo como antes, porque empezó a dedicarse a su trabajo, y dejaba al niño en una guardería o con otra dama que lo cuidaba, la criatura creció, ya es chiquito, lo ingresó en una escuela. La madre casi todo el día está en su trabajo y cuando llega muy cansada del trabajo apenas tiene poco tiempo para ver y comunicarse con su hijo, bueno, entendemos su situación debida a que trabaja y tiene otros labores y así da poco tiempo a su hijo, cosa que está fuera de su voluntad . Pasados los meses y años, el niño ya es hombre y la madre ya es vieja jubilada y tiene tiempo de estar 24/24 horas con su hijo, sin embargo, José ya es grande y lo único que le preocupa es hacer su vida, buscar una novia, salir, viajar, conocer a gente y andar por aquí y por allá..........la madre se queda ahora sola, el hijo todo el día fuera, no se miran...Después de pocos años José decidió casarse con su novia, la llevó a su casa y echó a su madre en un asilo de los ancianos. ¿Por qué José ha reaccionado así? ¿Acaso no quiere a su madre? ¿No siente cariño por su madre? La justificación de él, es que ama más a su esposa que a su madre, y ¿esto por qué? Él dice que eso está fuera de su voluntad porque su novia le hizo sentir mucho amor por ella y trabajó para ello; se empeñó en hacerle sentir la necesidad de estar con ella, para que no la dejase o prescindiese de ella. Pero su madre no le hizo sentir por ella el amor que sienten los hijos por sus padres, simplemente, porque ella no trabajó para ello, no cultivó en él, ni le enseñó lo que es el amor por los padres cuando aún era niño, ni tampoco le daba tiempo cuando él la necesitaba a su lado, ella se las pasaba fuera, como él lo hace ahora. La madre ya es jubilada, vieja, tirada en un asilo de ancianos y perdió a su hijo. Lamentablemente, este caso es muy notable en las sociedades del siglo XI.
¿Ahora a quién echamos la culpa de lo que sucedió, y de ser injusto, a la madre o al hijo? ¿Díganme señores quién es el culpable? El problema es que a veces uno es el autor de sus propias desgracias fracasos. Siempre uno cosecha lo que siembra. 



LA MEDIDA DEL OT0ÑO
Alejandro Maciel
    “Y en mitad de la siesta se levantará el Bien, y será como la mañana. Y te acostarás y no habrá quién te espante. El ojo del malvado se consumirá y su esperanza será agonía del alma”. Job 11: 17-20
Vinieron cuando la luna cortaba el paso de las casuarinas. Yo les dije que de todas formas ustedes iban al galope, porque la tierra martillaba de caliente cuando me acosté a pensar que podía dormirme. Vas a cerrar los ojos, vas a rezarle a la Virgen y así hasta quedarte dormida, me dije. Pero los sueños son enemigos de los pensamientos.
Y esa noche todo lo que me habían contado de esos días del otoño volvía una vez, otra vez, ya se iba perdiendo en la lejanía pero no, otra vez volvía y volvía la misma vieja historia. Es hora de apagar el candil, dijo mamá que ya puede soñar desde que dejó que las cosas vinieran o se fueran según sus antojos, hay que ver que algunas cosas son caprichosas. Para mamá, todo era lo mismo. Hace tiempo dejó de pelear con las desgracias. Una debe de llegar a vieja muy cansada en este pueblo resignado.
No pude ver los caballos cuando ustedes se despidieron pero supe que galoparon sin cansancio en el retumbo de la arena todavía caliente desde que el sol de enero no paró de quemar un solo día, nunca termina de caer la luz quemada en las siestas de enero. Ya pasaron dos meses y sigue quemando, sigue latiendo de llamaradas aunque no se vean, se sienten quemándose. Yo les dije que ni aunque galoparan toda la noche sobre esa arena erizada podrían alcanzarlos. Uno de ellos me dijo: La distancia se acorta de noche. No sé cuál de ellos, eran muchos. Yo salí a mirar y en el callejón la arena seguía latiendo de calor a pesar de los cascos marcados como ojos oscuros. Todos tenían tacuaras y banderas rojas que ondeaban. Banderas rojas y tacuaras altas, ya sabrían ustedes lo que es ver esa revoltosa a medianoche y más si hay luna que quema como si estuviera el sol. De noche no pude ver mucho pero no hay necesidad de ver el rojo, se presiente porque donde está el rojo hay violencia, la sangre es roja y sin verla una ya sabe cuando está escapándose por una herida. El fuego es rojo. El otoño es rojo.
Isabel me acompañó hasta la capilla en la mañana. Otro se acercó al que comandaba y le dijo “está mintiendo, deben haberse escondido en algún sitio acá cerca”. Miraba el pasto y escupía mientras el caballo mordía el freno, inquieto en esa noche pesada. El otoño es rojo, Ventura no estaba en la casa, el sol seguía derritiéndose en el aire encerrado porque mamá había atrancado puertas y ventanas y el olor dulzón del jazmín se esparcía por la casa oscura.
Cuando guardaba las cobijas de invierno mamá dijo: Todo se está volviendo viejo aquí. No me dijo ni a mí ni a nadie, habló para convencerse ella misma, el olor de los jazmines se volvió ruinoso, cuando mamá hablaba de tristezas nombraba muy despacio, apenas se podía escuchar lo que decía como si el tiempo también desgastara las conversaciones que también se van avejentando, una se acuerda entonces que los sueños no envejecen y entonces sueña mucho, envejece soñando como sucedió con mamá.
Tal vez por eso no pude saber quién eras cuando viniste esa misma noche, solamente supe que venían huyendo porque los cuerpos les sudaban el miedo. Yo misma tuve miedo y no dormí pensando que después del sol de marzo vendría otro otoño y el olor de los jazmines seguiría descomponiéndose en el aire escaldado. En el camino hacia mi casa el olor a los jazmines hacía presentir cosas desgraciadas, Isabel caminaba molesta, casi no miraba por donde íbamos las dos.
Desde entonces no me gusta escuchar galopes de noche. Suenan como un corazón a punto de quebrarse, se llena de pena el pecho con ese ruido hueco, se presienten muchas cosas. Mamá quedó dormida en la mecedora seguramente, cerca de la alcuza. Seguramente por eso no supo lo que pasaba, Isabel corría al ver la humazón. Cuando más corríamos, más nos desesperábamos. Tuvo que forzar la puerta para entrar, llorando me arrastraba para buscar a mamá entre el humo que nos abrazaba, encontramos a mamá en la sala, todo ardía y las llamaradas atravesaban las paredes, se prendían a los travesaños como gatos enfurecidos, bajaban por los horcones hasta que todo cayó sobre nosotras: una lluvia de llamas.
En el techo se abrió una boca de fuego y más allá, los pájaros barriendo el cielo del atardecer: todo rojo. Las llamas rojas. El otoño rojo. El fuego subía, se lo podía sentir hirviendo en la sangre, los pastizales parecían muy viejos desde la ventana, ocres, ásperos como el viento del atardecer.
Supe que nunca pudieron alcanzarlos. Que iban a contratiempo. Mejor, así han de creer que ustedes todavía viven. Yo misma no me resigno a creer la verdad envuelta en el humo y el olor de jazmines como estoy. Y todavía creo que después del sol de marzo ha de venir de nuevo el otoño rojo como este atardecer que se desvanece mientras retumban los caballos de la siesta sembrando los redondeles de las pisadas que siempre se alejan. En este pueblo nadie vuelve, todos se van detrás de ustedes.





La huerta perdida de Salomón (Abdelbaki Hmidane) Don Bartoche Bartoch
     Hace un par de años, en un pueblo pequeño pero era más bonito de toda la costa mediterránea, había una taberna en el centro de ese pueblo donde se reunían los jóvenes y ancianos. Salomón tenía una casa con huerta y colmenar, era viudo, y llevaba una vida campestre, vivía de lo que sembraba en la huerta y vendía miel en los mercadillos semanales. Era muy simpático, generoso y conocido entre la gente del pueblo. Por las tardes salomón solía frecuentar la taberna para juntarse con sus amigos, charlaban, contaban historias y se tomaban té caliente. La vida en ese pueblo era tan fabulosa que ninguno de los habitantes se le ocurría mudarse de él.
Un día llegó un coche y se instaló cerca de la casa y huerta de Salomón, bajó un hombre alto, gordo, llevaba una boina negra y un traje azul oscuro, le acompañaban dos hombres. Estaba mucho tiempo observando la huerta y la casa, y de cuando en cuando intercambiaba unas cuantas palabras con aquellos dos individuos que parecían escoltas dispuestos a echarse encima de cualquiera por su señor. Tocaron a la puerta y abrió salomón, le preguntaron si pensaba vender todo el terreno que poseía, a lo que respondió que en ningún momento ha pensado hacerlo. Intentaron convencerlo a vender por medio de ofrecerle una cantidad de dinero considerable. Sin embargo, Salomón era feliz con lo que tenía y nunca le preocupaba el dinero o tener más de lo que merece. La respuesta de Salomón parecía haber molestado al hombre que volvió a su coche y se metió en él. Los dos hombres que se quedaron allí hablando con Salomón, le dijeron que era el alcalde de la ciudad que se sitúa a sesenta kilómetros de ese pueblo.
Salomón no se sorprendió y les dijo que no le importaba que fuese alcalde o presidente; la cosa estuvo bien clara, que no quería vender y el asunto ya está cerrado. Antes de que se despidiesen lo habían amenazado indirecta o metafóricamente. Era lógico que ese hombre fuera a utilizar todos los medios y fuerzas para que lo obligase a vender. Yo, señores, era testigo de lo que sucedió en ese pueblo después de haber llegado este hombre. El caso es que después de haber pasado dos semanas de aquel incidente, llegaron unos hombres y se dirigieron a la casa de nuestro amigo Salomón, venían de la Conservaduría General y sin que le mostrasen sus credenciales, le entregaron un informe en que se leía que llevaba veinte años sin pagar impuestos por esa tierra y así está obligado a cumplir bajo orden judicial “o pagar veinte años de impuestos o abandonar la tierra”. Lo curioso es que en el pueblo nadie recibió informe semejante como el que se le entregó. Estaba bien claro que se ha determinado y decidido arruinar la vida de Salomón que le era absolutamente imposible poder pagara veinte años de impuestos, cosa que no cabe en la cabeza. Y así acudió al alcalde y vendió para poder cumplir la orden judicial.
Uno de los principios del capitalismos consiste en que las personas sobre las que se ejerce el poder, deben ser menos personas que aquéllos que lo ejercen. Esto demuestra hasta qué punto ese sistema procede del fanatismo e injusticia, y no genera más que racismo y esclavitud.

     


Después del Lunes (Eddy Paucar) Quito
    La resaca, aún no pasaba y había empeorado, los últimos tiempos se había vuelto insoportable: los nervios recrudecían y un malestar ocular hacia la luz se tatuaba en mi cerebro. Lo que me complicaba redactar cartas.
Era martes: típico día, nada nuevo. Prendí el computador y me puse a “el pequeño ultravioleta” (Juan José Rodríguez dixit).
Me llegó un menaje al chat:
-Borracho- quien enviaba era un amigo antiguo.
-Hola cómo vas- le respondí. Enter.
-Xq no nos esperaste para beber???? ah... Mal pana!!- Enter.
-De qué hablas?- Enter.
-Ayer fuimos a buscarte y ya no estabas- Enter.
Me separe de la computadora, y fui por una cerveza.
Mientras la destapaba trate de recordar. Con esta nueva faceta de la resaca, tiendo a olvidar las cosas. Bebí un sorbo.

Entonces aterrizó una imagen soplando por dentro: ¡Dame dos cervezas más!, le dije al mesero. Ya no había nadie en el bar.
Trajo las cervezas, di unos buenos bocados a una y salí con la otra en la mano derecha.
Los días lunes no son para compartir, la gente corre al trabajo, las mujeres corren a los colegios, en fin, todos corren como coyotes por la carretera.
Caminé por un barrio que apestaba tanto, que recordé cuando me quedé dormido sobre un costal de ajo. Lloré como bebé toda una semana.
Di varios pasos cuando divisé a lo lejos a un viejo amigo del trabajo.
-Wicho- grité.
-Carlos, ¿cómo vas?, ¿cuánto tiempo hermano? No has cambiado nada, sigues barbón y con cerveza en mano.
-Pues sí, no me había dado cuenta- dije, mientras notaba las veredas de principio a fin, llenas de viento. Nadie chocaba contra Bóreas.
Me invitó unas cervezas en la tienda de la esquina del retén.
Bebimos mucho. Él dijo que iba a llamar a todo el grupo. Sonó a mucha gente pero no éramos más que cuatro. Todos trabajadores de la empresa Gran Pollo, me dio algo de nostalgia, pues si que extrañaba a esos pendejos.
Seguimos libando, de pronto pasó una hermosa muchacha, tenía aproximadamente dieciocho años, de pelo tinturado con amarillo y unos labios tan rojos que enseguida removieron las aguas arropas en las hojas de los árboles de alrededor. La silbe tanto: todo tipo de estilos y cada que regresaba a mirar quién era el bullicioso, sonreía hundiendo suavemente los pómulos.
Wicho por su parte fingió no entender nada. Luego me comentó que conocía a la chica y a su madre.
Bebimos un par de cervezas más. Cuando Wicho se levantó y me dijo algo como: blams… uih… avera… yap huelvup. ¿Qué?
Me quedé solo en la tienda; tenía un par de cervezas y una calle desmontada. De pronto, me di cuenta que mi vejiga necesitaba expulsar las bielas procesadas.
Me levanté e intenté orinar pero un policía apareció y lo impidió, me llenó de puro gas la cara el hijueputa. A veces miraba las masetas después de la lluvia, la tierra húmeda por las gotas coladas de cabeza.
Corrí un poco, me sentí perdido; era un barrio inmenso y apestoso, que no sabía por dónde ir. Pasó un bus dirigiéndose cerca de casa.
Me subí.
El camino con baches nos sacudía. El busetero gritó: ¡Quién es el mierda que huele a meado!
Yo me hice el desentendido, pero ya era muy tarde, el controlador en cuestión de segundos me descubrió. Discutimos un rato, la gente lo apoyó. Él me golpeó; me sacó del bus.
Una chica pelo amarillo salió atrás mío.
-No comprendo a estos cabrones- dijo.
-¡Qué crees yo! Necesito dormir un poco- mis ojos bailaban sin ritmo.
-Sí, además cámbiate ese pantalón que huele a meado.
-Ando orinando como caballo.
-Se nota- encendió un cigarro.
-Por suerte no cobró aún los pasajes- le pedí una pitada.
Fuimos a mi casa; me cambie de ropa y compramos cervezas.
Ella puso música: unos boleros de antaño, bailaba sola en la sala, giraba y giraba.
Me acerqué y la besé, le dije: me alegras, podría morir aquí viéndote danzar.
El cielo lleno de luciérnagas se presentaba.
Se fue la imagen. Regresé a la computadora, con cerveza en mano.
-Asomará- escribí en el computador. Enter.
-Pero seguro faltón, ayer te estuvimos buscando…- Enter.
-Sí, lo siento, tuve una emergencia- Enter.
-¿Todo fresco?- Washo estará escuchando música. Enter.
-Lo de siempre. Adiós- Enter [X. Inicio. Apagar]
Me puse de pie; volví a la cama. Ahí estaba ella: esplendida.
Las gotas coladas de cabeza en la meseta conforman tallos, y éstos hojas.
La abracé despacio. Afuera parecía que las nubes también se unían.




 Juan Mainez (Madrid)
Para abrir boca..porque ya se sabe:
"Lo bueno, si breve, dos veces bueno 
 y lo malo, si corto, menos malo".
POEMA I
A mi, no me consuela nadie salvo la luna cuando bebe suspiros la noche que ilumina. Estela de lágrimas soy. Sendero de pie breve, apenas dibujado, sendero de la vida. POEMA II Tus ojos negros  -voces y lágrimas- siembran de lunas blancas el alba..... De su libro "Apropiación Indebida..."  
  
 
MI PUEBLO (MARÍA ALICIA ESAIN) ©08/01/12
Mi pueblo tiene un charco con aires de laguna,
un cielo de verano que envidian las ciudades,
pasado de caballos, cuchillos y traiciones,
presente de incertidumbre y el deber de soñar…


                Óleo: Following the Example of the Gods - Henryk Hector Siemiradzki (1879)


A que me atrevo contigo… (Tony Cantero Suárez)

     A que me atrevo a decirte lo que nadie te había dicho. A que me atrevo a escribirte sin contar los adjetivos, a que me atrevo atrevido como poeta maldito, a hacerte el amor en ritos que te roben la memoria; para que no te acuerdes de glorias, que en otros brazos viviste…
A que me atrevo a robarte más que unos besos el nombre, a ponerte mi apellido y a llamarte entre pregones. Y a amarte como aman los hombres que no se inventan artificios; y convencen con razones.
A que me atrevo, te digo, a lanzarme a un precipicio que tenga el fondo vacío. A pintar bien hondo un rio y bien alto un cielo límpido, a desvestirte dormida y a despertarte en silencio, con el desayuno servido.
A que me atrevo contigo a vivir en un idilio, y a no devolverte ni un kilo de los perdidos corriendo. A cantar por los caminos incurvados de tu abismo, inspirándote con mis dedos; y a que te saco del limbo y te llevo hasta un Olimpo exquisito, donde existan dioses vivos.
A que me atrevo perdido a darte unos besos ricos y un anillo este domingo. Y en unos campos de Olivos, a aparecérmele al Cristo pidiéndole tu mano a gritos; vestido de ángel delirio, con mi corona y mis ritos.
A que me atrevo a convencerlo, y a que le pido ser testigo del matrimonio más lindo que esta tierra no había visto. A que me visto de hilo fino como un tejedor de espíritus, y a que te lleno de bello el botellón del espejo; con mil ramo de Milsueños, que como flores te invento…


A que te horno completo de blanca seda tu cuerpo, con cintas largas y brillos. Con caprichos consentidos, y con muchos tiempos buenos, para en arenas dormirnos. En nuestros veranos secretos, juntos al borde del Nilo.


A que me atrevo a implorarte, a agotarte, a darte hijos. A que me atrevo preciso, y te recuento el principio y el final siempre lo olvido. Pero nunca lo del medio porque lo viviré en tu nido, dándote amor sin misterios.


A que me atrevo repito a darte unos besos ricos y un anillo este domingo. A que confirmo lo dicho y te me aparezco en Cristo embadurnado de olivos, con la corona en el pecho; y un corazón todo niño, lleno de amor infinito.


A que te advierto yo mismo que soy el más atrevido de los poetas del siglo… Y a que te cambio el destino para vivirlo junticos; hasta el final del camino…



.

Desde el adiós
© Adán de Maríass [Perú]
No le dije nada a mi mujer, ninguna excusa. Duerme profundamente. Son las dos de la madrugada y yo no tengo sueño. Salí de la casa, con un libro bajo el brazo, y el sombrero a lo Bogart. Encendí el Renault, felizmente esta vez no me olvidé de mis cigarrillos. Llegué a casa de Romina cerca de las tres.
-Te estaba esperando. Porqué te demoraste.
La quedé mirando unos segundos…
-No sabes que soy casado o ya te olvidaste.
Ella cerró la puerta.
-No te enfades, sabes que soy impaciente.
Busqué en el bar un trago para calcular mejor mi estrategia. La sentí detrás de mí pero no tan cerca. Quería abrir y cerrar mis pensamientos, pero siento que no se conectan.
-Hoy vino Manuel mi vecino, me dejó unos libros, no para que los lea sino para que los venda. Sabes que hoy no he comido. Me muero de hambre.
La quedé mirando unos largos segundos…
-Y lo que te di para esta semana, qué has hecho con el dinero.

-Solo me has traído un libro, y eso no basta.
Esperé su respuesta mientras metía mi mano al bolsillo.

-Tienes que traerme más libros para venderlos, tengo mucha hambre, acaso no te importo.

-Te hice una pregunta.
-El dinero me lo gasté en un solo día, comiendo mucho, tengo tanta hambre que ni estas malditas pastillas para la ansiedad me calman.

-Mi mujer empieza a sospechar, faltan libros, me dijo. Y para colmo te gastas todo el dinero que te di para toda la semana, eres una irresponsable.

Unos inesperados pasos desde su dormitorio, se acercaron rápidamente, y ante mí sorpresa se despidió de ella con un beso como si yo no estuviera allí.

-Qué pasa, estás puteando, con que cuerpo, estás hecha una desgracia.

-Lárgate, ya no quiero verte.

Hizo el intento brusco de arrojarme el florero sin flores, pero la pude detener antes que hiciera más daño.

Volví a meter la mano al bolsillo, vi que ella sonreía estúpidamente, como si le fuera a dar algo.

-Ni te ilusiones.

Me dio la espalda, y quiso hacer ante mí un llanto teatral, pero ya sé como actúa. Saqué de mi bolsillo un papel y antes de irme se lo arrojé, léelo y ve a esa dirección que te estoy dando. Adiós.

Encendí el Renault, cerré la puerta del auto, advertí que me había olvidado de recoger mi sombrero, creo que lo dejé en el sofá. Pero ya me había despedido. Dudé. Después de unos largos segundos, salí nuevamente del auto, la puerta estaba entreabierta, entré.


Mi mujer me despertó a besos. Son las nueve, te has quedado dormido, te estuve despertando, pero ni caso me hacías, seguías roncando. Tienes que ir a la oficina, inclusive te preparé un buen desayuno.

-Amor hoy es domingo.

-Verdad, tienes razón, me ganó la velocidad del entusiasmo.

-No te preocupes Pamela eso a veces pasa.

-Voy un rato donde mi hermana, tengo que ir a llevarle su encargo.

-¿Cuál encargo?

-Está buscando una empleada, para que le ayude en la limpieza de su casa.

-No te estés comprometiendo, por más hermana que sea, ahora hay que tener mucho cuidado, ojos bien abiertos.

-La joven va a venir ahora. Aquí tengo la foto que me dio la agencia de empleos.

Me quedé sin habla. Es Romina, mi otra mujer, la que tiene mucha hambre.

-Porqué pones esa cara, acaso la conoces.

-Como se te ocurre, qué cosas dices.

-Eso espero. Anoche en sueños me parece que hablabas con alguien.


Entré a la casa, estaba todo en completo silencio, un misterioso silencio, tomé mi sombrero a lo Bogart, lo puse en mi cabeza, miré a mi alrededor, sentí como si estuviera dentro de una casa abandonada. Su repentina ausencia me congela cualquier intento de pensamiento. Avancé hacia la puerta. Entré al auto y me fui. Iba a 50 kilómetros por hora, no estaba muy lejos mi destino. Llegué. Vi mi reloj, las cinco de la madrugada. El amanecer quería entrar dentro de mi casa. Mi mujer duerme profundamente. Y con la ropa puesta me acosté a su lado.


Las preguntas que me hago es en que momento me quité la ropa, porque cuando mi mujer, Pamela, me despertó a besos, yo tenía puesto el pijama, y la misma sonrisa idiota de todas las mañanas, ¿acaso mi mujer o acaso Romina?, o ¿acaso son las dos la misma persona?, o ¿será que aún no he podido despertar?


Ciudad de Lima 17 de Abril del 2012 05:05 a.m.

Adán De Maríass


Instante. Por: María Elba Ceja. General Acha (La Pampa). Docente
Es este instante
el que veo,
es este espacio
que me abstrae
del colectivo rodante.
Es mi instante de sueño
que me permite la autenticidad
de mi ser.
Es mi instante mágico,
que me llama
a acomodar los versos más locos
que se esparcen quién sabe dónde.
Mi instante.





                    Douglas, william fettes: La de bibliophilist haunt o creech ' s librería, 1891.


Afluente de amor. Cynthia Rascovsky.
El rió tenia su galardón
era el reflejo concluyente
de su mirada imponente
mientras el estrépito prodigaba
la savia y su hábitat.
El río tenia su dulzura
era el contento de sus dientes
era la sonrisa de cielo
mientras el atardecer prodigaba
al sol en su complicidad.
El río tenia su ternura
eran los brazos que mecían
el corriente nativo
mientras la extensión
dibujaba la escena.
El río tenia su palpitar
era el partícipe plenario
era el término delicado
para dos enamorados
mientras acariciaban
la vida.


3 HAIKU DE OLVIDO Y ESPERANZA
  Raúl Sánchez Alegría (20 de abril de 2011)

El olvido y
La esperanza habitan
Nuestro mundo.

Esperanzados
Olvido arrojamos
A nuestros miedos.

Haciendo así, tú
Y yo, más habitable
Y justo el mundo.





Palabras. Helena Cosano
Palabras.
El viento las lleva, el recuerdo las trae.
Palabras pronunciadas, palabras no pronunciadas, palabras inventadas, palabras olvidadas, palabras soñadas...
Palabras.
Eco de un vacío en el recuerdo.
Obsesión de las palabras; posesión por las palabras; locura de las palabras, vacío de las palabras.
Dolor de un eco.
Silencio de las palabras.
Dolor de un recuerdo, pasado, presente y aún por venir.
Palabras fuera del tiempo.
Alienadas, ajenas, siempre presentes y tan lejanas.
Inconsistentes, siempre aquí, volando al viento, siempre en mí, retumbando su silencio, tan presentes y tan lejanas, siempre aquí, indiferentes, enamoradas y olvidadas, gélidas como tristezas revividas, desgarradoras de felicidades perdidas, arrastrándose en el silencio, fantasmas de los recuerdos muertos.
Palabras que invaden y que poseen, palabras muertas que viven en mí, colmando los abismos con su vacío, las tinieblas con su frío resplandor, lo perdido con una ilusión.
Palabras mágicas que capturan al vuelo el instante que vuela.
Palabras, ecos eternos.
Palabras muertas que viven en mí.


Lawrence Alma-Tadema (Dutch painter) 1836 - 1912
Comparisons, 1892
oil on canvas

 El gran epílogoPor : Alondra Aluci
           Éste es el gran final que durante mucho tiempo estuve con ansias esperando;
Hoy por fin supe que el destino de mi heroína no era al lado de su amado.
Fue brillante en realidad la forma en la que decidieron de mutuo acuerdo separarse
Sacando de alguna forma todos esos sentimientos y secretos que juraron guardarse.

Debo confesar que cuando leía página tras página con esperanza y tensa emoción
Una parte de mi deseaba que ambos callaran sus tontas bocas y escucharan su corazón.
Pero bueno, al final la gran autora algún plan maestro por supuesto tiene que tener,
Quizás ella necesite a un chico que por ella a toda clase de monstruos quiera vencer.

No pienso decir que el inconsciente protagonista que la historia tenía no me agradó;
En realidad fue sensible, fue amable, fue interesante… fue bueno mientras duró.
De verdad quería que ellos estuvieran juntos y que de alguna manera feliz pudieran ser,
Es solo que los engaños y mentiras que estuvieron de por medio imposible lo hacían ver.

¡Oh Dios! Disfruté tanto cada instante, cada capítulo y cada frase que decían al terminar,
Amé pasarme las horas llorando su supuesto sufrimiento, sufriendo el que él no la fuera a besar;
Valoré las opciones, sopese los tropiezos, traté de cambiar la pagina pero aun no acababa,
Reí ante sus alegrías, enfurecí cuando se debía y luego vi que él era lo que ella deseaba.

Me pasé mucho tiempo con esa historia que me tomó desde el inicio de la mano,
Abrazaba la ficción como si de alguna manera el amarla la convirtiera en algo humano.
Cuando encontraba murallas entre ellos que continuar con su amor no los dejaban,
Cuando creía que simplemente todo había acabado, una solución siempre encontraban.

Algunas veces la historia dejaba de lado el romance y el drama para dar lugar a la fantasía,
En ocasiones me encontraba viendo a la cálida pareja disfrutar de todo con mucha alegría;
Luego sin siquiera previo aviso los hallaba inmersos en lo más parecido a una guerra,
Donde confiaban sus grandes estrategias esperando que fuera el otro quien perdiera.

En el momento en el que  llegué al mítico y temido episodio donde se decía que llorarás
Supe que después de esto ya no podría haber ni una palabra, ni una frase más.
Era el final, todo había acabado y la pelea del desenlace pronto iba a culminar,
¿Ganaría él? ¿Ganaría ella? Todo dependía de lo que la autora quisiera mostrar.

Con la palabra “El fin” en mis labios y la duda aterradora en mi eterna mente,
Fui forzada a cerrar el libro, me dejaron caer de la nube en la que me encontraba durmiente
Me duele el tener que finalizar este epilogo porque sé que después del punto final
El camino de mi pareja favorita no se va a reencontrar, no habría una conclusión romántica ni divinal.



Óleo: Museumbezoek - August Allebé
1870. Stedelijk Museum, Amsterdam
  
Frió marmól Carlos Esaco
Clelicar (Valencia – España )
     Llevo tiempo buscando la pieza de mármol blanco, para materializar mi recuerdo, por fin te he encontrado. Miro detenidamente las taras del bloque, paso mis manos por él, definitivamente eres tú, la gélida sensación, me trae a la mente, tu inesperada ausencia.
Ya en el estudio, te observo, te rodeo lentamente intentando descubrir las tres dimensiones de tu figura, el deseo que tengo por sentirte, vence a tu obstinación por esconderte, acerco las herramientas y me dispongo al desbastado. No tengas miedo, aunque la mayoría son cortantes, con mis rápidos y certeros golpes, te liberaré con mi puntero de tus miedos, desportillaré tus dudas y horadaré en la fría envoltura, en la que te crees protegida. El suelo esta lleno de material, que te oprimía, ahora es el turno de las gubias, empiezo a darte curvas, que por cierto, se muestran descaradas ante mis ojos, con el cincel dentado ya dejo entre ver tu volumen y la sombra.
Te masajeo con piedra pómez todo el cuerpo, con mucha delicadeza por tu cara, la expresión es el objeto del arte. Me fascina y me seduce las caricias que te doy insistentemente con el esmeril, puliendo tu belleza, compruebo cada milímetro de tu cuerpo con mis dedos, tus pechos suaves como la seda, me estremecen, tu cuello me embelesa, tus caderas me excitan.
Mis manos abrasadas y candentes por el trabajo, contrastan con tu frialdad, tu mirada sigue inexpresiva, sé que eres tú, te veo, pero no te siento, tengo tu cuerpo frió, pero me falta tu alma incandescente. Después de tanto trabajo estéril, confirmo lo que ya sabía, tu cuerpo es bellísimo, pero lo que deseo realmente, lo que me fascina de ti, es tu alma e inteligencia y eso no se puede copiar, solo se puede sentir.
                           


Uno de ellos Por: Rodrigo Revilla. (Lima)  Octubre 2011.
     La casa había sido vendida hacía mucho tiempo, ya nada quedaba en los recuerdos, en las memorias de aquellas personas que transitaron por sus anchos corredores, que durmieron en esas acogedoras e inmensas habitaciones, que leyeron acurrucados dentro del calor de las salas ni saciaron su hambre en los comedores casi iluminados por la luz que surgía de los candelabros. Ahora, todo andaba oscuro, en la penumbra, en una situación en que no se sabe si el pasado sigue vivo o si el presente ya transcurrió, en que el suelo de madera no había sido quebrado, ni la parafernalia movida de su lugar original, ni las alfombras persas que tapizaban y daban al ambiente un sentido agradable, que atraía, que dejaba en melancolía, en una soledad que abigarraba cada movimiento del ser humano, que nada había muerto, que todo continuaba según lo que era desde el principio de todo, incluso cuando alguien deseaba volver a la casa, esta la recibía cordialmente, como lo era para seguir en las noches y mirar los cuadros, los libros, los estantes, los pequeños juguetes rociados de los niños, las botellas que rebosan aún de licor, de cigarrillos quizás encendidos (se sabía, era un misterio), era como sumergirse en un cuento de Cortázar o una fantasía alegórica de Borges, nada era usual en ese lugar, ni su nacimiento ni el momento exacto en que sus dueños decidieron abandonarla para siempre y que se encontrara a la vista y paciencia del público quienes no se detenían para inquirirse a sí mismos el por qué de la casa, el por qué de su obscuridad que encierra la prisión de la nostalgia, el por qué se veían a seres corriendo o riendo o llorando, por qué habían personas que vivían dentro de las paredes y estas mismas se comunicaban. Yo lo había sentido en un principio, en el apogeo de la primavera, eran espectros danzarines, eran sombras que se materializaban cuando la luna llena posaba en medio del cielo, cuando los cuentos de hadas no servían en nada para explicar con detalle y furor lo que podría ser escándalo de unos fantasmas, en los cuales no creía hasta que, en un instante, me aventuré dentro de los escarnios de la imaginación y no pensaban que era la creatividad lo que decía la gente cuando residía en la casa, sino más bien era la inquietud de sentir algo paranormal, unos ruidos incesantes, unos chillidos, el raspar horrible de unas uñas viejas en la madera y luego se dejaban señales de que alguien había estado arañando los tabiques, que alguien había estado cocinando y dejado el fuego encendido, que alguien pasaba las páginas de los libros con cierta delicadeza y miraba uno que otro capítulo, yo mismo lo observé, incluso cuando desistí en mirar al espejo la figura de mi cuerpo, unos ojos achatados, una cabellera enroscada, unos labios pequeños y detrás de mí, una mujer vestida de blanco y descalza, nada más, un niño que corría detrás de ella, que le tomaba de la mano y esta mujer se lo llevaba en los brazos, era un frío, un aire helado, que erizaba los vellos de mi cuerpo y no podría hacer el fuego en la chimenea, siempre se extinguía, o lo extinguían y el sueño se apoderaba de mi para no padecer en una estadía sangrienta, pero los fantasmas de la casa no eran asesinos, solo buscaban formas de comunicarse con el mundo del más acá, si, es irónico, una noche atisbé una manta que se elevaba en el aire, luego el afilar de dos cuchillos y unos zapateos en el segundo nivel, por lo tanto, mi mente me decía que no me alarmara, si bien me hallaba envuelto en unas sábanas blancas, sentado en un mullido sillón, la actividad que tenía lugar allá arriba daba la sensación de que no solo había una persona, sino varias, era una concentración de gente que me daba la bienvenida con lo típico de un recibimiento, ellos danzan, actúan, no muerden, no matan, no asustan, eran seres que habían regresado del averno, que habían dejado lo malo, que habían sido guiados por una estrella en el camino a la salvación, sin embargo, su traición, su cólera y repulsión les hizo vagar durante décadas en lo mortal, a lo menos esa fue la versión fidedigna de adivinos que hablaron con esos espectros, algunos fueron sacudidos en violencia, unos muertos, otros desgarrados, ellos debían irse de la casa, los fantasmas me querían a mí y a nadie más. Añoraban descuartizarme a mí y a nadie más. Nada ya les interesaba en lo mínimo, solo rodeaban a mis cuestas, vislumbraban cada uno de mis siguientes actos, a donde viraban las pupilas de mis ojos, como se maniobraban mis labios al abrirse y cerrarse, como mis brazos no paraban de palparse por el frío, en como mi corazón se aceleraba, en cómo se desprendía un vapor de mi interior. Ellos miraban, sonreían, eran invisibles, y astutos a su vez. Mayoritariamente habitaban en las esquinas, no habían almas en los corredores, sus voces susurraban leves cuando dormía, poco a poco, en lentitud, la casa me fue pareciendo un hogar, convivir con los fantasmas había sido, en los últimos meses, una especie, sino fuera otra cosilla, de recuperación desde que el doctor de ojos grises me había aconsejado salir del emporio de la ciudad, ese lugar de ruidos, ese lugar de gritos, ese lugar de muerte. Y para caer después en un sitio desolado, que se lamentaba, que permanecía ahí, que cuantas veces uno noqueara la puerta, nadie abriría, que cuantas veces uno exclamase desde el interior, nadie escucharía. Y era algo raro, fuera de lo común, eran fantasmas, sin embargo, algo me hacía preguntarme si habría razón por la cual yo los veía…hasta que encontré la foto arrugada y amarillenta, era la fotografía de una señora ataviada de negro que había asistido a un funeral, la imagen era en blanco y negro, no obstante, reconocía el rostro de esa mujer y habían otros en cuclillas frente a una tumba de mármol. Acerqué mi mirada y tras eso, todo tendría un sentido, una forma, una columna, nada iría por el destino. Dicha tumba rezaba mi nombre, en la lápida, entre las flores.
Yo era uno de ellos.


                    Delphin Enjolras (French Academic painter) 1857 - 1945

Crucifixión
(Diego Vidal) 
     Me desperté con un grito, como cada mañana. Me cambié, salí y la vi. Allí estaba, como todos los días a la misma hora, crucificada en el árbol de la puerta de mi casa. Los clavos en sus muñecas, en sus tobillos. Lo primero que pensé fue “¿otra vez allí?”. Luego me dio lástima. Pena. Habíamos pasado tantas cosas juntos. Tanto amor, tantos roces, tanta pelea. Tanta pasión. Un día todo se terminó. Así como llegó a mi vida, casi como un pase de magia, de la misma manera se había marchado. ¿Por qué lo había hecho? No recordaba ya las causas. Muchos años habían pasado. Recuerdo una pelea, una lucha…y ya no más. Pero sí recuerdo que un día desperté, muy temprano y me fui a trabajar. Y allí la vi por primera vez. Crucificada, desangrándose. La primera sensación que sentí fue de pánico. Luego el pánico se transformó en curiosidad,  más tarde en tristeza. Por ultimo en lástima. Verla allí colgada, esperándome, cada día cuando me iba a trabajar, y también, cuando ya tarde volvía a casa. Tantos años, tantos inviernos, tanto frío. Soportó lluvia en abril, frío en julio, calor en enero. A veces tenía unas ganas de salir e invitarla con un vaso de agua, o hacerla pasar y darle un plato de comida. No podía creer como esa mujer con tanta altura, que admiraba, que tanto había amado, con la que había compartido una cama, un sueño, un futuro, podía arrastrarse de esa forma. De alguna manera creo que todos somos un poco nuestros amigos, nuestros padres, nuestra mujer. Cuando ella se fue de mi vida, al comienzo pensé que me había sacado un peso de encima. Luego me di cuenta el peso que me faltaba. Ya no me sentía yo. Había perdido parte de mi esencia. Y esa esencia que había perdido era irrecuperable.
Con el tiempo, aprendí a olvidarla. Comencé primero a obviar el paso por los lugares que transitábamos juntos. Ya no iba más los domingos por la tarde al supermercado, ni salía a caminar por la plaza temprano los sábados, ni visitaba el bar de la esquina de casa los viernes por la noche. Luego aprendí a olvidar su perfume, más tarde su calor. Un día olvidé su nombre, y entonces ya no me quedó más nada de ella. Algunas veces me preguntaba, cuando volvía cansado, luego de una larga noche de borrachera, y la veía impávida, serena, sigilosa. ¿Qué se traía entre manos aquella mujer? ¿Qué estaba esperando? Siempre tan paciente, siempre tan despierta, siempre tan atenta. Al principio pensé que estaba esperando mi error, mi paso en falso. Y entonces, en ese momento, ella aparecería en escena y…
Comencé a sentir temor. Entonces, trataba de no entrar sin luz natural a casa. Empecé a salir más temprano del trabajo, a llegar antes. Por la mañana no salía de casa en invierno si no veía ya bien alto el sol. Algunas veces la miraba fijamente a los ojos, para que sepa que yo estaba bien atento. Otras veces, sin tanta autoestima, me iba con pasos rápidos, tratando de no darle oportunidad de nada. Muchas veces sentí que estaba a punto de saltarme por la espalda, de caer encima mío, de aprovecharse, de vengarse… Pero nada.  Nunca me hizo daño, nunca lo intentó siquiera. Con el correr del tiempo, los miedos se disiparon. Podía volver a cualquier hora, en cualquier estado, y ella estaba allí, atenta. Hasta comencé a pensar que era como  un ángel guardián. Si no había intentado rebelar su ira en tantos años, si no se había aprovechado del estado con que regresaba a casa los fines de semana… Pero con el correr del tiempo, la duda en mi crecía. Muchas veces pensé en salir y gritarle qué deseaba. O llamar a la policía, o intentar sacarla, o ejercer violencia directamente contra ella. Pero enseguida me arrepentía, seguro que iba a ser contraproducente. Pero entonces… ¿Qué esperaba? ¿Qué planeaba acaso? ¿Qué perseguía de mí? ¿Dinero? ¿Alguna posesión? ¿Mi cuerpo? ¿Controlarme? ¿Una frase? A veces me despertaba llorando. Nunca llegué a entender bien por qué. Otras tantas veces intenté recordar mis sueños cual crucigrama para descifrar el misterio. Que enseguida me los olvidaba. Hice cursos de interpretación, visité brujos y hechiceras. Pero ninguna sabía como terminar con el enigma que me aquejaba. Hasta que un día, durante la noche, me desperté con un grito. Una palabra. No se si estaba despierto, o si dormido me imaginaba despertándome de un sueño. Lo cierto es que esa mañana de Julio, cuando con el sol ya bien alto salí a trabajar, la vi como siempre, impávida, tiesa, serena. Al acercarme al árbol, noté que estaba muy flaca, casi sin vida y su cuerpo se desangraba cada vez más. Entonces, después de muchos años sin dirigirle la palabra, tomé coraje, me acerqué y con voz temblorosa, le hablé. Me hubiera gustado contarle todo lo que la había extrañado, cuanto la había amado, cuan importante había sido ella en mi vida, cuan solo me sentía ahora. Pero solamente me salió una palabra. El grito de los sueños. “Perdón” le dije, casi en un susurro. Entonces, como por arte de magia, como si por un suspiro de mago hubiese cobrado vida, su piel se enrojeció, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Casi como sacándome un peso de encima, di media vuelta y me alejé, a grandes zancadas, mientras veía como ella se deshacía de los clavos en sus muñecas y pies. Esa misma noche, cuando volví de trabajar, ya no estaba. 


                                 
Vacaciones. (Cristina García Barreto) Barcelona
Mi querida hija:
Es posible que te parezca injusto que tras dos años de vacaciones no te haya escrito hasta ahora, te ruego no me censures por ello.
Verás, aquí los apartamentos son incómodos, sabes que no salgo y me ha costado mucho encontrar los medios precisos para poder escribirte esta carta. Siempre he poseído una mente inquieta. A mis años ya no creo que cambie aún estando en pleno recreo de relativa tranquilidad y absoluto aburrimiento.
Sé que has estado de paso engalanando de flores mi terraza con la mirada vuelta hacia el suelo, regando las rosas con tu llanto, mas no pude abrirte la puerta. Aquí lo tenemos prohibido, no es que sea precisamente un Psiquiátrico, ni reniego del milagro que termine definiéndonos como locos, porque, tal vez, nuestra vida ya está escrita y la cordura rompe la ilusión en mil pedazos.
Recibimos cursos intensivos, a mí me seducen, parecen estar bendecidos por un maestro, alguien que bien simula no proceder de este mundo. Aprendo rápido y sé cómo desnudar mi alma. Otros no avanzan, permanecen congelados como estatuas.
Tengo muchos vecinos, eso te alegrará. No imaginas cuánto te agradezco que me hayas enviado uno de tus libros, así no tengo que ceñirme a los límites insensibles del recuerdo. Es una forma de devorar el tiempo y tenerte presente en todo momento.
Lamento no haberme traído más enseres. El vecino del ático, entre otras cosas, se trajo una armónica. Creo que tiene el tejado limpio de excrementos pues hasta las palomas se ahuyentan cuando toca ese insoportable instrumento.
La vecina de la derecha se trajo todas sus joyas, no dejo de desoír su lamento pues dice que aquí no las luce porque los tragos de sol en la mañana no se reflejan en ellas ni tampoco los de las estrellas.
En ocasiones, recito en alto tus poemas, muchos llenan sus redomas figurando que están plenos de orujo y cogen unos pedales que les hace girar el cuerpo. Así pues, los de derechas se posicionan y los de izquierda también, los otros pierden el centro y tambalean.
Tengo otros vecinos que viven en plantas bajas, estos afirman poder tocar algo de barro y conseguir mantener la piel más tersa además de sufrir menos reúma.
Perdona si la caligrafía no es perfecta, la sangre que circula por mis venas no mantiene bien el pulso. Casi parece que mis letras caigan sobre las hojas empujadas por el viento.
Estoy más delgada, con los huesos porosos, envuelta en una nube de hielo.
Hija, envíame otro libro. Sé que no está permitido escribir cuando se está muerto, espero que no me maten por ello. Ah! Y una mudita de ropa. Quiero estar presentable para el juicio.
No olvides, cuando llegue el turno de tus vacaciones, contratar un apartamento más amplio, esta constructora es un timo. También recuerda llevar linternas, hojas y pluma. Porque después de la muerte la mente vive.
Besos de tu madre y un hasta siempre mejor que un hasta pronto
Solo setecientos treinta días y millones de noches-
Te quiero.
Os ofrezco este texto desde lo más profundo de mi corazón. Cris.

Por: Beatriz Favre
Sabemos que la distancia nos va dejando cicatrices en el alma
Cuando afuera la lluvia llora la ausencia, ahuyentando presencias, que nos hace daño, desde antaño, y seguimos las huellas que dibujamos, de sueños tantas veces soñados
ése despertar añorado que por tanto desearlo se nos hace pedazos, teniendo todo sin que nada nos separe
Somos causa y consecuencia de éste amor constante,  que no peca de excesivo, ni es obsesivo, que no va de prisa, y no nos deja en pausas…que nos une comprendiendo lo incomprensible
Aunque nos duele querernos y extrañarnos, sentirnos desgastados de soledades compartidas y  asumidas, entendemos que éste cariño es como río que sigue su cause, quitando las piedras del camino  para desembocar en el mar de lo previsto, improvisando encuentros deteniendo el mundo en el mismo momento que destronemos la distancia y todas las respuestas estén dadas  tan solo en una mirada




Un día como hoy... (Patricia Lanfranch)
...tan especial y tan magnífico por cierto, anoche decidí después de mucho tiempo en comenzar a contar lo que voy sintiendo, vivenciando, conmigo, con vos, entre nosotras. Riendo, llorando, cantando, bailando, en definitiva...viviendo!!!!

Porque "Las Lanfranchi"??? porque será nuestro, de las tres...por momentos le daré un lugarcito a mi madre, que no es Lanfranchi, solo lo adquirió de rebote por mi padre y a mis hijas (como buena defensora que soy de la mujer) consideré que ellas debían llevar mi apellido también, dado que las tuve tanto tiempo dentro mío, no es verdad??, bueno yo creo que sí, por eso aquí estamos "Las Lanfranchi"!!!! , cada una con sus sensaciones, con sus inquietudes, con su visión ante la vida, a la edad de cada una y con muchas cosas en común, unidas por un infinito amor, por una actitud super divertida ante la vida y positiva.

A partir de hoy comenzaremos a compartir algunos de nuestros días, lo que pensamos, los chistes, los llantos, las locuras, los sueños, el amor, por sobre todo el amor por la vida!!!!


Primer capítulo: Quinda y Milano
         Milano se levantó de su sillón y se dirigió hasta donde la princesa, llegó, se quitó la gorra,  y le susurró en sus oídos algo que nadie debió escuchar, aunque se han movido las comisuras de sus labios como el que está pronunciando un poema totalmente romántico, eran palabras que ni el viento era capaz de llevárselas, ni el aire era potente empujarlas a los oídos del público, sí, eran palabras, y de esto todos estaban seguros, pero quién podría descifrarlas o entender el susurro de las comisuras de los labios, sabe Dios qué palabras eran! Acto seguido, ella se puso asombrada, sonrojada, su corazón empezó a acelerar y los latidos a cantar al son de las sensaciones que apenas las entendían los pastores que se habían enamorado de ninfas en prados mansos donde se escuchaba sólo el chorreo de las aguas que nutren de vida la espesura de las hierbas. Volvió a ponerse su boina, la miro sonrientemente, se dio media vuelta, abrió la puerta y salió.

         La princesa se llamaba Quinda, ni era alta ni baja; era de mediana estatura,  pelo oscuro, y de lejos se veía pelirrojo, su piel tenía una blancura de nieve, pero ella era más hermosa, bonita y elegante que Blancanieves,  ojos oscuros y cerraditos que inspiraban paz, cariño y ternura. Era la hija del rey Quintero en cuyo reino nunca se ponía el sol. Dios ha creado muchas cosas bonitas en este planeta, unas han sido vistas, halladas, vividas y otras sólo imaginadas. Habría que meditar y contemplar el universo y ver qué obra tan artística es, esto nos lleva a descubrir ¡qué artista  es el autor de esta obra tan bella y completa!

         Milano era  poeta y hortelano, cultivaba y cuidaba una huerta que fue lo único que le dejó su padre como herencia. Tenía veintitantos años, dedicaba mucho tiempo a su huerta donde había todas clases de flores y de todos colores, silvestres, jazmines, margaritas, orquídeas, rosas, tulipanes, lirios, claveles, violetas, narcisos, iris, anémonas, peonías girasol... Durante la tarde se le veía siempre regando sus plantas que daban un carácter artístico y coherente, era la mejor huerta del pueblo, Milano tenía un conocimiento profesional de jardinería, era el único que tenía la habilidad de salvar las huertas muertas, sabía mil y un trucos para mantenerlas sanas y hacerlas vivas con su magia artística que consistía en tres principios de las que él no podía desprenderse: la paciencia, la emoción y el amor por lo que hacía. Había también un banco de madera donde se sentaba a leer libros y componer poemas. Su casa estilo rústico, el portal bien decorado con plantas que subían verticalmente en las paredes como serpientes inmortales, era una casa muy bien situada…

         La cosa empezó entre Quinda y Milano, aquel día de primavera cuando ella estaba cruzando el pueblo en una carreta de prestigio tirada por cuatro caballos, dos blancos, uno negro y otro castaño. Justo cuando pasaron cerca de la casa de Milano, ella había divisado aquella fabulosa  huerta llena de flores de diversas especies que hechizaban las miradas de todos los observadores. Preguntó a sus criadas por el dueño de dicha huerta, le contaron que era un chico moreno vivía ahí solo, por lo que despertó más curiosidad en ella, e hizo otra pregunta- ¿y quién cuida la huerta? Sonrieron humildemente y respondieron que era el mismo chico. Quinda no entendía muy bien qué casa tan rara tenía Milano. Ella solía vivir en un palacio tan grande y con inmensos jardines donde  se podría realizar corridas de caballos  por eso no captó ver un pequeño paraíso fuera del palacio, le era difícil asimilar que había cosas bonitas fuera del castillo. Realmente se quedó tan pensativa, asombrada y emocionada…

         Mandó parar la carreta, se detuvieron los cuatro caballos y se detuvo la carreta, se abrió la puerta, primero se asomó un rostro blanco, hermoso luego apareció una muchacha, vestida íntegramente de blanco, elegante. Empezó a andar perfecta y lentamente como una reina, algo extraviada, las criadas seguían la escena, habían fijado los ojos en el fondo de la huerta cuya superficie eran flores bailan al son de un aire suave que besaba las mejillas de Quinda. Atravesó la puerta del jardín, entró, se paró en medio de la huerta, miró a su alrededor, extendió sus manos y alzó su mirada hacia el cielo y respiró hondamente. En ese momento salió Milano, se cruzaron las miradas, él la conocía pero ella a él no, sabía que era la princesa, se quedó desconcertado, cogió una flor hermosa  y se la entregó a Quinda y con un gesto humilde la invitó a sentarse. Los dos se habían sentado sobre el banco que estaba al sur de la huerta……….

Todos los derechos reservados,
Está prohibida la reproducción de este texto
Autor del texto: Abdelbaki Hmidane
Seudónimo del autor: Don Bartoche


Bajo el sexo de Caín
Por Rubenski (México)
A José Saramago

        Ella se regodea entre las sábanas sucias de decenas de amantes. Contempla el cielo y las luces magentas desintegran sus pupilas dilatadas e inclementes. No sabe que esperar, pero espera. Tiene un presentimiento. Un lejano latido que se acerca a su piel y a sus rayos desnudos. Nunca había sentido un deseo y un furor tales como los que se manifiestan esta tarde. Fuma y contempla las siluetas del humo enrollándose entre sus dedos filosos. Ella es Lilith, bruja vampira que se alimenta de las vertebras del mundo. Colapsa sus emociones en una burbuja de metal: ríe solitaria, se abruma y se volatiliza sin encontrar los límites de la realidad. Enloquece en su atalaya. Vibra al observar las ventanas esféricas. Su piel se fragmenta y se vuelve líquido, un mar de enseñanzas míticas. Esqueleto que navega en sí mismo. Contornos irreales se imantan a las bóvedas de los sueños, y ahí se queda perdida. Recuerda entre sombras a sus hijas.
Amanece. Abre los ojos. Alguien la mira. Está encima de ella. Sus cuerpos están desnudos. La locura en sus vientres se aproxima. Hierve y ruge. No comprende que es lo que sucede, pero comienza una marea interminable que no puede controlar con sus garras. El asesino se mece violentamente sobre ella, sólo puede morder su hombro y arrancarle un pedazo de carne. A él eso no le importa, no interfiere con su salvajismo, está en trance, sin control sobre su carne lívida. Ella da un suspiro, brama y despierta. Está sola sobre su cama. Ese hombre ha sido un sueño dulce, inquietante, violento y pavoroso. Único. Recuerda su nombre: Caín. Es el futuro el que soñé, piensa. Se sobrecoge en la habitación solitaria. Su esposo está en los laberintos de la ciudad. Él tiene prohibida la entrada a la habitación de Lilith. Ella tiene a todos sus amantes perfectamente definidos, pero al hombre que acaba de soñar nunca lo ha visto, y piensa en él. Se estremece al recordar los instantes lúbricos de su sueño. Mira al cielo y las estrellas rutilantes coronan su ambición. Ahí es donde su voz se esparce y se imanta a la voz de sus violentas hijas.
Sirvientes y doncellas van y regresan de sus aposentos. Le sirven sin levantar la cabeza. Ella mira desde las alturas a su pueblo hecho un lodazal, posee riquezas, lujos. Además, un marido que se encarga de las cuestiones administrativas mientras ella dirige el cauce mágico de la ciudad, de su mundo entretejido en locura, orgasmos y costras de sangre. La sombra de Caín se yergue en sus recuerdos retorcidos. Pureza y salvajismo en sus quijadas inquebrantables, puras de rabia y deseo, amor y violencia. Llueve largo en las voces de sus ojos. Calla sin remedio. Gritos obscenos se despliegan por las habitaciones de su magnífica torre.
Una noche, desde las alturas, ve a un hombre llegar a la ciudad montado en un jumento. El cielo explota sin tregua. Colores se desatan. Sabe que es Caín. Una horrenda señal en la frente  le hace distinto al resto de los mortales. Es casi una herida. Un viento negro encima de sus ojos marcados. Su boca es gruesa y hermosa. Sus musculos torcidos dan la impresión de duras y ardientes cabalgatas por los desiertos y las selvas. De grandes esfuerzos y batallas. Símbolos se ocultan en su vientre, navegan en doble sentido. Tiene secretos, conquistas de otros tiempos. Un asesinato a sus espaldas. Sin embargo, no se repliega, continúa, se ha convertido en nómada, él que sedentario era y apaleaba la tierra sembrando hortalizas. Ofrecía sus frutos a un orgulloso Dios. Ahora todo ha cambiado, negro ha de volverse para la Tierra. Una caricia destrozada. Una voz errante para la historia del mundo. Carne insecticida que deambula en los circos obscenos. Se contrae en sus pensamientos ensimismados. Y con odio hacia Dios se enfunda en la certeza de la ruta del pasado-pasado, del pasado-presente y del pasado-futuro que lo lleva de época en época, viajero del tiempo, hasta los senos y la gruta de Lilith. Hembra eterna. Mito de la historia. Leyenda recalcitrante en la herida de las aguas. Fuego interno que se desvela en sus brillos. Potencia y furia de los abismos. Se corrompe en su luna, tan opaca y abierta a la locura, que está lista para el encuentro. Sus ojos brillan, se llenan de lágrimas. Sabe que la abandonará dejándola preñada y que años después lo verá de nuevo, y le contará historias fantásticas de ciudades y hombres del futuro: conocerá a su hijo. Se llamará Enoc. Recuerda que Caín es invencible. Lo ha soñado. Él es ahora su luz. No tiene dudas de que estará con ella en sus aposentos durante horas y horas, e inquieta se mira en los espejos para sentirse suculentamente bella cuando se encuentren. Peina sus cabellos dorados y acaricia sus caderas para encontrar el punto exacto de la seducción. Amante sin par es Caín, piensa Lilith, al recordar las embestidas oníricas. Es virgen, y su simiente es más que fértil. Semental protegido por el Sol y la Luna. Protegido por mí. Amantes asesinos. Hermanos de la obscuridad. Hijos de la llama sin fin. Caldera de besos humeantes que destruyen todos los abismos y obstáculos. Mis hijas me recordarán al igual que a Caín. Herederos de fama y eternidad. ¡He dicho! —exclama Lilith y una bella sonrisa se posa en sus colmillos.
Horas después, en una larga tarde marrón, Caín descarga por primera vez sobre ella. Y continúa. Descarga y sigue. Su potencia no conoce rival. Se encienden las llamas negras de sus ojos, la concupiscencia de sus cuerpos se exalta, se tuercen los miembros en la danza de la sangre. Ella le arranca un pedazo del hombro y Caín prosigue en sus embestidas que la hacen gritar. Pero ahora no es un sueño, Lilith está con el fraticida original, quien también tiene colmillos, y trama un plan contra Dios. Ama a Lilith tan profundamente como odia al creador. Ella le ama tanto que se cortaría un brazo o una pierna por él. Se mataría. Y sabe lo que le espera al lado de Caín. Ha leído cada página del futuro del viajero del tiempo. Él le dirá: “El futuro ya está escrito”. Lo ha visto en sus sueños. Pero también vio a un hombre, viejo e inteligente, delineando figuras, delineándola a ella y a él, escribiendo un libro donde ella es personaje, donde Caín engaña a Dios. La portada del manuscrito dice Caín. Año 2009. Es entonces cuando Lilith piensa en sus hijas. En las futuras mujeres de la Tierra. Será  inmortal, la recordarán a través de los libros y las voces de la gente. Caín también será inmortal. Su historia se repetirá una y otra vez entre hermanos que se odian. Y en medio de esos pensamientos siente la treintava descarga de Caín sobre ella.
Al fin, tendidos sobre las sábanas, exhaustos de horas y horas de encuentro, Lilith le cuenta a Caín sus sueños, le dice saber que es un viajero del tiempo, que puede ir a cualquier época, a cualquier lugar. Le cuenta sobre el escritor y el manuscrito que lleva su nombre. Él se sorprende de lo que ella ha visto, pues conoce sus secretos, el asesinato de su hermano Abel, sus vagabundeos. Es entonces que decide viajar sobre su jumento al año 2010. Un año después que el viejo escritor acabe la novela sobre su historia. Ha decidido asesinarlo. Él es Dios, a mi no me engaña, puedo acabar con él. Seguro no tiene la protección que me dio a mí.
Atraviesa vetas del tiempo, y llega a Lanzarote, provincia de Las Palmas, España. Es 18 de junio del año 2010. El anciano se parece a Abel, piensa Caín. El escritor tiene los ojos cerrados. Está soñando. En el sueño ve a un hombre vestido de azul que escribe un cuento sobre su última novela. El título es “Bajo el sexo de Caín”. Lee la historia pero no alcanza a leer el final del cuento porque un dedo toca su hombro, y se despierta sobresaltado en horror. Ve frente a él a Caín con los colmillos desdoblados y a su jumento detrás. Una roca se estrella sobre su frente y se parte en dos su cráneo. He matado a Dios, ahora ya nada podrá hacernos daño, amada Lilith —dice Caín. 

 

Dibujo de: Ernesto Guerrero es Pititore o“El Piti” Creador del Cuma-Art, ilustrador, muralista (Chile)

La Política y "La Política" Por Alex de Valente
Dentro de la reflexión clásica el concepto de Política ha sido: "... la ciencia que se resuelve en el arte de conducir a los pueblos desde sus más bajos estadíos de barbarie hacia las más altas cumbres de la civilización."

Siempre he sostenido que no todo tiempo pasado fue mejor, pero al reflexionar sobre la "modernidad" de nuestro actual mundo y visualizar objetivamente que lejos de ascender hacia las altas cumbres de alguna civilización, como que nos enredamos cada vez más en la bazofia de la demagogia, de la retórica, de los malos entendidos premeditados etc... y me veo en la necesidad de replantearme a mi misma lo que siempre he pensado, y es a lo mejor entre los clásicos donde podemos buscar y encontrar la clave para re-orientar la dirección que a partir de cada gobierno puede y debe hacer el Estado, entonces es preciso desempolvar, revisar a los viejos y a los clásicos ... se vuelve un imperativo moral el esculcar en el pasado de nuestro mundo, de nuestra humanidad para lograr encontrar algo que nos pueda ayudar a remontar el vuelo como humanidad para arribar a otro momento de oro.

No hay eclecticismos que valgan, por lo menos eso es lo que históricamente se ha podido comprobar con el correr de los tiempos.
Estamos cerrando un círculo que siempre ha existido y en donde se han venido ensayando tiempos ha, una gama de posibilidades políticas en el difícil arte de gobernar.
Por lo tanto, nos encontramos a las puertas de una nueva era en el ascendente y difícil camino a una nueva edad de oro. Hasta dónde llegaremos en esta nueva vuelta a la espiral.

Estamos en medio de momentos no sólo de incertidumbre, sino más bien de desubicación, pero hay que volcarnos a cada uno de esos momentos de la humanidad en los que históricamente se ha pasado por lo mismo. Las señales son claras: desastres naturales simultáneamente en varias zonas del planeta, guerras intestinas entre grupos radicales, enfermedades que se creían controladas arremeten nuevamente y con más fuerza, crisis de valores, delincuencia incontrolada y cada vez más profesionalizada... y así una larga serie de señales que nos colocan en una "nueva Edad Media"
Ahora bien, ¿qué es lo que está pasando, no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero?
Sucede que no estábamos preparados, no sabíamos que nuestras condiciones actuales son consecuencia causal del desarrollo normal y natural de nuestro planeta con nosotros dentro de él.

¿Cómo salir a corto plazo de este momento? No, no hay salida a corto plazo y no existe "una respuesta" sacada de la manga... es necesario iniciar un proceso, pensar, reflexionar y así poco a poco ubicarnos para dar el salto a una nueva etapa.

Es irónico, la Política en aquellos remotísimos tiempos no era hecha únicamente por los funcionarios del gobierno a cargo del aparato estatal, bastante artesanal por cierto, pero no por eso ineficaz. La Política se hacía en el día a día y más bien por los protagonistas de la vida social, y los protagonistas de la vida social eran todos.

Es simple.

Los hechos actuales, los de este momento nos dan a entender que la Política, los políticos partidistas la resuelven en "hacer las cosas a nuestro modo" y dentro de ese hacer, aprovechar al máximo las ventajas que conlleva estar arriba mandando... y para justificar esos abusos hay mil excusas.

La filósofa argentina, DSG, aún viva, comentaba en una de sus conferencias magistrales que "para aquél que no está preparado, las alturas marean... y que es mejor andar en los valles, allí donde los caminos se cruzan".

¿Qué tan preparados están nuestros sendos funcionarios de gobierno para llevar en estos tiempos a nuestros pueblos de los más bajos estadíos de barbarie hacia las más altas cumbres de la civilización, y en consecuencia a buen término sus sagradas misiones gubernativas?

Repito, hay que volcarse a la enseñanza de los clásicos... ahí hay muchas claves que serían útiles.


Trapantojo
 Edward Collier: “Cartero”, ca. 1698. North Terrace Adelaide, Art Gallery of South Australia.

Eduardo Martinez Dambolena
LA MUJER ESTABA SUSPENDIDA A DOS METROS DEL SUELO.
UNA CUERDA GRUESA ATADA A SU CINTURA LA MANTENIA INERTE,
AHI...EN EL VACIO.
EL DOLOR ERA ATROZ.
FINAS Y LETALES ASTILLAS DE BAMBU ESTABAN CLAVADAS BAJO LAS UÑAS
DE SUS PIES Y MANOS.
LE HABIAN ARRANCADO LOS DIENTES, UNO POR UNO, Y EL TRABAJO
HABIA SIDO REALIZADO CAUSANDO TODO EL DAÑO POSIBLE EN SUS MAXILARES.
LAS MUJERES IBAN Y VENIAN POR LAS HABITACIONES DE LA CASA.
MADAME LOU DIRIGIA TODO.
UNAS COCINABAN.
OTRAS LAVABAN LA ROPA.
LAS MAS JOVENES Y BONITAS ENTREGABAN SU CUERPO A LOS 
HOMBRES DEL EJERCITO.
ERAN TIEMPOS DE GUERRA Y HABIA QUE CONSOLAR A LOS HOMBRES COMO SEA.
LA MUJER TORTURADA RECOBRO EL CONOCIMIENTO.
LA AGONIA ERA TREMENDA.
AL MENOS LOS PERIODOS DE INCONSCIENCIA LE DABAN UNA TREGUA.
UNA DE LAS MUJERES QUE AFILABAN LAS CAÑAS DE BAMBU SE PERCATO
DE LOS OJOS ABIERTOS DE LA PRISIONERA.
LA MUJER MENUDA FUE Y SUSURRO ALGO EN LOS OIDOS DE MADAME LOU.
LA VIEJA MADAMA SE LEVANTO DE SU SILLON .
SUS PIERNAS LA LLEVARON DONDE LA PRISIONERA.
LA SANGRE QUE CAIA DEL CUERPO DE LA INFORTUNADA HABIAN DEJADO
UN GRAN CHARCO EN EL SUELO.
MADAME LOU MIRO A LA SACRIFICADA Y LE OBSEQUIO UNA MONSTRUOSA
SONRISA,
_ QUERIDA NIÑA...NO ESTAS NI CERCA DE SENTIR TODO EL DOLOR
QUE SOY CAPAZ DE CREAR, CREEME LO QUE TE DIGO, ESTAS EN EL UMBRAL
DEL SUFRIMIENTO..PUEDE DECIRSE QUE TU VIAJE RECIEN EMPIEZA..
Y TODO POR QUE??....POR INTENTAR TRAICIONARME....
_..MMMMATAME.......POR.....VOR....,
LA BOCA SIN DIENTES ENSAYABA UNA SUPLICA.
_ NUNCA QUERIDA...NO VOY A DARTE ESE CONSUELO, MORIRAS
CUANDO YO LO DECIDA, MEREZCO UNA SATISFACCION POR EL DAÑO
QUE INTENTASTES INFLIGIRME..A MI Y A TUS HERMANAS..HUIR
CON ESE JOVEN??.....DEJARME A MI SIN LOS BENEFICIOS DE TU CUERPO??
PERO DONDE SE VIO TAMAÑA OFENSA??....
LA VIEJA SE RETIRO .
ERA LA HORA DE EL TE.
LA MUJER SIGUIO ALLA EN LO ALTO.
SOLA EN SU AGONIA.
AL FINAL, CUANDO ERA LA HORA DEL PERRO, LOS HADOS SE 
APIADARON DE LA POBRE Y SE LLEVARON SU ALMA.
MADAME LOU FUE INFORMADA DE INMEDIATO.
SU MIRADA SE PERDIO EN EL JARDIN POR UNOS INSTANTES,
Y SE HIZO MAS OSCURA QUE DE COSTUMBRE.
LUEGO PARECIO RECUPERARSE, SONRIO Y DIO INSTRUCCIONES
PARA QUE FUERAN A LAS BARRIADAS POBRES A RECOGER
CHIQUILLAS HARAPIENTAS, EL BURDEL NECESITABA CARNE FRESCA.



Música y poesía. En una misma lira tocarémos (canto V.)
Grabado de Manuel Salvador Carmona sobre dibujo de Gregorio Ferro, incluido en la primera edición (Madrid, 1779) del poema “La Música”, de Tomás de Iriarte


Historias enfrentadas. Por: Graciela Amalfi.
Escena I
El agua corre oculta, atraviesa el agujero del camarote, se choca con algunas ratas hambrientas y las ahuyenta. Sigue… espanta a unos tachos amontonados en un rincón, los que caen al piso haciendo ruido a lata vacía. Hay roedores colgados de los tachos, queriendo calmar su carácter famélico. Tontos bichos, si en esos recipientes ya ni comida para ratas queda. Se terminó todo. Todo es oscuridad, hasta la luna se va. Sale corriendo ella también frente al infortunio de un barco perdido en ultramar.
Se pierde la noche, las olas se hacen grandes, cada vez más poderosas. Los esqueletos de los piratas se chocan y hacen ruido a huesos secos, miran como si quisieran salir y escapar de su prisión. “Escapar”, ya no hay tiempo para pensar tonterías. El tiempo de la huída, del sálvese quien pueda… pasó, se fue a otro lado.
La madera está muerta como las tibias, los peronés y las clavículas de los hombres que alguna vez fueron. Una bandera hecha un trapo andrajoso y mugriento que ni siquiera sirve para secarme estas lágrimas que acaban de aparecer por mi cara. Tontas lágrimas y tonto yo. Acá parado en medio de un barco abandonado, el que pensé que sería mi salvación. Salvación rodeada de oscuridad, muerte y abandono…
Y el agua que corre y me moja en este camarote que todavía resiste la torpeza del capitán y la bronca de la tempestad. Apenas puedo tomar apuntes, no se ve bien y afuera más agua, la del mar y la que cae por esta lluvia de días. No puedo ver el sol y tengo hambre como esas ratas mugrientas que corretean y pasan a mi alrededor y los tachos… sin comida. Tengo frío, tengo hambre, tengo fiebre, tengo nada. Yo también quiero escapar como estos huesos que ruedan por el piso. Cómo diablos llegué acá, no lo recuerdo, mi cabeza no funciona, mi mente está en blanco o mejor sin colores. Acá no hay tiempos para colores, ni para funcionar, ni para recuerdos…
Y la mesa está lista, mi plato preferido preparado para digerirlo como si fuera la última vez. Le agrego queso y la cosa está más rica. Mi perro descansa en la alfombra, me mira como preguntando con quién estoy hablando si no hay nadie conmigo. Sólo él y yo. Mi perro y yo. Me sirvo un vaso de vino. Rico vino que me regaló Ignacio. Lo trajo de una bodega de La Rioja, hace un tiempo bastante largo. Me sirvo un vaso y otro y otro.
Intento recordar… ese barco, las ratas, los huesos. Las ratas corriendo alrededor de mí y tocándome los pies. La fobia por esos bichos escurridizos, que no paran y que chillan y me miran y quieren penetrar mis ojos. Sus ojos y los míos se enfrentan en un litigio sin formas, en el que sé que perderé. Como en el barco, pierdo acá también.
Abro otra botella y la tomo sin servirla en una copa, para qué perder el tiempo en eso. Acá lo que falta es tiempo, tengo que apurarme, las ratas ya están corriendo por mis brazos y mis piernas, el chorro de agua me está ahogando. Todo el vino que tengo en casa no me alcanza para entrar en razones y saber qué está pasando.

Escena II.
El tren llevándome sola por un lugar desconocido. Sola. Y la locomotora que cada vez va más rápido, no hay nadie, ni conocidos ni de los otros. Literalmente nadie. Ni un miserable animal, nadie, sola en medio de esa carrera a la que me obligaron, yo no quería estar acá, pero este tren apareció así de golpe, sin presentaciones, ni posibilidad de elección. Su furia es arrolladora, cómo hago para escapar. No puedo bajar. Mi vista se nubla, no veo bien, quiero gritar, tampoco puedo. Igual grito, pero de mi garganta no sale ni un mísero sonido. Las vías me miran con una risa burlona invitándome a abrazarlas. La máquina sigue corriendo y aprieta las vías y me aprieta a mí. Ahora casi no puedo respirar. Todo me alucina, la impotencia me acurruca en su pecho, “arroró mi niña”. No hay sol, ni luna, ni siquiera cielo. Desespero. Desespero y busco una salida. El tren sigue, las vías también.
Camino hasta la locomotora, quiero conducirla, no sé hacerlo, lo intento. La loca máquina no me obedece, parece estar guiada por cuerpos etéreos, fantasmas salidos de un libro de pesadillas. El tren corre veloz, salpica todo lo que está a su paso, sale del carril que le marcan los rieles. Sé que como yo va en busca de algo. Aminora su marcha… llega. Enfrente del tren hay un barco abandonado y en el medio, estoy yo, mirando para todos lados sin saber quién soy.

Escena III.
Mientras un hombre con ratas colgadas de sus ropas sale de un barco siniestro, una imagen espectral de mujer cae de un tren. Abandonados los dos, se miran, se observan, parecen entenderse.
Llegar hasta la isla que está enfrente se hará más fácil si lo hacen juntos. Marchan: él, sacudiéndose las ratas, ella, sintiéndose segura con los pies en la tierra.
Prefieren no mirar para atrás. No lo necesitan. Los dos saben que a sus espaldas queda un barco carcomido por la soledad y un tren avasallante detenido. Ese tren y ese barco que intentaron tragarlos, pero no pudieron hacerlo.
Ahora… los huesos de un hombre viejo se acomodan para tirarse al sol en la isla de su historia y una imagen sin contornos elige un lugar a su lado.
Graciela “Boticaria” Amalfi.
“L’Espaignol”, grabado de Cornelis van Kittensteyn sobre diseño de Dirck Hals, nº 4 de la serie “Trajes en Europa”, 1615-1625.
Juan Ignacio Burguete Albalat (Spanish painter) 1945 

Latidos narrativos 1. Por: Adán de Maríass [Perú]
    En estos últimos meses no he leído los libros que me siguen esperando. El factor tiempo y los oficios para sobrevivir me quitan espacios donde ya no me siento cómodo. En estas odiosas circunstancias cedo.

Abro la refrigeradora y encuentro una botella mejor no especifico cual es su contenido, ustedes adivinen o sorprendan a su imaginación, puede ser leche, vino, yogurt, cerveza, licor de coffee o puede ser una botella llena de aire de algún lugar que ya no registra mi memoria.

Me dejo caer en ese sólido sillón que tiene la apariencia de no haber sido nunca comprado. Uso ese sillón mientras se me antoja ser el detective de mis propios recuerdos.

Desde mi distancia veo que la puerta está abierta y unas huellas que salen de la casa, a mi derecha sobre la mesa sin mantel una pequeña torre de platos para lavar, y unas sillas en el suelo con un único propósito: llamar la atención.

Me quedé dormido pero seguí escribiendo, tecleando y tecleando hasta que empezaron a originarse los colores de un nuevo amanecer; al despertar vi con legañoso asombro que todo lo escrito está al revés.
© Adán de Maríass [Perú]
 George William Joy (Irish painter) 1844 - 1925 The Bayswater Omnibus, 1895
La tierra quiere la sangre
Por Juan Felipe Galindo Márquez
El universo está constituido en esferas, concéntricas de alguna manera, pues toda esfera contiene otra más pequeña y está contenida a su vez en otra mayor. El hombre y la mayoría de seres por él conocidos han habitado esta esfera específica a la que llamamos Tierra. Si reducimos la mirada encontraremos células, núcleos, moléculas, átomos y partículas subatómicas que danzan poseídas por su específica carga eléctrica. De manera análoga, si ampliamos nuestro punto de observación, las esferas se dilatarán y encontraremos galaxias: entes gaseosos, esencias vívidas que habitan el universo y contienen en su plasma soles y planetas.
Que hasta un momento determinado el hombre desconozca estructuras mayores o menores no impone un límite, es solo el estado actual de su conocimiento. Esferas de capas concéntricas, es la conformación presente desde la célula hasta el globo terráqueo. Los humanos siempre buscamos nichos dónde establecer habitáculos. En este planeta habitamos la bóveda formada entre la corteza terrestre y la capa de la atmósfera más próxima a nosotros, es fácil deducir entonces la naturaleza intersticial humana.
La sangre derramada, si es absorbida por la tierra, la alimenta y fortifica, la hace prolífica para el cultivo. Pero si es en el agua disuelta, además de debilitar sus propiedades intrínsecas, se esparce descuidadamente por el globo entero. El flujo de las aguas es una red que conecta ríos y mares, y en su ciclo continuo y eterno conecta también con la bóveda celeste al evaporarse y nutrir las nubes. Sería fácil ignorar el riesgo de tal flujo, alegando su carácter natural y obligatorio, pero debe tenerse en cuenta que existe un orden más sutil, que conjuntamente con los físicos ciclos naturales trabaja para mantener el equilibrio de toda la existencia.
Que los ríos fluyen, los mares azotan y los seres mueren para alimentar la tierra de donde nacerán sus hijos es un hecho; pero, qué decir de la información, de los rumores que, aunque fluyen también en un ciclo natural y orgánico, describen un curso más complejo; nunca se repiten, pues aunque puedan describir un ciclo completo y volver al mismo punto, este ya no será el mismo lugar, ya que en su tránsito el rumor modifica la esencia del lugar transitado, e  incluso el mismo rumor se modifica en su curso pues su naturaleza es siempre cambiante.
Por esto debe dirigirse y curarse el curso que estas informaciones describan. ¿Qué sería de la humanidad si el crimen de un noble hombre no fuera olvidado? o por lo menos resguardado, y llegara a oídos de los dioses una narración alterna de los acontecimientos en la que el noble hombre no cede su vida orgulloso ante el asesino, sino que suplica y pide a los dioses por su vida como no lo hace ni el más vil de los animales. Esto acarrearía la muerte de la humanidad entera (como ha ocurrido ya en sucesivas ocasiones), pues ningún dios quiere conservar la vida de una humanidad ya vencida, abnegada a sus designios, suplicante y arrastrada.
Lo que nos mantiene vivos es nuestra insurrección, nuestras recaídas y blasfemias, nuestro carácter veleidoso e inconstante. Si nuestros dioses nos saben convencidos y piadosos, esto los hace innecesarios, y ante su inminente destrucción nos prefieren destruidos a nosotros que también nos hemos hecho innecesarios.
En momentos claves del devenir cósmico se presenta a alguno de los hombres una información que debe cuidar, corregir su curso, o guardar eternamente (la mejor forma de guardar es olvidar). Si esta información cae en un medio equivocado y fluye en un curso peligroso que llega a boca y oídos de quien no debe, las consecuencias seguro serán terribles. Un ejemplo clásico es el chisme y sus fatales desenlaces.
Cuando el equilibrio de la información es alterado debe resarcirse por medio de un ritual que invoca lo femenino. Deben abordarse rutas descendentes que conducen a cuevas, intersticios o grutas; estimular un poco las entrañas de la tierra y encontrar allí, entre sus pliegues, el altar a la restauradora deidad femenina. Se le ofrece en tributo un feto contenido en alcohol, la deidad complacida beberá el licor de esencia infantil sazonado, haciéndose veleidosa, antojadiza y ligera, esto la pone en condición y facilita la obtención de sus favores. Sin embargo, dejar las cosas a este punto sería torpe y arriesgado, es arma de doble filo, pues la diosa al no complacer sus antojos se hace furiosa y destructiva, no responsable de sus actos. Por eso la ofrenda debe ser completa, pues el licor estimulante aguza también sus ansias, se le antojara un bocado y deliciosa tragará al infante; entonces, estimulada y satisfecha, se regulan las funciones todas del universo y el orden prosigue.

Jeroglífico. Giuseppe Maria Mitelli, “La Musica sicura”, 1691, 228 x 175 mm.


De la dificulta de dialogar
 Por: Sergio Espinosa Proa
Quiero escribir, pero me sale espuma César Vallejo,
Intensidad y altura
Apenas tenemos idea de lo endemoniadamente difícil que es dialogar. Uno vacila en decir algo, y en el mismo momento en que se profiere la frase se está arrepentido; hay que “defender” lo que se ha dicho, o explicarlo, o dar razón de su mera existencia de frase. Si el interlocutor se encuentra de buen humor, podrá aceptar sin objeciones lo dicho; tampoco se estará a gusto con ello. El otro podrá oponer un argumento o una historia similar, o más interesante; qué fastidio. Dije algo, forzado a ello, y ahora tengo que escuchar a mi prójimo. Para dialogar, uno u otro han de condescender. Me invitan a decir algunas palabras en un evento de tipo académico; al terminar, casi siempre a las carreras, sufriendo papelitos entregados no muy discretamente por las edecanes de “Le quedan cinco minutos”, se abre la “fase” de preguntas y respuestas. Nunca las entendemos bien. Nunca se puede “responder”, uno parlotea dando palos de ciego. Qué difícil “acertar” con una respuesta mínimamente satisfactoria (las más de las veces por lo incomprensible o lo francamente impertinente de las preguntas). Es indecente ese parloteo al que con frecuencia nos arroja el “diálogo”. Se termina la conferencia y lo que uno quiere es dar las gracias y dirigirse primero al mingitorio y enseguida a nuestra casa. Algo muy parecido a lo que ocurre en la posición de escucha, de “auditorio”. ¡Que diga ya lo que tiene que decir y que nos deje retirarnos! Como eso no sucede, le incordiaré con preguntas necias y maliciosas. Tomaré la palabra, pero sólo para atormentarle, para al menos ponerle incómodo.
Parece imposible ajustarse a la máxima del sultán que ordenó el incendio de la Biblioteca de Alejandría: si está de acuerdo conmigo, sale sobrando; si no, más todavía. Es rarísimo que alguien intervenga en el diálogo por tener realmente algo que decir. Se habla indefectiblemente por “razones” más pedestres: el que habla está impelido a hacerlo. Me ha colmado el plato con eso de que “la educación es diálogo”. A veces es por un motivo inverso: le haré una pregunta para hacerle sentir bien, pues con esa cara de congoja y desamparo me ha conmovido. Ha hecho “uso de la palabra” y eso no puede graciosamente pasarse por alto. Hay algo heroico en su gesto. Hablar nos compromete, y normalmente uno está harto de compromisos. Me parece irrebatible que uno habla porque tiene que hablar, y obligados a eso o a cualquier otra cosa el resultado no puede ser lo que se dice muy feliz. ¡Paso! El diálogo sólo comenzaría a ponerse interesante en el punto en que alguien grita, golpeando la mesa y derramando saleros y bebidas: “¡Déjenme hablar!”. Pero ni así es seguro que se diga algo que no sea banal o redundante.
Me pregunto desde ya qué hace que un discurso no siempre desemboque en el vacío —o en el basurero. Supondré, con cautela, que es la presencia de algo que no esperaba en él. No algo que no entiendo: algo que no me esperaba. Una palabra o una frase o una imagen que me saque de quicio, de balance, de “onda”. Esperamos, sin notarlo apenas, una salida (de tono o en falso). En consecuencia, el diálogo es posible si y sólo si deja pasar algo que no pertenece a su esencia de “diálogo”. Sólo en su fractura o en su interrupción, en su “discordancia”.
Por ejemplo: ¿es música el punchis-punchis? Nadie le pone atención; la “música de fondo” no es música en absoluto. He probado lo siguiente: en la planta baja de mi casa hay un antro donde de miércoles a domingo se escucha —no sin estridencia— este tipo de “música”. Enciendo mi equipo de sonido y pongo a buen volumen música digamos de Krystof Penderecki. Oscilo entre la risa y la desesperación. No es factible diálogo alguno. La no música asesina brutalmente (y sin complejos) a la música.
Y bien, tengo la firme impresión que eso ocurre en el “diálogo” normal —y no insistamos más en el académico. La plasta lingüística que conforma el habla de todos los días aplasta literalmente cualquier posibilidad de que pase algo en el diálogo. Es probable que justamente tal sea la “función” del diálogo: evitar que pase algo. Al menos, algo “interesante”. Aunque no sé muy bien qué significa esa palabra. Supondré una vez más que lo interesante es aquello que, precisamente, no (me) (nos) había pasado. El resto es un bostezo embozado por cortesía.
Así como hay “música” para no oírse, estamos nadando o chapoteando en un habla para no escucharse. El “diálogo” se reduce a un murmullo en el televisor. No significa nada; basta con que su existencia de murmullo lo sea. ¿A qué responsabilizar de que esto tenga lugar de manera tan monstruosa? Me corrijo: ni siquiera es monstruoso, es, por el contrario, lo normal.
Alguien dirá que el diálogo es soso desde el momento en que se deja comandar por la razón, o, peor todavía, por lo razonable. Suena como una flagrante contradicción en los términos: o bien es diálogo, o bien es racional. A fin de cuentas, el problema es este: ¿con quién o con qué podría dialogar la razón, si no consigo misma? La banalidad es el monólogo de la razón, la exclusión de cualquier cosa que podría sorprendernos, muy posiblemente asustarnos. El diálogo “racional” es el efecto de extirparle al lenguaje su capacidad no de asombrarse, sino de espantarse. Pues espanto es lo que parece provocar la sospecha de que algo no pueda o no quiera “comunicarse”, que no sepa o renuncie abiertamente a entrar al juego del lenguaje.
Por cierto, ¿a qué “juega” el lenguaje? No sé qué diga Wittgenstein (tal vez habrá que preguntarle), pero para mí sólo hay dos sopas: o bien el lenguaje cree en su juego, o bien no; y en este último caso se abre la posibilidad de que continúe jugando. Pues “creer” es cesar de jugar. Me explico: “creer” consiste en pasar de aquello que sabemos que es ficción, es decir, fingimiento, a darlo por cierto y necesario y verdadero. Porque —por más que los juegos van muy en serio—, lo opuesto al juego es la seriedad. Creer que decimos o podemos decir la verdad, o, peor, que debemos decir la verdad significa nada más que el juego se ha interrumpido. Fue reemplazado. Séame permitido no acudir en este trance preliminar a diccionario alguno.
Insistiré sólo un poco en lo siguiente: el diálogo es “difícil” no porque sea muy complicado obtener el acuerdo con el interlocutor, sino justamente porque en infinidad de circunstancias es lo único que busca. ¿Qué clase de diálogo es ese que teme toparse con algo o alguien que no puede o no quiere o no sabe estar o ponerse “de acuerdo”? Por paradoja, solamente cayendo de bruces en ello resultaría interesante. Pero nunca voluntariamente, o siguiendo un “plan”. ¿Por azar? Sí, pues eso podría nunca ocurrir. Con lo cual podría pensarse que el diálogo es difícil no porque tropiece con obstáculos, sino porque no puede saberse por anticipado si, en general, posee el poder de tropezar. Lo decisivo de un obstáculo es que sea infranqueable —y que en tal carácter lo afronte el lenguaje. Es que, si no, permaneceremos estáticos en el peldaño de las objeciones. Juegos (predecibles) de la razón.
El diálogo está bien —es inerradicable— entre nosotros. Imagino que nadie puede sobrevivir en el silencio total. Quizá algunos monjes, que de algún modo siguen dependiendo de la comunidad de hablantes. Pero no puede existir un diálogo saludable si lo único que se propone es suprimir el silencio o la falta de sentido, la falta de significación, la falta de acuerdo. El empeño de suprimirlo conduce directamente al insoportable hablar por hablar. Este “diálogo” es sofocante y penoso. Pero lo más penoso es el empeño de dialogar con todo lo que se halla privado de palabra. A salvo de su poder, a resguardo de su hechizo, indiferente a su gesticulación.
Lo interesante sería demorarse precisamente en todo aquello que ante el lenguaje de los humanos sólo atinaría a pensar: “¡Que digan misa!”.
Ahora bien, “todo aquello”, ¿podría dejarse pensar sin aplicarle el torniquete o el potro del diálogo? ¿Sin forzarlo por mera inercia a decir algo?

Entre el amor y la vida
Autor José Orlando Melo naranjo – Bogotá – Colombia
La primera canción de rockanblues sonó entre sus cuerdas vocales, y mis huesos se estremecieron hasta el deseo. Pensé en beberla; pues era semejante a una copa de champaña, sensual, embriagadora y lujuriosa. Sus versos me hacían enrojecer, así fue como en medio de la tarde le vi desaparecer. Entre los hermosos bosques, en medio de las flores bebía su alma; porque parecida al néctar me hacía perder la razón; entre sus pechos calientes y cariñosos. Su vida era extrema, acelerada, inquietante, siempre callada. Pero tan amorosa como la espuma de la copa que acaricia los labios y los duerme entre el amor lujurioso de la noche. Así era ella ¿cómo detenerla de practicar sus deportes extremos? Claro que no, me era imposible saciar su vigor, por ello dejaba que el entusiasmo le hiciera palpitar las células de su cuerpo sensual, armonioso, cariñoso y amoroso. El cual en medio de la nada se mezclaba con el mío, sin pedir nada a cambio. Su sonrisa angelical le susurraba a mi piel, su vos como el eco de las aguas me hacían sonreír y sus cabellos tiernos y salvajes me hacían desearla más y más. Las noches acompañadas por la música clásica y el vino; jugaban a la pareja ideal, y entre los susurros nuestros cuerpos se quemaban por la pasión. Una tarde melancólica, fría y lluviosa. Mientras miraba por la ventana, como aquellas gotas se deslizaban por el vidrio dibujando su figura. El teléfono sonó y cada palabra me cubría de tristeza, de dolor y por supuesto del horror que me producían las imágenes negras y blancas de aquellas mariposas de la desesperación que se abatían contra mi alma. Al llegar allí; la cubría un silencio asombroso, no era ella. Su cuerpo tendido como las aguas de los ríos, se mecía contra mis manos, su boca pálida y sus ojos tristes me lo decían todo sin hablar. Al quererle decir algo me dijo: calla, no me hieras, cada palabra de amor me hace daño, no siempre el amor causa placer. Déjame. Fue así como tome aquella rosa blanca que llevaba conmigo y la coloque entre sus pechos. Pasados dos meses, la tarde de verano coqueteaba conmigo y una vez más la recordé. No aguantando la agonía que me producía su ausencia me conduje hasta el parque en el que ella amaba danzar, al llegar allí la vi silenciosa, pensativa y un tanto nostálgica. Sin que sintiera la fuerza de mis pasos; la tome por la espalda. Ella como quien conoce el futuro, tomo mis manos y sin mirarme, soltó una sonrisa y me dijo: “me amas” sin decirle nada empuje la silla de ruedas y con otra sonrisa le dije: a un más allá de la muerte, recuerda ¡eres mía!

                 Poeta laudista. Imagen: Grabado anónimo alemán (anagrama WGAB), 1569.

BOLAS DE PAPEL. Por: Adán de Maríass (Perú)
 Subió hasta la azotea con ese peculiar andar del hombre que se siente tenso, contrariado, y hasta algo desaliñado. El cielo no soleado amanece triste, porque el ánimo ambiental no es el mismo de otros días. Ya instalado en la azotea, empieza a hacer un giro panorámico de 360 grados, y observa desde una altura de diez metros, la demacrada presencia de una casa deshabitada.

Día tras día, lanza algunas bolas de papel que se van acumulando en el patio trasero de la casa vecina, y lo hace simplemente porque no tiene otra cosa que hacer, hasta que un día el empleado del dueño de la casa deshabitada, aparece de la nada. Revisa, husmea por aquí, por allá, hasta encontrarse con un pequeño cerro de bolas de papel. Picado por la curiosidad, decidió desarrugar algunas bolas de papel, y ver que contiene, después de espiar sigilosamente quien es el extraño depositario de estas bolas de papel, esto ya parece el sorteo de algún producto publicitado, mete la mano para sacar el papelito ganador.
-Bueno seré el notario-se dijo ocurrente.
Lo primero que lee lo deja atónito. Se sienta en un sillón, y empieza a leer los asuntos privados de la vida de esta persona, atormentado por sucesivas frustraciones. Se detiene un momento, y piensa intrigado, ¿quién será esta persona?, el dueño de la casa la tuvo cerrada durante cinco años. Decidió (aprovechando el repentino viaje del dueño, quien lo mandó a limpiar, ya que tiene intenciones de vender la casa) tomarse el debido tiempo, para intentar en lo posible, darse el trabajito de leerse todo ese cerro de bolas de papel, no vaya a ser que mañana venga el dueño.


Primero se cambió de ropa, limpió las cuatro habitaciones del segundo piso, pasó el trapeador en el piso donde antes ha barrido todos los desperdicios. Así estuvo unas horas hasta que hizo una breve pausa. Ya era la hora de almorzar, aunque sea un sánguche de pollo, y beber unos buenos sorbos de chicha morada. La ansiedad del hambre tocaba insistentemente las puertas digestivas de su amplio estómago. Abrió la bolsa de plástico, sacó el sánguche de pollo, giró la tapa de la botella de chicha morada, y mientras comía pensaba.

Imaginó que el dueño entraba a la casa, y al ver ese cerro de bolas de papel, le ordenaba que le prendiera fuego, yéndose de ese modo todas esas confesiones, escritas por alguien a quien él tiene ganas de conocer. Horas después cansado de tanta limpieza, y habiéndose leído unas cuantas bolas de papel, es obvio que le tomaría muchos meses leerse todo ese cerro, tiempo del que no dispone, porque el dueño cuando se va de viaje, nunca dice cuando regresa, cae sorpresivamente, en el momento menos pensado, por último ese cerro no es obra suya, y ya tiene que buscarse varias bolsas para botarla, sino qué explicación le va a dar al dueño.

Días después, cerca de las seis de la mañana, el empleado entró sigilosamente a la casa, se fue esta vez directo al tercer piso, en esa habitación había dejado la cortina cerrada, despacito hizo un pliegue en la cortina, asomó un ojo, vio como aquella persona no muy alta digamos, sacaba del bolsillo de su saco, unos papeles, lo arrugaba, le daba forma de bola de papel, mecánicamente levantaba el brazo, e intentó lanzarlo pero se detuvo, de pronto vio como se agachaba, mientras él oía ruidos como si alguien entraba a la casa.
-¡Fidel! ¡Fidel!-exclamó el dueño-. Baja quiero hablar contigo…
-Como está jefe, ordenaba sus enciclopedias para meterlas en una caja, tal como usted me los ordenó.
-Qué bien, me imaginó que ya terminaste, o recién te has puesto a limpiar, ojo que tengo muchos días fuera, y por lo que veo, (el dueño de la casa empezó a recorrer todo el primer piso) y esto, ¿qué hace aquí?
Fidel tuvo que adelantar una posible explicación, mientras el dueño de la casa movía los brazos con cierta molestia. En ese momento con cierto retraso cayó otra bola de papel, pero el dueño de la casa no lo advirtió, pero Fidel sí.
-Alcánzame ese bidón.
El dueño de la casa roció con un litro de gasolina, todo ese cerro de bolas de papel, nuevamente cayó otra bola de papel, pero ya ninguno de los dos lo advirtieron. En cuestión de segundos ardió todo ese cerró, hasta quedar un breve mar de cenizas.
-Jefe, no hubiese sido más fácil botarlo en bolsas de basura.
-¿Y qué has hecho durante estos días?, seguro que te has ido donde la Manuela, a la pobre la llenas de hijos, eres un maldito irresponsable, cuantas oportunidades te sigo dando, y no quieres entender, ya me estoy cansando de ti, y ahora te dedicas a escribir en esos papelitos de mierda tus mea culpa, te das golpe de pecho, y así quieres lavar, y enjuagar tu conciencia.
-Jefe se lo juro no he sido yo-suplicó Fidel.
-Ha sido…-señalando hacia arriba.
-Ahora caigo, le estás echando la culpa a Dios, de tus malas conductas, sabes que, vete de una vez, antes que meta tu cabezota en esas cenizas.
-Jefe…
-Ya, vete-le ordenó, dándole la espalda, y dejando caer el bidón.

Desde el suelo el bidón dejó escapar una larga línea de gasolina, que fue nuevamente hacia ese breve mar de cenizas donde solamente una llama casi extinguida reavivó el fuego de esas confesiones desesperadas, y quien sabe tal vez injustas.
© Adán de Maríass (Perú)
 
Óleo: Sir George Clausen - "Summer in the fields"


Soy este instante. Por: Carlos A. Caposio
De los tres que éramos, dos ya no están. Aunque los veas a mi par, ya no existen, son sólo fantasmas, sombras al costado.
Uno, el que vino con mi sangre, el que atosigaba con un dios que espía las acciones, el de mis antepasados, el de las costumbres. A ese, lo ahogué hace instantes en el lago, cansado de mirar hacia atrás.
El otro, el del porvenir, el que siempre miraba para adelante y proyectaba, también está muerto, ya no me regatea más, ya no hace que ahorre para un futuro que siempre es tan incierto, ni hace que deje las cosas a medio terminar. A ese lo ahorqué con la totora, con ese junco verde con el que hacen las islas flotantes.
Los dos murieron, el del pasado y el del porvenir. Los dos quedaron en este cuadro, en este paisaje, mirando hacia la nada.
Yo, el único de los tres, ahora les doy la espalda, y me voy a tierra firme a seguir viviendo el presente, porque yo soy ahora, soy este instante.

 
Óleo: Charles Courtney Curran (1861- 1942)

Dos auroras (Juan Martín Salamanca)
Noviembre, 1973. Aquella botella de tequila está casi vacía, pero su propietaria sigue sedienta. Tiene sed de cariño, se le ha ido su hermano. Era más joven que ella, pero le gustaba el trago, quizá demasiado. Una cirrosis hepática se lo llevó hace unos días. Ella lo llora, y repone sus lágrimas con el licor de maguey. Su hermano era alguien importante en ese bar, el Tenampa, y en toda la Plaza Garibaldi. Los mariachis lo recuerdan. Ella no canta, permanece sola, en silencio, con su vaso, refugiada en su rojo poncho.
México se encuentra en una situación delicada. La crisis económica mundial lo ha alcanzado y, mientras, se desangra entre las acciones de grupos paramilitares y las matanzas contra estudiantes ordenadas por el Gobierno. Pero esa semana, toda la república no tiene llanto más que para él, para el rey, que ha dejado una nación huérfana y a esta dama desconsolada.
Lo amaba, no como una mujer, sino como una hermana. No eran hermanos de sangre, pero dos hijos de la misma madre jamás llegarán a quererse tanto como ellos. Desde su muerte bebe, bebe para tenerlo cerca, para comunicarse con él. Usa sus poderes de chamana para estar a su lado. Una pareja entra en el bar. Él parece un prestigioso licenciado con más de medio siglo de vida a cuestas. Ella, una elegante mujer que rondará los cuarenta y cinco. Se sientan en una mesa, cerca.
La llorona se ha entregado a los recuerdos. Por su mente pasan difuntos queridos: su hermano, su amigo Diego y la esposa de éste, Frida, capaz de despertar en ella terribles pasiones. Sin embargo, por lo que se refiere a pasiones, ninguna le dejó tanto desasosiego como la mujer del licenciado, que comparte mesa junto a su marido a escasos metros, sin saber de quién se trata, sin recordar cómo se conocieron en El Alacrán casi veinticinco años atrás.
La dama del poncho había pasado ya de la treintena, y comenzaba su carrera como cantante en los peores antros del D.F. En el fondo, seguía siendo la niña que había llegado a México desde un pequeño país centroamericano, pero que se había criado en las duras calles como un hombre más, fumando tabaco, bebiendo tequila y peleando con pistola al cinto. Esa noche, en El Alacrán entró una preciosa muchacha de ojos azules, pero teñidos de rojo por el llanto. Tenía veintidós años y huía de un padre salvaje que la pegaba. No tenía adónde ir y el terror había hecho mella en su angelical rostro. Conmovida por su belleza y su tristeza, la dama le cantó 'La llorona' como sólo ella sabía, con una intensidad desgarradora que puso el vello de punta hasta al más rudo macho del local. Esa noche, las dos mujeres se dieron el afecto que necesitaban. No volverían a verse hasta más de dos décadas después.
La dama se levanta y manda callar al mariachi. Nadie osaría hacer eso en el Tenampa, nadie excepto ella. Su música no necesita acompañamiento, tan sólo la cercanía de una lánguida guitarra. De su boca sale, con la rabia del despecho, una cortante melodía cargada de rencor hacia aquella que, avergonzada de un amor prohibido, había abandonado sus brazos sin querer saber nada más de ella. Los versos de su hermano suenan todavía más agrios cuando, casi escupiendo las palabras, la repite una y otra vez: "Ojalá que te vaya bonito".
Incómoda por esta situación, la muchacha humilde convertida en rica señora, que repara en ese instante en la presencia de su examante, trata de marcharse del local, pero su marido no lo permite, pues, ajeno a cuanto ocurre, permanece maravillado, al igual que el resto de los presentes, con la cantante de rancheras. Ingenuo, la invita a compartir con ellos una botella de mezcal, e iluso, pretende tumbarla en un duelo de tragos. A falta de un cuarto de botella, es él quien posa la cabeza sobre la mesa, rendido ante su rival. Lo llevan a acostar. En la intimidad de la casa del letrado, las cuentas pendientes quedarán saldadas. Un par de miradas bastarán para un perdón. Los reproches dejarán paso a las caricias y los besos.
La dama llora, pero pareciera que ríe. Esa noche rejuvenecerá junto a su chamaca. Desde el más allá, su hermano la bendice con sus versos.
Fue la última noche que se amaron. Sólo compartieron dos auroras, pero bien valdría toda una vida por ese par de momentos. Cuarenta años después, cuando el aliento de la dama de poncho rojo se apague en un hospital de Cuernavaca, los ojos azules de la chamaquita seguirán en su mente, antes de despedirse de España, de México, de Federico García Lorca, y del mundo que durante noventa y tres años fue incapaz de doblegar su libertad.
Y en el último trago se fue.

                                       

Los dijuntos no speran (M. Carmen López Pérez)
―¿De a cómo la guayaba?
“Ya mero será mediodía, y los dijuntos no speran”
―¡Ta rete cara!
―¡Hay patrona, pues si ya sabe que este día todo sube!
“Los triques de Panchito, su carro de bomberos que le gustaba rete harto, y sus canicas, no se jallaba sin ellas”.
―¡Pásele patrona, tengo calaveritas de azúcar, de chocolate!
“Mi pá, no perdonaría su aguamiel y sus delicados, y mi má, su molito”.
―Despácheme quence de azúcar y quence de chocolate, también quero dulces de leche.
“Lo güeno es que ayer hicimos los tamales, si no, la ofrenda se viera rete pobre”.
―¿De a cómo el incencio?
“¿De a deberas les guiará el olor del incencio? No, yo penso que los dirigen sus recuerdos, sí, stoy segura que los muertos también tienen recuerdos, pos si no, cómo jallarían su casa”.
―¿Y si de a luego nos llevamos el brasero?
―Ta güeno.
“Tan rete bonitas las cazuelitas, como las que le gustaban a me Margarita. Ni a luego de muerta puedo dejar de darle gusto. Y cómo no juera hacerlo si al memoriar sus risas y sus ojitos pedigüeños pareciera que la diviso”.
―Póngame cuatro de esas chicas y dos jarritos.
“Pedro, ora te compraremos un sombrero nuevo, pa que te lo strenes allá donde stés con nuestros hijos. También te pondré tu gabán, ese que te gustaba rete harto. Aunque no debiera ponerte nada a ti por verte delantado junto con nuestros chamacos. Nomás te recuerdo con el amasijo de las hojaldras en las manos. Ora, ya las compramos hechas”.
―¡Ricarda, Ricarda! ¡No scuchas que te stoy hablando! ¡Quita esa cara de muerta y apúrate que nos faltan las flores de cempaxúchitl! ¡Deja las tristezas pa más al rato, cuando les prendamos sus veladoras, que orita que me recuerdo todavía no las compramos!
―Sí doña Josefa, y si quere yo voy por ellas aquí nfrentito, travesando la calle, mientras asté compra el ocote. Y por allí le encargo el pulque, ya ve que a su hijo le gustaba como lo curaban aquí.
“Si no juera por Doña Josefa, staría yo solita en el mundo. Y si yo faltara, a luego quén les pondría la ofrenda a mes escuincles. Con eso que ella siempre dice: Hijos de mes hijas, mes nietos, hijos de mes hijos, quén sabe. Y cómo puede ser que todavía les compre las veladoras, si por eso jue que se murieron tú y mis hijitos. Si no se viera nfermado doña Josefa, y si yo no la viera compañado en el hospital. Pero lo pior jue hacerle caso de no apagar las veladoras en la nochi, ―pus si no, ¿cómo se guiarán los dijuntos, que no ves que tienen que seguir la luz? ―dijo doña Josefa. Por eso jue que se quemo todo el jacal.
Te juro Pedro, que si por me juera, en vez de veladoras les pondría luces, de esas navideñas que prenden y apagan. Nomás que doña Josefa no me dejaría. Ya pasaron dos años y todavía no me costumbro de que te murieras junto con los niños mesmamente este día de los santos dijuntos”.
―¿Qué va a llevar señito?
―Pus, ¿a cómo salen stas medianas?
“Panchito, Margarita, no hay día que no los traiga en me cabeza. Ya Diosito sabe que no guanto ste dolor cuando llega sta fecha. Ya lo he de tener rete cansado con la mesma letanía de que me lleve con astedes. Si no juera por me suegra, yo mesma me viera hecho justicia por me propia mano. Al fin que ya ni tengo a naiden aquí neste mundo”.
―¡Órale Moy, ponle las veladoras a la señito en una bolsa. ¿Algo más patrona?
“Ah, pero si doña Josefa ya me sta sperando del otro lado y se ve rete nojada.
―¡Taré viendo visiones! ¡De ónde salieron mes hijitos! ¡Y Pedro!... ¡Si a luego no es mediodía!
Tarde  Poema: Liliana Perusini
Ilustración: Virginia De La Puente
                                      _________________

En mí
(Silvia Martínez Coronel)
Y estar en ti de golondrinas en la sangre,
vuelo que se esparce por los confines de dessombra
abierta a tu piel de agua y fuego que no calma sino que devora
pero me renaces al alzarme sin rejas
con tus ojos sin miedo y el látigo de tu lengua,
habitante serpentino de tu boca
como un sueño improvisado- pincel de Dalí, me dibujas
ilustración con sabor a mar y estrellas fugaces derramadas
domingo sin lunes, acierto de la vida y sus secuaces.
Estar en ti
es estar dentro de la lluvia caminando sobre el sol rodando hacia la furia
debajo de un puente- palacio- simiente de la luna naciendo del abrazo
brisa de aleteo de palomas en la escalinata
aroma a jazmines- paseo en bicicleta
cielo azul sin nubes- sol de invierno-dulce caricia a ojos cerrados
naranjas en el patio con aroma a gomos en la memoria desatada
niños con risas cascada- madre no te pierdas… saquito blanco
hacerme tierra hundiendo las manos en el barro de todos y de nadie
volver allá al costado del aljibe donde se gestaban mariposas celestes
que transformaba en sueños que galopaban por mi inocente mirarme aún sin cómo
y ser en el luego del tiempo de los reflejos
descubrirme en la palabra y en el eco
saltar de puertas- parto de llaves
promesa de segundo de amor infinito- peces nadando por el aire.


1 er. premio nacional de poesía-espacio mixtura(uruguay). Autor: Silvia Martínez Coronel-derechos reservados
           
 El origen de algunas cosas  (Der Steppenwolf)
           Esa noche de enero del '54 está inundada de estrellas que brillan a todo trapo. Un concierto de puntitos titilando al unisono. Se entrevera en el aire tórrido la sospecha de una brisa engañosa que es empujada desde el rio madre. A esa hora, Arribeños es un silencio horadado por la charla de vecinos que no pueden dormirse a raíz del calor. Desde alguna casa, la radio deja escapar canciones de Nicola Paone. Un batallón de grillos hace lo propio.
A traves la ventana, él mira la aparición de un globo candente y marfileo que en noches como esas, parecería arrimarse a la ciudad casi peligrosamente.
-Qué es eso, Mamá?. -pregunta.
-Es la luna.- responde la madre.
De a poco va cerrando los ojos y logra dormirse. No se sabe si por ansiedad ó por simple cansancio.
Minutos despues, se sueña trepando por un muro de lajas profundamente azules, como de un azul Iberá. Y cuando logra ponerse a tiro de la luna, alcanza a darle un manotazo. La luna se conmueve suavemente y apenas se la descubre algo gris. Mientras tanto, él retorna a la horizontalidad blanda de la cama y aprieta con fuerzas su almohada. Por debajo de ésta, un concierto de luces que ya son suyas, se esparce y lo cubre. Su sonrisa es enorme


A mi barrio (Tango)
Letra : Norma Ester Montenegro
Música : Miguel Ángel Córdoba
 En tu barriada Villa Madero
con ilusiones ancló mi alma
crisol de razas tu vecindario
con el lucero despierta y canta .

Ventana abierta a la aventura
en tus veredas jugó la infancia
de aquellos hombres que te poblaron
junto a sus hijos con esperanza .

Viejos romances de serenata
robaron lunas para alumbrar
momentos gratos que antaño fueran
el fiel latido de este arrabal .
Algunas noches bajo la parra
evoco nombres que ya no están
todo ha cambiado Villa Madero
hoy el progreso te hizo Ciudad!

En mis recuerdos están presentes
las fabriqueras de Federal
con sus anhelos, con sus primores
jardín de ensueño su mocedad.

El tren lechero ya es el pasado
sobre los rieles creciendo están
las manzanillas y los cardales
jirón del tiempo que a prisa va.

Enlace 
www.normamontenegro.com.ar

Óleo: Femme au Robe (Juarez Machado)
Éxtasis mudo 
Por: María José Mures
En la noche me deshago
me vuelvo humana salvajemente
no sé qué azar reaparece
cuando sin buscarte llegas
justo en éxtasis mudo.
Es mía la mano de mi pecho
es mía la de mi sexo
es la fuerza que se inculca
y se encuentra en una espiral con sentido
destensando mis preocupaciones
y agotando todo en una tensión.
Tu mejilla en mi vientre cuando inspiras
y quedo sin aliento, desnuda.

MARÍA JOSÉ MURES
Nace en Fernán Núñez, Córdoba, el 4 de abril de 1970. Es diplomada en Educación Especial por la Universidad de Córdoba y habilitada en Educación Infantil por la UNED. Es Máster en logopedia en Rehabilitación de los trastornos del lenguaje y el habla por la Universitat Politècnica de Catalunya.
Fue directora adjunta de Revista de Feria de su localidad durante dos años y después formó parte del grupo de redacción. Sus versos aparecen en Revistas Literarias como Alhucema, Baquiana, Arique de Cuba, La pájara pinta, Caños Dorados, Pan de Trigo, y otras de soporte digital. Tiene publicados tres libros: Antes del Amor, Zahorí y Cambalache, este último prologado por Aimée G. Bolaños. Está incluida en la Antología de poetas de Fernán Núñez, 2006. Ha sido colaboradora en la edición del libro de Romances y canciones de Amor II, 2006, de la Diputación Provincial de Ciudad Real. En ese mismo año el Ateneo de Almagro la nombra Socia de Honor.
Fue merecedora del segundo Premio de Poesía en Alfafar, Valencia, con su poemario Zahira y en 2007 fue premiado su poemario Entre la espada y tú, amor en el V Concurso Nacional de Poesía “Caños Dorados”.


                                                     El Ajedrecista   Por: Der Steppenwolf 

El zatopado  (Marina Cruz Gracia)

Hay un ser que no es… no es sin adueñarse y deshacer con crueldad la humanidad de una víctima. Al no ser… no tiene nombre. Yo lo llamaré zatopado. El zatopado me transformó en invisible. Me pensó títere en sus sedientas manos. Su mirada denigrante flagelaba mi carne. Usurpador de vida, a su manera, succionaba mi sangre y tenía que yacer en su lecho para otorgarle placer. Yo arrastraba mis días, que en gruesa cadena se tornaron. Terribles grilletes llagaron mi espíritu y quedó anclado, olvidado… 

El tiempo pasó… Hoy respiro con aire de mar fresco y sereno. He vuelto. Me liberé del flagelador. Me liberé de esos golpes que no pueden mostrarse, de esa servidumbre en apariencia aceptada, de ese daño que no es visible o tangible…

Se rompió el maleficio. ¿Cómo lo logré? ¡Desde los tuétanos! A veces, parece reclamarme, y por fracciones de segundo me siento vulnerable. Entonces grito:
“¡Zatopado, usurpador de vida, sin mí no eres nada!” Y su dominio se pierde en el vacio…


  
Conversando con una fotografía de Pessoa
Por: Fulgencio Martínez (España)

 
Quien habla ya a los muertos (...)
Luis Cernuda
La calle se paró para dar paso
a un tren de mercancías
lento. Interrumpiéndote
en tu carrera, mientras
cruza el viejo reumático convoy,
conversamos desde una orilla a otra.

- ¿Por qué la realidad no es poesía?
- Donde no fluye la música, en vano
se anticipa solitaria la letra.
La realidad quiere
ser poesía para hacerse soportable,
mas no sabe esperarla
en el tiempo, se precipita siempre,
bailando sobre un clavo.
A ese mal metafísico llamé desasosiego.

- ¿Quieres decir que la poesía no se hace
hasta que unos pies la bailan
aunque exista el dolor?
Piensas igual que un hombre sin historia.
- Me preguntaste por qué lo real
no es poesía, y te he respondido.
Adiós.
- Sabes que aún no toca irte.
- Las musas aman nuestro hundimiento
y renacer, no vuelven sus favores
sino al producto final del dolor.
No quieren saber de nuestros trabajos.
No miran al yunque de la inquietud,
al hervor simple de lo real, a un baile
inmóvil, a una premonición
de muerte por entregas,
a la conversación con el mal a ojos vista:
a ese mundo en que tú y yo hemos caído.

- Adiós, te digo yo ahora.
- No nos toca
a nosotros más que habitar la inquietud.
Hasta que tú no te hagas
a ese lugar en que ella se hace, no vendrá
ella a ti, y entonces, si sucede esto,
el don de la Poesía, cesarán tus preguntas.

- Adiós...
- Ahora eres tú quien tiene prisa.
- Me duele el esfuerzo por mantenerse en pie
de la hoja, con la fecha de hoy.
Como se ve que nunca miras el calendario.
En ese mundo en que dices hemos caído,
está mi tarea... adiós.
- Y la mía...
Una obra escrita pena inacabada.
No sabes cuántas veces vuelvo aquí.
Lisboa tiene en sus barrios un Oceano,
como otras ciudades en su centro
un gran parque y un lago.
Escribo paseando las calles
de una Lisboa donde el ayer es hoy.
¿No me viste antes andar sin aliento
a mi mesa del café, y antes en el tranvía?
En ese mundo está también mi tarea,
si quiero ganarme algo que decir
a las sombras presentes...

Este hombre frente a mí, me corrige.
- Si te duele la hoja del calendario,
es porque todavía hay trabajo que hacer.
Arde la lentitud. Pero, nosotros, poetas
del pueblo, ¡celebramos este día! 

Fulgencio Martínez (2013)
Fulgencio Martínez (Murcia, 1960),  fundó  la revista Ágora- Papeles de Arte gramático. Actualmente, mantiene la bitácora: www.diariopoliticoyliterario.blogspot.com.

Ha publicado los libros de poemas: "Cosas que quedaron en la sombra"(Nausícaä, Murcia, 2006), "León busca gacela" (Renacimiento, 2009), y "El cuerpo del día"(Renacimiento, 2010). "Prueba de sabor" (Renacimiento, 2012). Y actualmente, tiene preparado un libro que saldrá en la editorial Huerga y Fierro, con el título "El año de la lentitud".



El origen de algunas cosas. Por:  Der Steppenwolf

Esa noche de enero del '54 estaba inundada de estrellas que brillan a todo trapo. Un concierto de puntitos titilando al unisono. En el aire tórrido se entrevera la sospecha de una brisa engañosa que es empujada desde el rio madre. A esa hora, Arribeños es un silencio horadado por la charla de los vecinos que no pueden dormirse a raíz del calor. Desde alguna casa, la radio deja escapar canciones de Nicola Paone. Un batallón de grillos hace lo propio.
A traves de la ventana, él mira la aparición de un globo candente y marfileo que en noches como esas, parecería arrimarse a la ciudad casi peligrosamente.
-Qué es eso, Mamá?. -pregunta.
-Es la luna.- responde la madre.
De a poco va cerrando los ojos y logra dormirse. No se sabe si por ansiedad ó por simple cansancio.
Minutos despues, se sueña trepando por un muro de lajas profundamente azules, como de un azul Iberá. Y cuando logra ponerse a tiro de la luna, alcanza a darle un manotazo. La luna se conmueve suavemente y apenas se la descubre algo gris. Mientras tanto, él retorna a la horizontalidad blanda de la cama y aprieta con fuerzas su almohada. Por debajo de ésta, un bosque de luces que ya son suyas, se esparce y lo cubre. Su sonrisa es enorme
 

 


Oración por Antonio Machado
Por: Fulgencio Martínez (España)

Se fue con su canción
al umbral de un reino silencioso.
Nos dejó a su espalda el trabajo
de encender cada día el hogar
con rabia al mañana vacío.

Enseñó lo que pueden hacer
juntas la rabia y la idea,
supo hacer del llanto belleza.

Luchó el maestro por una España
clara, donde el cielo fuera amigo.
Por sacarle a su tierra la espina
que durante siglos le dejaron
clavada; no renunció Antonio
a soñar un futuro mejor.

Hoy que enmudecen su estatua
los hielos del imperio, he querido,
humildemente, leer junto a ti

los versos de Antonio Machado
para infundirte ánimo y fe
en estos tiempos difíciles.

Si alguna vez la poesía
llevó un aliento de esperanza
a alguien, si a una sola mano

ayudó a levantarse, suplico
hoy más que nunca, al dios
de los poetas, que sea generoso
contigo, joven amiga.

Fulgencio Martínez (del libro El año de la lentitud, editado en Madrid, por Huerga y Fierro editores, en Marzo de 2013).
 Ana María García Estrada  (España) 
Fragmento de su libro "Café del Búho" 

[…] La llegada del otoño había cubierto de ocres la ciudad. Un barrendero taciturno arrastraba pausadamente montones de hojas doradas, como intentando alejar sus propios sueños caídos.
Los viandantes encogidos, suspiraban vahos de resignación bajo un cielo helado y plomizo y las calles habían ido adquiriendo poco a poco un desangelado tono gris. […]
“Veloz de la mano me condujo
cabalgando entre flores de púrpura mojada.
Como adormilados ecos,
batió de nuevo sus alas esponjosas
de rosa, de pluma leve, de notas de azur y seda.
Veloz de la mano me traía
y sin malicia, de noche, me enredaba,
para conjugar en un todo
rosa, viento, espuma y nieve,
y aroma de lavanda y húmedas pisadas.
Veloz me quitó el aliento
y al despertar, pensé que soñaba.
Y me aferré a los brazos del sueño
por su cariz que me ensalzó el alma.
Tinieblas, oscuridad y miedo.
Tinieblas… ¡Pero también luceros!”



                     Ilustración: Antonio Lorente (Londres)

Bitácora del perdedor (fragmento).
 José Manuel D. Domínguez (México)
LUNES
“Los perros del infierno vienen despertando y los lunes caen de mis bolsillos como el cambio de las últimas cervezas.”

III
Mis ojos son militantes de la muerte.
Se arrojan al abismo de un escote.
Siguen la estructura de las piernas hasta llegar al paraíso, y entonces, algo los deja
ciegos.
Son lunes bajo una lluvia que abraza el aburrimiento.
Le digo a Hendrix que queme su guitarra y mejor nos pongamos a beber de nuevo.
No me escucha nadie.
Llueve y la mitad del puerto desaparece.
Es lunes por Dios y este asunto se nos ha salido de las manos.
Como un negocio millonario o una mala canción en la rockola.

V
Solo en el mar me llueven recuerdos de ti.
El ukulele canta signos antiguos de la desmemoria.
Y te impones, suave ola que me hace llorar.
Me abraza el hilo de la sombra, los rieles de tu cabellera.
Medusa, roca fina del mar muerto.
La música, los ruidos en la cabeza, monstruo de tentáculos volcánicos.
Tengo todas las voces gastadas de pronunciar tu nombre.
Y aquí estoy, entre el chicote y el relámpago.
Datos del autor:
José Manuel D. Domínguez (1986) vive en Acapulco, México. Autor de Bitácora del perdedor, Hojas secas para un otoño sin atardeceres y Diario intimo de Led Belly (inéditos).

                      Simon Vouet (1590-1649), “Tañedora de laúd”, dibujo.


Elección en la finitid. Por:Fulgencio Martínez (España)
Homenaje al maestro de la palabra, la emoción y la magia,
al poeta Jorge Luis Borges. Con su permiso, nos permitimos
atribuirle una nueva ironía sobre la literatura, en esta cita casi apócrifa:
"El aleph nunca existió, más que en mi cuento".
Jorge Luis Borges
Viniendo de otra parte,
desde un rumor de cencerro
y abejas codiciosas,
entrando de lado por el borde del agua serena
hallaréis un kiosko de música.
Deteneos frente a su cúpula de cristal.
Mereced el silencio
como una andanada
de salvia de amanecida en la boca.
Respirad
ese golpe despertador,
pero no por mucho tiempo,
pues vuestros pulmones cobijan siglos
de óxido en sus fosas
y os será obligado pronto
volver al arrullo del palomar.
Bajo aquella pérgola es una música
no compuesta de escalas ni de frases,
ni de ritmo ni sonidos, y no apta
para el baile de los pies en la tierra.
Lo que allí existe y a su modo suena
en los ojos son letras
que forman vuestro cuerpo cierto y todas
las claves de la eternidad.
Elegid,
antes de entrar a aquel recinto eterno,
si queréis conocer
vuestra verdad o todo.
Fulgencio Martínez
Del libro El cuerpo del día (Ed. Renacimiento)



Identidad. 
Por: Nora Coria.  (San Justo)
     Donde la lluvia es nostalgia y la soledad escucha los velados sonidos que el tiempo emite, existen pueblos antiguos.
Han echado raíces en los cerros, a orillas del Altiplano, donde el cielo es el milagro y el río es un misterio.
Los he visto con el sol generoso del mediodía y en la clara quietud de noches consteladas. Habitan entre pircas ancestrales, permanecen como paradigmas incorruptibles, siempre en pie; soportan recuerdos punzantes que evocan ausencias.
Son promesantes del sol, peregrinos de la altura, enemigos férreos de la sombra, respetuosos del silencio, custodios inflexibles del pasado. Honran la Tierra y su destino es eterno.
En secreto van trepando las laderas. Con constancia milenaria avanzan, aún en las noches más oscuras; cuando la luna se hace cómplice, se encaminan y se elevan.
¿Cardones? ¡Así se empeña en llamarlos la gente!
Pero yo los he descubierto prosperando sin prisa, a plena luz. Juro que los he visto y que ellos me han reconocido anhelando mis raíces… y me han llamado.
¡Es cierto que ascendí con ellos y hemos sorteado las mismas piedras y me han alentado a vencer cada repecho!
Puedo afirmar que en las tardes en que el viento se hace música, cuando roza sus espinas, de sus voces melodiosas surgen verdades, como antiguas plegarias desde el punto clave de la Historia.
Una noche luminosa he acudido a la cita. Pude oírlos. No gritan ni susurran. Simplemente me han nombrado en la lengua originaria.
¡Desde entonces yo comprendo tantas cosas!
Nora Coria   (www.noracoria.blogspot.com)
"Identidad", Mención Fundación El Libro - Feria del libro infantil y juvenil de Buenos Aires. 2010.

                                          Óleo: Edward Collier: “Cartero”, ca. 1698.

Mila Martínez  (Valencia) 
 En su blog, Beso de Luna, (http://milamartinez.blogspot.com), pretende mantener vivos a los personajes de la serie, entre libro y libro, haciéndolos interaccionar con la propia autora mediante una serie de entrevistas que se desarrollan en un lugar de encuentro creado en sus novelas, el Beso de Luna.
Sirva, como presentación de la autora, el epitafio que encabeza el blog:
“Entré ya en este mundo con enredo, y pronto descubrí que el corsé me venía estrecho, así que me dediqué a desabrocharlo con cuidado, por aquello de que no se escaparan las carnes de improviso impactando en el gentío. Más cómoda, tuve el impulso de compartir mis alegrías, y recorrí un sendero delicioso de fajas quemadas en la hoguera. No pienso disculparme. Ahora, en la distancia, tan sólo me queda decir: abrid el vino y soltad lastre.
(Epitafio) Mila Martínez.”
Algunos párrafos de mis libros


No voy a disculparme, pág.14:

“En un principio, lo achacó al cansancio. Su mente le jugaba una mala pasada. No le hubiera dado la menor importancia si no fuera por lo que ocurrió tres noches después. Cansada tras un fallido día sin avanzar gran cosa en su novela, Mel se preparó un baño relajante. Llenó la bañera de hidromasaje y echó sales con un aroma intenso a algas marinas. Se desnudó y se metió en el agua, deslizando su cuerpo en la espuma, mientras cerraba los ojos y se dejaba arrullar por I’ve got you under my skin de Diana Krall. Su mente vagó entre brumas y se inundó del perfume de las algas. Imaginó que se sumergía en el fondo del mar y nadaba entre peces tropicales. Los corales se erguían a su alrededor, enriqueciendo el escenario exótico que su mente había elaborado. Y ese aroma a azahar que lo inundaba todo... De repente se dio cuenta. ¿Azahar en el fondo marino? Abrió los ojos y salió de su ensoñación. Todo había desaparecido alrededor, pero el azahar permanecía allí.”

Tras la pared, pág. 162:

"Un instinto ancestral hizo que la punta de su lengua buscara el interior de Patricia, acariciando con timidez sus encías, sus dientes, la propia lengua de su amiga, que cobró vida, de repente, excitada por el atrevimiento, y comenzó a enredarse en su boca, produciéndole un ansia desconocida hasta entonces. Las manos ya no podían estar quietas y las piernas a duras penas las mantenían en pie. Buscaron a ciegas el apoyo de un árbol y permanecieron pegadas la una a la otra, mientras sus labios se exploraban, presos de una curiosidad creciente, sintiendo que la entrega se iba haciendo más manifiesta en sus cuerpos. Un gritó animal sonó en lo alto de una rama. A lo lejos, el retumbar de los tambores cargó el ambiente de deseos antiguos. Las manos de Sara se enredaron inconscientes en la melena de su amiga, atrayéndola con más fuerza hacia ella, mientras las dos comenzaban a resbalar por el tronco del árbol, aterrizando sobre la vegetación mullida, entrelazadas. Sara fue descendiendo lentamente con su mano hacia el pecho de Patricia, rozándolo tímidamente, bajando hasta acabar enterrándola entre sus muslos. Patricia gimió, se apartó un instante y la detuvo.

-No tengas prisa -dijo jadeando junto a su oído.

-Quiero darte placer -dijo ella en un susurro, casi un gemido.

-Para dármelo tendrás que averiguar antes qué es -murmuró Patricia incitante, mientras la colocaba de espaldas sobre la hierba."



                                              Instrumento de regiomontano volvelles: Kalendarium
                            

Mi nombre es Adán. Por: Asmara Gay

Vi que se asustó ante mi presencia. Había cruzado el umbral de su dimensión y al correr tras él para alcanzarlo desapareció. Entonces me puse a golpear las paredes de aquel oscuro pasillo. Recordé que no era eso lo que estaba haciendo. Volví unos pasos atrás. Fijé mi mirada sobre uno de los adoquines del suelo. Vi imágenes, sombras que surgían y se proyectaban en los muros, sentí un rayo que me atravesaba, una luz que me jalaba hacia arriba y me dejé llevar. Mientras me elevaba pude ver que mi cuerpo se había quedado tirado en el pasillo. En ese momento volví a verlo. Apoyó su brazo sobre mi hombro y me dijo: “Mi nombre es Adán y el tuyo es Lilith. Fundaremos una nueva Tierra.” Eso me dijo, pero no era cierto. En sus ojos, caramente, se proyectó el Monte Ararat y supe que desde el odio más profundo había venido por mí para borrarme, para olvidar que antes de ella había sido yo la concubina, la amante larga, copiosa, simple y superflua que nunca sería ella. Su nombre era Eva.





                                                    Óleo: Adan Y Eva

             Jacopo Robusti llamado El Tintoretto [Luca (Toscana) 1518-1594]


                                        
Aforismos. Por: Asmara Gay
Es verdad, nunca se deja de ser niño. Nuestros actos llevan el sello de nuestras primeras enseñanzas.

*** Quien ha dejado de vivir de la forma que desea vive realmente la vida de otra persona. Lo extraño es que nunca se pregunta: ¿Quién ha usurpado esta vida?

*** Las personas usan amuletos para protegerse de los demás, pero, ¿por qué no se ha inventado algo para protegerse de sí mismo dado que uno es su peor enemigo?

*** Cuando era niña pensaba que al crecer los seres humanos habían aprendido tal cantidad de cosas que ello devendría, naturalmente y como regla general, en la búsqueda de actos inteligentes. Con los años sé que la inteligencia es fecunda en la niñez igual que una generosa ingenuidad.

                          

                                              Óleo: The New World - Gustav Seyfferth (1868-1876)
                                    

                                 La libreta y la petaca
                                                                      O'Ryan
Le pasó de nuevo. Andaba deambulando con sus ojos saltones que se contraponían con su tímida pera. Tipo bastante regular: de terno, peinado, fumador. Sí, tenía unos ojos saltones, y las pestañas largas hacían de su mirada una atenta, como la de un niño. Pero no eran ojos místicos, eran ojos tan extraordinarios como las prominentes mejillas del vecino o las pobladas cejas del panadero.
 Se paseaba por cafés repartiendo, pero no deshaciendo, tristeza. En definitiva, era uno como muchos: triste por el desamor.
Yo no lo escuchaba. Dudo que alguien lo hiciera. Nos es aburrido porque todos hemos vivido el desamor. Es como escuchar una historia repetida, o más bien, vivir una ya vivida. Pero todos necesitamos la ilusión de ser escuchados, de encontrarnos dentro de la razón propia y del otro, reafirmarnos. Por lo que ahí me quedaba, pensando en la raza del perro que se acaba de cruzar y a la vez siendo depósito de sus palabras.

¿Qué piensas tú?; ¿voy a su casa?—Me decía aceleradamente.

Primero piensa porque quieres ir. Luego, que le vas a decir—Respondía genéricamente.

Pero no sé si deba ir, ese es el punto—Insistía.

Te recomiendo que no, pero es una decisión personal, tuya.

Eran respuestas apáticas, pero que seguramente tenían nulo efecto. Como yo ya he estado ahí, como todos, sé que las respuestas no son escuchadas. Jamás hice caso a las poco meditadas palabras que me han dicho, como jamás me han hecho caso.

“Es que ésta es especial, no la puedo dejar pasar”—Me decía,” he tenido muchas por bonita o chistosa o entretenida, pero ésta llegó, llegó a mi vida el propósito claro de ser amada, amada por mí, yo no la elegí”.


Lo miraba y me tragaba las palabras. No quería recordarle que me había dicho algo parecido un tiempo atrás. Sin duda me incomodaba, así que miré la hora y le recordé sobre mi compromiso impostergable, con lamentos de por medio.

Anda no más. Yo me quedaré un rato, tengo que pensar—Dijo, sacando una libretita.

Si quieres pasa a verme en la noche, trae un vino— Le dije, sin querer preguntarle sobre la libretita. Estaba seguro que con un vino se distraería un poco de la situación.

Ahí veo, si llego, llego. Adiós-- Me dijo

Nos vemos.

Me puse a pensar en Sebastián. Había pasado unos años atrás. Era una situación parecida. Estábamos en una plaza contigua a un cerro. Era un día frio, nublado. Esos días de tono plomo, cuyo mayor esfuerzo es la brisa de viento helado que domina cada cierto tiempo. En la plaza había una pileta, sin escultura, y con algunas monedas en el fondo. Asientos roídos por la lluvia rodeaban la pileta, ocupados por un anciano, una pareja y nosotros. Era un día ocupado, pero poca gente se veía transitando cerca de la plaza, menos aún, cerca de la pileta.

Me siento atado de manos—Me decía—No sé qué hacer.

Primero relájate hermano, estás tenso, se te nota. No hay mucho que puedes hacer, piensa que todo está en sus manos.

Eso me desespera aún más. Preferiría poder hacer algo.

Haz hecho todo lo que podrías hacer. No te queda más que esperar, o resignarte.

Pude ver en su cara la angustia que causó esa última palabra. Quizás no debí haberla dicho. Muchas cosas, por muy verdaderas que sean, se deben callar en estas situaciones. Éste hombre ya tiene suficiente carga, y yo le acabo de poner un poco más.

No entiendes nada—Me dijo.

Créeme que sí, yo también he sufrido.

¿También la amaste?

¿A quién?,

A mi mujer

No, por supuesto que no.

Entonces no haz sufrido como yo.

Sebastián no era un estúpido, tampoco un genio, pero estaba atrapado. Atrapado en la percepción sui géneris de su mujer, o ex mujer. Era un tipo de caminar encorvado, pero posición erguida. Parecía darse cuenta de su mala postura solo cuando estaba quieto. Una persona vivaz, de alegría. No tenía características místicas: era uno más, uno más que había caído en el desamor.
Se estaba haciendo tarde y el frio se hacía más intenso. Habían pasado unos quince minutos desde el último cruce de palabras. Ya se había llegado al punto que era incómodo hablar. Su expresión no había cambiado. No lo había ayudado, por supuesto.
Creo que ya es tiempo de irse—Le dije. Me carga este frío de mierda.

Tomemos un poco—Dijo, sacando una petaca. Sebastián no sacó una libretita como Julio. Sacó una petaca.

Mañana trabajo Sebastián, si tuviera libre te acompañaría. Además tú también trabajas, no deberías.

No trabajo. No me interesa mucho tampoco.

Desde ese día, y lo digo con seguridad, Sebastián comenzó a tomar más. Los días de la semana no significaban mayor impedimento. La decisión estaba solo sujeta a su sed. Tampoco era un borracho, o quizás sí, pero era perfectamente funcional. No sabría decirte si toma por ella. Ya tiene una nueva pareja, pero sigue tomando con el mismo ímpetu de aquella tarde.
Julio sacó un libro de su libreta. Algo sobre un Horacio y una Lucía. Una historia de amor que encarnaba muchas historias. Sebastián sacó una borrachera, o unas cuantas. Aun así, lo veo más. A Julio le fue bien, tiene más trabajo. Sebastián pasa mucho en la plaza. 


                                       Broken Eggs (Detalle) - Jean - Baptiste Greuze

                       Dios y los escribas. (Víctor Justino Orellana)
          Al principio era Dios. Y los escribas. Y como no había nada de que escribir, los escribas cultivaban la literatura fantástica. Sus manos trazaron signos sobre la arcilla fresca de las tablillas, o en los rollos de papiros, o en los pergaminos, y fueron surgiendo mundos maravillosos, cargados de magia y fantasía.

Dios contempló los mundos imaginarios que los escribas recreaban, y decidió, en su infinita sabiduría, que estos no estarían completos hasta que sus autores fueran ninguneados.
Así, Dios tomó la arcilla de las tablillas, y creó al mundo real. Después utilizó los rollos de papiros para crear los tallos de las plantas, y con los pergaminos hizo la piel de los animales.
Y proclamó Dios que esa era su obra y que nadie podía superarla, que la magia y la fantasía no existían, ergo, los mundos imaginarios de los escribas no existían. Ergo, los escribas, aunque existían, eran nadie.
Los escribas, retraídos a los recovecos más bajos del mundo real, tramaron una feroz represalia. Con gran parsimonia, sin esforzarse en lo más mínimo, escribieron los textos sagrados. Y se los atribuyeron a Dios.


Víctor Justino Orellana: Es argentino, nacido en 1979. Publicó treslibros de cuentos. Más oscuro que la noche (2004), Cuentos Sincréticos (2011) y Sueños Caídos (2012). Vecino de siempre del barrio Los Manzanares de la Matanza, entre 2006 y 2009 edito una revista barrial llamada Los Manzanares de la flora.
Es miembro de Autores de La Matanza y coordinador del café literario del Oeste. 


Esperanza. Por: Crmen García Tirado
Eran las siete de la mañana. Mi hermana se retrasaba. Su coche solía aparecer al final de la calle a las siete y diez. Y aunque lo sabía, pues cada domingo era así, yo seguía acudiendo a las siete en punto a la parada del autobús; hiciera frío o calor, de noche o como en esta mañana de junio, a plena luz del día.
Me impresionaba, en invierno, ver la luna en cualquiera de sus fases, sobre todo, cuando quedaba reducida a una mínima expresión. En días como el de hoy lo que me atraía era ver como el sol se esforzaba en superar la montaña que guardaba el pueblo.
Miré el reloj, las siete y dos minutos. El autobús llegaba puntual. Se detuvo en la parada, del otro lado de la calle. En invierno, raras veces se detenía, pero con la llegada del buen tiempo, siempre había alguien provisto de una sombrilla y una colorida bolsa de lona dispuesto a pasar un día en la playa. Ver el cielo, amanecer, un autobús que se dirigía a la playa… que lejos quedaba el aire viciado que se respiraba en el interior del metro, la multitud apresurada y el tráfico con los que convivía, apenas un año antes, de camino al trabajo.
Sonreí levemente. Era imposible que desde el kiosco de prensa, donde ya comenzaba a acudir gente, advirtieran mi intempestiva sonrisa. El interés que los forasteros despertaban entre los habitantes del pueblo, era una de las situaciones que más me incomodaba, junto con no disponer de transporte los domingos y festivos para ir a trabajar.
La parte delantera del coche de mi hermana apareció en la esquina donde se encontraba la sucursal del banco. Reconocí su prudencia al incorporarse a la calle principal. Más o menos a esa altura de la calle debía de vivir él. De esa dirección le veía llegar cada sábado para situarse junto a mí en la parada del autobús. Tardé semanas en darme cuenta de que su interés por mí poco tenía que ver con la curiosidad que tanto me irritaba en los demás, y que su seriedad sólo era una manifestación de una timidez más aguda que la mía.
El día anterior había aparecido con un libro bajo el brazo. La tentación era demasiado grande e incliné la cabeza para leer el titulo. Él se dio cuenta y lo puso en posición horizontal para que yo pudiera leerlo. Sonreímos y poco más. Subimos al autobús y nos sentamos, como siempre, separados, aunque más cerca de lo habitual.
El camión de la basura mantenía retenidos a tres coches, entre ellos, el de mi hermana; eran las siete y cinco.
Que un libro hubiera facilitado un acercamiento entre dos extraños no me sorprendía; yo sabía del poder de los libros. No era la primera vez que hacían algo por mí y, sin embargo, yo los había abandonado. Eran una de las pocas pertenencias que había traído conmigo un año antes cuando pensé que cualquier lugar serviría para llevar la vida normal y sensata a la que finalmente había sucumbido. En mi casa semivacía, los libros ocupaban un lugar destacado, pero no me acercaba a ellos. Fue una decisión radical y 

necesaria que tomé coincidiendo con mi llegada al pueblo. La vida era infinitamente más aburrida y limitada que antes, cuando detrás de cada detalle, gesto o conversación se ocultaba una historia, también menos dolorosa; puesto que no esperaba nada del futuro, la decepción había desaparecido de mi horizonte.
Aquellos seis días, hasta el próximo sábado, cuando aquel desconocido se situara junto a mí en la parada del autobús, iban a ser los más difíciles desde que me había propuesto ceñirme a la realidad sencilla que había elegido. Mi imaginación se disparaba a pesar de las severas restricciones que le imponía. Después de años de lectura compulsiva estaba nutrida de por vida. Nada de fantasía, nada de sueños, nada de esperanza, me recordé, mientras el coche de mi hermana se detenía delante de mí. Eran las siete y siete minutos de la mañana.
Lloviznaba y me resguardé bajo la marquesina. A los pocos minutos sentí pasos. El temido y deseado encuentro se iba a producir. Cerró el paraguas y se situó delante de mí obligándome a centrar en él mi mirada, intencionadamente perdida. Pasaron varios segundos antes de que cambiara su formal “Buenos días” por un “Hola” al que respondí en el mismo tono informal de él. Se llevó la mano a la cazadora. A pesar de lo oscuro que había amanecido el día pude ver que era un libro lo que sacaba de un bolsillo interior.
¡No lo podía creer! Él sonrió y me lo ofreció.
– ¿Me lo dedicas?
Cogí el libro, idéntico al que había al fondo de una estantería en mi casa. Pasé la mano por la portada que el editor eligió en solitario y sequé una gota de lluvia.
Levanté la vista y me atreví a mirarle fijamente.
–Cuando te conozca mejor. Ahora escribiría algo por compromiso.
Esa noche, incapaz de dormir, agradecida y avergonzada a un tiempo, me levanté de la cama y fui a las estanterías donde me esperaban mis libros. Me llevó tiempo encontrar el libro que buscaba. Trataba sobre coincidencias sorprendentes y misteriosas para las que no se encontraba una respuesta lógica. ¿Azar? o ¿Había algo más?
Acostada en la cama empecé a leer. Mientras releía los párrafos subrayados recordé lo que significaba tener esperanza: sentir una fuerza que te empuja a perseverar en cualquier objetivo que quieras alcanzar, por improbable que parezca, con la seguridad de que lo conseguirás si lo persigues con todas tus fuerzas; comprobar como se multiplican tus capacidades, simplemente por creer en ellas, y confiar en si mismo, aún cuando no parezca haber motivos para ello.
Esa noche me prometí, una y otra vez, no renunciar a mis sueños nunca más. 



                                    Óleo: Between Rounds (Detalle) - Thomas Eakins (1896)


El negro

     José Armando Gentili  

—Ehh, don Julián se le escapó el negro.

—Sí, ya lo vi. Me tiene cansado este perro. Una de dos o lo ató, o saco el alambrado y pongo un paredón.

Por lo menos, tres veces a la semana era la misma historia, el negro que se escapaba y Julián que se quejaba. Hacía más de diez años que lo había traído a la casa, siempre amenazó con atarlo, pero no sólo nunca cumplió la amenaza, sino que ni siquiera compró un collar o una cadena.  Así funcionaban ellos, uno gritaba y gesticulaba moviendo el bastón por el aire, mientras el otro agachaba la cabeza y se iba para la cucha con la cola entre las patas, como si supiera que estaba en falta.

Pero ese día fue distinto,  por la calle pasaba la camioneta de la perrera. Cuando el conductor lo vio frenó,  se bajó con su vara atrapaperros y en un segundo el negro ya estaba enlazado.

—¡Julián, Julián! —le gritó el vecino de enfrente—. La perrera se lleva al negro.

El empleado luchaba con el negro porque no podía hacerlo subir a la camioneta. Julián le chifló, y el negro,  con una destreza única en los perros, hizo que la vara se le zafara de las manos al empleado. Entonces Julián, que ya había llegado al portón de calle, volvió a chiflar y el negro corrió hasta entrar en la casa por el hueco del alambrado por el que había salido.

El empleado se acerco al portón y le recriminaba que tenía que devolverle la vara y entregarle al perro porque ya lo tenía enlazado y estaba en la vía pública.

—Mirá pibe, si vos sos gil, y dejas que se te escapen los animales no es mi culpa —le respondió—, en todo caso te voy a devolver la vara para que veas que yo soy gente, y no me aprovecho de los animalitos, como vos.

Julián, agarró la vara y se la revoleó por encima del alambrado diciéndole que se vaya porque si no le iba a dar unos bastonazos. Entonces cuando el empleado vio que Julián caminaba decidido hacia donde él estaba agarró la vara y maldiciendo por lo bajo subió a la camioneta y se fue.

Julián se dio vuelta y mientras iba caminando para adentro de la casa llamó al negro. El negro salió de la cucha y fue corriendo hasta donde estaba Julián, moviendo la cola y saltando alrededor suyo.

—¿Qué voy a hacer con vos?¿Cuántas veces te dije que no salgas a la calle? Pedro —le gritó al vecino de enfrente—, haceme un favor encárgame en el corralón mil ladrillos, cemento y cal.

José Armando Gentili  — © Derechos Reservados.

                                             Óleo: Prying Eyes - Henry Gillard Glindoni (1901)

De Homínidos y de golems.  Por: Sergio Fabián Brites
       Nadie esperaba vivir en el dos mil doscientos diez, ni yo, que tenía final programado un siglo antes. Pero no han tenido que ver los quirópteros en esta larga y penosa prolongación, y las perturbaciones genéticas tienen menos que ver con los mutantes de Mark de mi infancia, que con los dípteros psicológicos de Kafka. Sin embargo, de algunas naciones nadie vivo ha quedado: los pobres desarrollaron deficientes anticuerpos más rápido que los humanos de aquel primer mundo. Ahora penamos casi sin lengua entre el humo y el polvo. El Amazonas es el desvelo y la esperanza, y también razón de espadas y de sangre. Yo en cambio, preferí las calmas soledades de las riberas menores del sur, aunque a veces me perturban ciertos ruidos extraños (entonces, intento una ensayada distracción y veo por los rincones de los ojos). A mediados del veintiuno, las bibliotecas habían trocado clásicos y bestseller por un acopio de textos de genética médica y de física (de los libros desaparecidos, apenas me alegré por los de autoayuda, aunque no aplacaron mi pena). La ciencia y sus naciones espaciales hallaron nuevas lunas menos agresivas para sus intentos de vida (de vez en cuando, envían mensajes de esperanza a la tierra que se pretenden noticia); la vida es capaz de expresarse en los ámbitos menos pensados. A veces, en momentos de ocio me atrevo a las playas de arenas grises pero carentes de otras pisadas, y sueño soles y profano cavernas, o pido a reyes imaginarios que no interrumpan la luz (plagiando al griego). También me pegunto a veces, dónde estará el inframundo en esas naciones aladas. Acabándose el veintiuno consiguieron instalar sus cultivos. Primero (como al principio prehistórico, y también como al principio de la fe de oscuro desorden y de miedos), fueron los seres unicelulares de rápido complejo mediante incentivos externos. Insistieron ansiosos en recrear la especie, un poco homínidos, un poco golems. La criatura al fin se irguió, miró las alturas y asombrada vio tan cercana esa figura parecida al sol, que inquirió entre balbuceos al círculo leve y brillante ¿Quiénes son? Y sin argumentos convenientes, respondieron (como al principio): somos ángeles. 
                                    Óleo: El chaparrón - Walter Dendy Sadler (1854-1923)
                                              
  El Meadow. Por: Sergio Fabián Brites
      El Meadow es una traviesa entidad para regocijo de las almas, allí convergen los humanos, ignorantes de que el Meadow interviene sus sensibilidades: el regocijo de una tarde es exactamente proporcional al influjo que sufren los sentidos. Como la afamada ciudad de los siete canales circulares, su arcana topografía parece improbable, sin embargo, parece ser que al este limita con el lago del Reem(1), que no tiene fondo, o que el fondo es un monte de Armenia; al sur con el país de los Porcos(2) , que en su eterno retorno devienen en simios; al oeste con los artistas del rey Mom, que interpretan una sola vez cada obra, y que al final del festival sacrifican una princesa(3) en honor al dios; en Pueblos Extintos no existen citas con respecto al norte, es posible que se hayan perdido, o que el autor las omitiera por alguna razón desconocida. Su influencia obedece a infinitas combinaciones de espíritus y de objetos: en el mismo punto, por ejemplo, no es uno el mismo viendo al este que al sur. Un paseo por sus sendas arboladas provoca diferentes estados en el alma, como el asombro, la ira o el amor más prometido (o el olvido). De cualquier modo, todas las referencias marginales son de difícil prueba, podrían tratarse estos datos de los recursos de un dios terrenal para perder a las gentes. Lo cierto es que la entidad podría estar en cualquier parte. No sabemos cuándo traspasamos sus lindes, ni hasta cuando nuestra voluntad nos guía. En su intimidad más oscura un juez falla premios (o sacrificios), no en favor del jugador que gana o que pierde, sino en favor de la subsistencia del juego. NOTAS: (1)Monstruo de grades dimensiones, que no pudiendo Noé cargarlo al Arca, lo ató a un costado de la nave. (2)El pueblo Porco se caracterizaba por la involución de su inteligencia. Originarios de la selva amazónica, probablemente al sur de lo que hoy es Perú, algunas tribus emigraron buscando un futuro (o un pasado), y se cree que finalmente perdieron el lenguaje. Hilse Liver: Pueblos Extintos, Pág. 17. (3)Un jurado del otro lado del mar elige una princesa para el acto final. Es vestida con llamativos trajes de plumas, y en su noche de mayor gloria baila sambas exóticas al ritmo de tambores y cavaquinhos, luego se retira a dormir otros sueños. Hilse Liver: Pueblos Extintos, Pág. 52.
                                            Óleo: You and I - Erik Werenskiold (1883-1884)
 
                                 Suya. Por: Miriam Carreón Zoeller
     Y ella, lo aceptó. Cada pestaña de Ophelia, tenía ese poder de dejar sin aliento, por el acelerado movimiento de su par de parpados cubriendo misteriosos, obscuros y brillantes ojos. Sus fuertes caderas envestidas por una bella piel morena, con aroma a flores recién cortadas y  domingo por la mañana, propio de nacimiento; de hace veinticinco primaveras.
Aún la acompañaba, la capacidad de ser deslumbrada, pero por encima de todo deslumbrante. Él, la hizo suya desde hace cuatro veranos atrás, cuando una juguetona gota de su dorado sudor; recorrió el fino surco de sus trémulos pechos.
Desde que el sonido de su lengua humedeciendo sus suaves y tiernos labios, le taladraba el oído; como el frágil e hipnotizante movimiento de mariposa al volar.
Suspiro después de amar.
Tulipanes invernando, canela, menta, romero y cáscara de nuez, era el brebaje, que él resolvió, daba como resultado, el aroma detrás de su cuello. Lo probó. Por eso los labios, el color a tierra, la envidia al pisar.

La hizo suya, esa noche, cuando abrió con el primer trago de café; Ophelia con su silencio encantador.
(Manos, servilletas; agua hecha vapor, son escenario)
-¿Así me imaginabas? (Mirando su hombro izquierdo y con azúcar entre el índice y el pulgar)
-Más joven.
-Pero, si me veo igual que en la fotografía.
-Quizá.
-¿Cuáles son tus planes?
-(Directo a los ojos) No hablar de planes.
-¿Cómo es que, en tan poco tiempo me amas?

Apenas logro zafarse el signo de interrogación, cuando Ophelia lo inundo de ojos brillantes, flores recién cortadas, dorado sudor y todo un brebaje detrás de su cuello… lo probó.
La tarde entrega lugar a la brillante noche, que es testigo de cómo: una frágil y modesta mujer, sin aroma singular, apenas reposa en una vieja y polvorienta silla; dispuesta a  pedir té. Él se acerca, se inclina, con todas sus fuerzas pregunta si le puede hacer compañía, cual es su nombre. Lucia Pérez, nacida en otoños incontables y con una piel de leche.

Todo cobró sentido, siempre fue ella, Lucia, a la que llamaba en murmullos Ophelia; con azúcar entre el índice y el pulgar, toca su rostro… y ella, lo aceptó


Óleo:  Cafe in Venice - Manuel Domínguez Sánchez (1840-1906)

La ultima esperanza. Marisol Álvarez .
     Hace días me preguntaron si nunca había sentido un amor tan fuerte que te haga dejar tu felicidad, por la felicidad d alguien mas...... Sin duda sabía mi respuesta... Yo creo que todos hemos tenido un amor así, a fin de cuentas te enamoras para eso buscando la felicidad de la persona que amas, buscando que este bien, aprendes amar hasta los detalles mas pequeños esa sonrisa que te enamora, esas manías que se te sacan de quicio pero que no podrías vivir sin ellas, esos detalles que tal vez no vea nadie mas solo tu, pero llega un punto donde te das cuenta que su felicidad no esta a tu lado, que no eres tu la persona por quien se ilumina su rostro, y empiezas a sentir un amor que no es egoísta que no entiende de ataduras, y la vida parece que se empeña en demostrarte si tu amor es tan fuerte debe resistir ante la eventualidad, a fin de cuentas hay una voz en ti que no te deja caer que no te deja tirar la toalla, eso que comúnmente llaman “la ultima esperanza “ y es ahí donde empieza o termina todo , y esa esperanza que no deja de sonar en lo mas profundo de tu corazón la misma que has visto destrozada una y otra vez cuando te ha tocado escuchar, te ha tocado ver a esa persona sufrir por alguien mas y es tiempo de recoger los pedazos de tu corazón y con el mismo pedazo d tu alma te has dicho: todo va estar bien, y las mil preguntas vuelven a bombardearte es que nadie ve lo grande que eres?, es que nadie puede ver todo el amor que tienes en ti?, pareciera que el mundo se detiene y todos corren, hablan, caminan a tu alrededor y tu estas inerte te has detenido a ver a esa persona esa perfección en su mirada, conoces hasta el mas mínimo detalle de su rostro, sabes como frunce el ceño cuando algo no le parece, sabes como truena sus dedos cuando algo le pone de nervios, has memorizado todos sus gestos y no por locura, pero te has detenido tantas veces a contemplarle que parece que lo conoces de siempre que lo has tenido siempre y nunca, pero vuelve la pregunta  cuantas veces has escuchado hablar a esa persona de alguien mas y con el corazón tan estrujado solo piensas en todo lo que podrías hacer diferente, es que no la conoce lo suficiente?? Que no conoce sus gustos??, por que eligió esa manera que no te conoce un poco ?, que no sabe que disfruta tanto que le hagan reír, que cuando se enfada es preferible no estar cerca y que no debes intentar ni siquiera un abrazo, es que pareciera que no se ha dado el tiempo de abrazarte tanto para conservar tu aroma, no se ha dado el tiempo de disfrutar tu esencia, tus bromas sin chiste, no ha puesto atención en lo divertido que es verte sonreír, no sabe que odias levantarte por las mañanas y el desastre de su cabello, no se ha dado el tiempo de disfrutar esos pequeños detalles,  pero al paso del tiempo sabes que no eres tu, y es alguien mas con quien desea estar, y es alguien mas con quien desea despertar, y no eres tu y es el momento de soltar de dejar ir, de poner tu mejor sonrisa, y decirle que te vaya bien, tal vez no sea la sonrisa mas honesta pero este amor es así, no es egoísta y por eso me enamore así, siempre quise verte feliz..... Y tal vez cuando termines d leer esto no sea yo quien este en tu mente ni hayas pensado en mi mientras leías, la diferencia es que tu eres cada letra y cada pensamiento, al final te darás cuenta que en cuestiones d amor tienes la madurez suficiente para amar así, para experimentar ese amor  que deja ir, que esta lejos de ataduras que has descubierto una forma distinta de amor,  que sonríe a pesar de que tenga el corazón destrozado, que pone la felicidad de alguien mas antes que la suya, al final solo un suspiro queda y esa sensación de poder cerrar esta puerta, de haber cumplido, esa sensación que queda cuando has dado todo, que has intentado todo y con todas tus fuerzas, al final ese ultimo suspiro, sabes que vas a estar bien. 



Óleo: Woman on a Safty Tricycle - Sir John Lavery (1885)  


¡Mirá lo que quedó! Por: Mercedes Galante
 A través del ventanal, veo que te vas. Siento que llueve agua sucia dentro de mi, trago las lágrimas, aprieto los dientes ¿Deber conyugal? ¿Orgullo? “Amor, pesar, dolor” 
No me rindo ante una mujer. Me hundo en lo negro de la noche, garúa, frío, humedad…
Ingreso a las recovas del bajo, los cafetines, los bares…
Magnificencia del antiguo pecado, espesas cortinas, alfombras ahogando pasos, exóticos aromas, cojines, divanes. Y...  “Ahí estás tu”.
Apenas iluminado el centro del escenario, entre paneles de vistosos colores, bailas gozando, nace música de tu cuerpo, temblor en tu abundante, rojiza cabellera y tu acaramelada, sensual voz, cantando “Coplas de amor”
“ARRANCÁME LAS ROPAS
DESNÚDAME”
Me pierdo, salgo de control, desenfrenado te arrastro  por el suelo,  con un impulso irresistible de ira, sin temor a las consecuencias, ni autoconciencia para analizar, ver bien las cosas, golpeo tu cuerpo, tus piernas…Mareado, loco,  loco, rió por no llorar, mientras te grito “Hoy vas a entrar en mi pasado, hoy nuevas sendas tomaremos”
Quedaron entre mis manos, restos de encaje, lentejuelas, seda…Ay, ay, ayyy ( Me digo). De nuestro amor, mirá  ¡“MIRÁ LO QUE QUEDÓ”!
  Basado tango   “Los mareados”



"Diablito de barro" Por: Mercedes Galante
Encontrò el lugar justo en el momento indicado, ahì donde crecìa tanto el rìo, el carro lleno de cartones , al fin se detuvo, lo ùnico que le interesaba a ella era tomarse una y otra birra , encender un cigarrillo ... Anestesiada su cara de "ratita" asì la llamaban , sucia , rapada ,sombrìa, con intermitentes ruidos hambrientos en su estòmago y decidida a pelear con el destino , la mujer niña no perdona , es que aquel hombre apareciò en su vida y le hizo la vida imposible.
Esperàndola en el humilde cuarto ,estaba èl con la cara desvastada por el alcohol...
-De donde venìs ,-comenzò a golpearla -Su crueldad tomaba formas irracionales obsesivas ...
-No me aprietes màs Ay...ay...ayyy basta ya ,...
Ella sentìa la mano pesada de èl, golpeàndola en todo el cuerpo.
-Tomà pendeja tomà ...-reìa mientras volcaba, sobre sus hombros , la espuma color oro de la helada cerveza ...
-¡Acostate carajo!
El despreciable masa de tierra y agua turbia
"Diablito de barro
Diablo diablòn"
De pronto un grito largo retumbando, los ojos de èl , se encontraron con los suyos, sòlo un instante, estertor mudo , el cuerpo de èl semidesnudo, 0se fuè quedando quieto còmo un trapo, vestido por siete puñaladas ...
Envuelta en vertigo supo que cosa de mandinga, algo moviò su mano ,sintiò miedo , dolor... Desquisiada se aferrò al cuchillo ,sangre...carne...sangre... A èl, habìa que abrirlo , para que lo satànico, le salga desde adentro
Èl despreciable masa de tierra y agua turbia
"Diablito de barro
Diablo diablòn"

Primavera, amor y música. Georg Pencz, “Primavera”, dibujo,

Micro cuentos de una noche sin memoria.

(Mario Caamaño)
1.   
Él pensaba que ocultando el cadáver jamás lo descubrirían, lo echó dentro de un saco, encendió un cigarro y tomó rumbo hacía el peladero más cercano.
De pronto, desde dentro se oían gritos, pero él no escuchó; la música en sus oídos era más gruesa que los gemidos del cuerpo.
Lo sacudió violentamente contra el asfalto, como teniendo miedo de que, por sorpresa divina o simple maña, cobrara vida, sin embargo, sólo eran historias incoherentes.
2.   
No me mires así – mirando el cielo me dijo – ya no eres igual – como alguien que no tiene miedo a mostrar enojo – no tuve más remedio que decir adiós, darme la vuelta,  sacar de mis bolsillos un cigarro y  prenderlo (con dificultad, pues el frío entumía mis manos y el viento besándose los  nervios hacían más difícil aún la maniobra), luego, cuando ya se había consumado el acto, me dispuse a caminar (…)
3.   
Una vez estando adentro no pudimos salir, era una máquina enorme y fría, su inmensidad reflejaba su soledad, en cada pared sólo había grasa, y en cada esquina trozos de carne en descomposición. Finalmente, no aguantó, y con la astucia y ansia con que un bebé recién nacido llora, vomitó.
4.
Recompuse el cuerpo como todos lo hacen, me acosté para pensar, en realidad, sólo dormí (…) en realidad, está bien o está mal gastar la vida en actos absurdos. Seguir día a día rutinas incoherentes cuyo único fin es matar el tiempo mientras esperas ser feliz (feliz como todos los demás) ser reconocido como un ente exitoso por la cantidad de bienes materiales obtenidos es un sordo escuchando a algún actor de cine mudo imitar a Adolfo. Qué hay de quienes sueñan con amar, qué con quienes sueñan con la muerte de cada Pedro García del mundo, qué hay conmigo que, a veces, sueño realidad diferentes, reconstruyo muertes y fornicación, pero luego las olvido al despertar, qué hay.

5.
Cuando penetré por la puerta se sintió un gemir, eran las paredes, advertían mi presencia, fue bajo esta bienvenida como tomé asiento procurando dejar un poco de espacio para el temor. La conversación fue incomoda, sabíamos que no era bienvenido, sabíamos que no debía estar aquí, mucho menos a esta hora. Tomé mi vehículo y me dispuse a pedalear, claro está, luego de despedirme, nervioso, así como llegué.
6.
Le dije que pasara a mi casa de improviso, nadie más que yo y mi perversión habitaba allí; ella no puso objeción alguna. Se demoró alrededor de 20 minutos, los cuales asesiné  preparando el lugar; cerré las cortinas, y sobre las delgadas manchas  dejé caer manteles negros; dejé los condones bajo la almohada; y, por último, me masturbé.
Ella llegó, la lluvia le había dado una  mala acogida, pues su ropa estaba totalmente empapada. Al entrar se desvistió rápidamente, fue en ese instante en donde salté rapaz a besar sus labios, luego su cuello, luego sus senos – EL SILENCIO SE APODERÓ COMPLETAMENTE DE LA CASA – nos miramos – NOS PREGUNTAMOS SI ESTABA BIEN – por supuesto – LE  TOMÉ LA MANO Y LA LLEVÉ A MI HABITACIÓN.
Hicimos el amor con ternura, con amor, como quien ama tiernamente a su compañero, pero también lo hicimos con odio, desgarrando nuestras pieles, mordiendo nuestros cuerpos, tirando de nuestros nervios como si fueran instrumentos de carnicería, los cuales parecían estar  devorando el alma.
Desgarramos nuestros cuerpos. 


 



Summer - Leo John Meissner (1929)   

La siguiente selección de Cuentos, pertenecen al libro:
“Vicisitudes de una tarde con Ernesto Ghom y otros cuentos”
 

Amiga Imaginaria.   Autor: Damián Ortega


Esta noche quiero escribirte. Decirte que el miedo sigue estando donde ya no esta. Que la visión es chocante frente a la inmensa pared de cristal que observo en esta noche.
No supe decirte la palabra que esperabas. Quise decirme a mi lo que la ternura trasmite cuando sale del corazón. Pero tampoco pude.
Si hubiese tenido un poco más de valor, quizás el atrevimiento si se la hubiera jugado en serio. Hubo un color pintado desde el momento en que te alejaste con esa idea de vernos mejor en otro momento (porque será que siento esto último)
Cuántos momentos puede tener un ser humano?
Hay un único momento que se parte en mil pedazos y que hasta ahora no se ha repetido.
Quería decirte en esta noche que el llanto y la alegría permanecen en la misma mesa en la que solíamos hablar de literatura y de la política que ejercen quienes no la ejercen.
Hay demasiados dibujos en la amistad. Cuál es el real? Cuál de todos fue el que tenía que mirar con más atención?
Nunca supe deducir por cuenta propia los vaivenes del silencio. Callando bocas. Mirándonos a los ojos como Dios manda y dejando que una música de fondo recorriera la escena con total libertad.
No pude, sabes, no pude salvarte a tiempo. Quizás porque yo no me salve todavía.
Sé que existe un universo de hechos para hacer, aguardándome a la vuelta de otra vuelta que siempre tiene otra más por si las dudas.
Quiero en esta noche, mientras miro el cielo oscuro, esclarecer la belleza de la ausencia. La solidez de los argumentos que aun esperan por sus voces y por sus oídos, en un dormitorio que se mezcla de impresiones pasajeras y que ahora están de moda.
El invierno se perpetuo en cachito que se fue de gira al cielo. Mientras la congoja, sacude el pañuelo por mí.
Cuántas cosas pasan. Si pudieras darte una sola idea, de que tan rápido pasan. La peligrosidad de un instante se siente en la palabra que se deja para el final.
Sabes, el otro día estaba pensando en mi ideal. Ahí caben sueños y mundos posibles, y me dije: la realidad para qué esta?
Papá esta amigándose con la vida, aunque crea que es tarde. Mamá se da la oportunidad de creer en todo lo que hace para salir adelante. Mi hermana aun se pregunta por las preguntas a futuro. Esta al igual que yo, coordinando las repuestas para presentarlas a su debido tiempo. Qué de dónde la saca (mos). Te podría decir de la propia experiencia pero creo que me quedo corto.
Quería escribirte. Decirte que es una noche atípica porque ahora hay un convencimiento muy incrustado en mi cabeza. Será que ya es hora de hacer lo que siempre pospuse?
Te quiero. Últimamente esta frase no parece tener tanta fuerza que digamos. Pero quería escribirte por si acaso me lees y te das cuenta de que aun estoy con los pies en la tierra intentando volar a mas no poder por un mundo real en el que me pregunto: Cómo se vive por aquí?
Y quizás vivir es la ventaja del que esta siendo sometido por una verdadera libertad que le dice: “vamos, hazlo. Atrévete a ser... “
En esta noche, mientras tomo mi cerveza, mi imaginario me jugó una buena pasada: se creyó que estaba viviendo mi realidad y que al fin había encontrado casi todas las respuestas. Vivir un sueño en realidad es meterse de verdad en lo que uno quiere y lo que debe sacrificarse para alcanzarlo, en este tiempo que se esfuma...se esfuma...

Gracias Thelma, porque te diste a conocer ni bien estaba durmiendo y me dijiste al oído: “soy tu amiga imaginaria, contame lo que quieras...”
Y a partir de entonces, no apareciste más.

__________



“Luisa” Autor: Damián Ortega.

Ya no hay penas….el pasado muere – declara  la ilusión de Luisa. Ella como otras tantas cree que el amor romperá cierto prototipo de entrega que valorara en cuanto ponga los pies sobre la tierra.

Ella cree en no creer…cree en lo espontáneo, ahuyenta al miedo con cierto aire de coraje que de vez en cuando abraza la actitud de quien se enfrenta consigo misma.  Para no acabar nunca esa ronda que le va cubriendo el espacio que su soledad deja y comienza a olvidar, termina con recordar y vuelve otra vez a comenzar a olvidar…

Luisa me toma de la mano en el sueño de hoy. Y me la aprieta con la sensación de renovar las fuerzas. Ella cree que el sostén de la ilusión se guarda en un cajón, y deja para lo verosímil, la palabra justa,  y el hecho, desenfunda,  la nostalgia de no pisar el pasado con el perfume del otoño.   Me llamo la atención - me dice - el argumento que usas para hablar de la libertad en el amor. Acaso el amor ya no es libre? Acaso no nos desencadenamos sin querer? No crees que hay  algún resabio de egoísmo queriendo cumplir  la única función que tiene: destruir.    Luisa me habla, pasa de un tema a otro en cuestión de minutos, ahora  me habla sobre el Ego. Que palabrita no? – sigue con su monologo ocasional -  te imaginas si esa cosa que uno lleva adentro, comenzara a reclamar eternamente porque quiere tener mas presencia dentro de uno? Acaso no lo tiene? Cuánto es más? Ella se descarga. Pita un cigarrillo. Luego lo coloca en el cenicero, vuelve su mirada hacia a mi, y sin sacarla de encima, concluye con un: “…sabrás que no estamos de casualidad acá…”              

 El aire de la capital susurraba a  la noche, las palabras que  el silencio escucha angelicalmente, estando, junto conmigo,  en la estación de trenes. Luisa se fue….quiso irse lejos para probar suerte  con la distancia. Sus locas maneras de irse por las ramas es lo que mas recuerdo cada vez que vuelve. Vivir en el presente implica la transparencia de un color, como el azul, como algo, que esta bien visto, cuando apenas,  descubrimos las sensaciones y las repeticiones de un error que pasa  por al lado nuestro, queriendo llamar la atención.    Luisa es la persona más misteriosa que conozco, la veo en mi imaginación, la vida real se encarga de meterme de vez en cuando en una realidad en la que ella no existe…   Ella esta dentro de  mi interior como también afuera estarán   las hojas en las que le escribiré cuando ella desee  volver y cuando necesite hablarme, o abrazarme…o lo que fuera que ella anhele, la sensación que provoca el reencuentro.   -Voy y vengo – me asegura – no tardare en volver,  te lo juro.   Una mujer esta en la mente de un hombre. Jeremías le habla a esa musa que un día, en pleno auge de la soledad, se le apareció. Imagino su nombre, su perfume, sus labios, su pelo, todo…Desde entonces, imagina verla en cada sueño…en la que ella siempre  se va, y luego regresa, sin que pase demasiado tiempo.    Ella le cuenta - cada vez que se le aparece -  algunas historias sobre  colores, de frustraciones a las que esta tratando de superar y también de música, de canciones que le gustan.  En algún que otro sueño, Jeremías le escribe poemas, y le dedica canciones.  Hace poco Luisa, le confesó que le gustaba un grupo de rock llamado Almendra.   Tan dulce imagina su voz que lo acompaña en los vaivenes de un mundo que le parece tan hostil y lleno de paz a la vez…   El desierto de la soledad, le hace imaginar toda una novela que no es mas que un instrumento de  la confrontación para enfrentarse a esa cosa que lo va encerrando, cuando él, hace un colosal esfuerzo por abrirse a un  universo real que también está lleno de fantasías, repleto de infinitas posibilidades…para descubrir.  Cuando Jeremías duerme, se despierta en un nuevo sueño donde  ella se va cantando un fragmento  de  “Laura Va” (una canción de Almendra,  su grupo y  su tema favorito): “…aunque es grande su vida comienza aquí  / y a la vez termina la sed de su espera  / La valija pesa y él la ayuda a / entrar en el tren /La cubre de besos  / y el sol también.”   Buen viaje Luisa, aquí te esperare.
 “Luisa” (Un cuento escrito mientras viajaba dentro de un tren)



Mixtificación:

"2 de la mañana: Los niños duermen a la inocencia. Vestigios de un sol que calma sus ansias para el día siguiente. "Mañana es el día que siempre supone va a estar"
El trabajo nocturno se estrena con música de fondo. Algo va a ocurrir. Los niños duermen sus sueños. Esto es algo que los mantienen despiertos. Hace mucho que se fue la claridad. La luna inquieta se entremezcla con las nubes y su relación es llamada intrínseca.
2:05: El trabajador va terminando su café mientras observa como sus niños duermen. Pensar -medita el trabajador- que ellos tranquilamente se van a ese viaje individual donde la realidad ni por asomo es admitida.
El trabajador cierra los ojos y pide un deseo: Soñaré con un futuro que me permita lo que me es imposible: volver a ser niño. Y el aire de la infancia le susurró al oído: "Ya lo eres"
2:10: El trabajador duerme como un niño y uno de esos niños ahora es el trabajador: "Bien. A las 5:00am me pondré manos a la obra –dice - sin preguntarse siquiera cómo es que creció de golpe"

Tía

“A Julia”
"Una muerte mas. Un ser querido se despidió ayer. La tormenta me despierta una vez más y el relámpago sostiene la energía que es extraña y que no se explica. Cada tanto volverá a llover, asegura la anciana que esta tarde (esta junto a mi en un recuerdo distante y cercano) cubriendo su cabeza con un paraguas. Toda tormenta trae calma. "esto también pasará" -afirma.
Una muerte más. Y el ayer se ve en el futuro. El presente sigue dialogando con mi presencia que está triste. Se nos están yendo la gente buena...se arrebatan vidas y nos duele el llanto...
Y la viuda dijo haber firmado algún papel en blanco bajo este cielo gris, en un momento impreciso de su historia.
Qué se está esperando, cuándo ya no esperamos nada? – sentencia mi tía, mientras me saluda y se va alejando de mi(...)"

Agosto 1 de 2013 - Ciudad de San Justo. Bs As.

Alguien
“Hay alguien que sabe que estoy loco. Ese alguien soy yo. El yo por lo tanto se hace cargo de la locura. Mientras el otro yo despabila a la mente humana de posibles infecciones, se abre la mente frente a una posible ruptura. El cálculo incalculable es el más exacto. Detrás de la orilla del mar esta la pregunta que la respuesta nunca hallara. Alguien, un loco, te dirá que está en otro lado. Santa Teresita dijo lo que dijo y por eso se quedó al lado del mar. Y el mar al lado del sol. El sol al lado del cielo. Y el cielo se sintió parte del capitulo 7 de una historia que nunca escribí y que le pertenece a un universo que se olvido de existir"

Risa y llanto de un comediante
"Detrás del telón, el artista llora desconsoladamente. Sabe, que acaba de presenciar su propia interpretación en carne propia. Luego de ese llanto, sus compañeros, un tanto asombrados por la actitud del comediante, lo abrazaron con el fin de darle ánimos.
El artista en pleno acto, de su mas reconocida obra, dijo sin tapujos: " vean su propia miseria y a ver que hacen con ella" y luego soltó una carcajada que se escuchó hasta la esquina del teatro. Los espectadores, conmovidos por tal revelación, aplaudieron al comediante y comenzaron a reír y reír y reír...
(Y hay quienes al salir de aquel lugar, aun no paran de hacerlo...)"

"Risa y llanto de un comediante" (capitulo Final)
Jeremías. Septiembre de 2013




Óleo:  The dancing school, Prague - Frantisek Dvorak (1862-1927)


"Me pasa bastante seguido pensarte " Por : Eduardo M. Romano
Me está pasando bastante seguido,
que no dejo de recordar algo tuyo
y de ponerme, aunque no me lo proponga, a pensarte.
No vayas a creer que
se me ocurren cosas importantes ,
ni que tienen aspiración a cierta clase de posteridad
o a alguna clase de trascendencia.
Te digo más…ni siquiera escribo esto
para andar llamando la atención de nadie.
Lo mio me parece que es más simpley egoísta.
Me conformo con evocar alguno de los sustantivos que dijiste
la última vez que nos vimos…el color de tu vestido o el perfume que
siempre me aclarás que no usás , pero que yo no puedo dejar de percibirlo como decididamente tuyo.
También me haría bien poder traer por un rato
a la memoria tu penúltimo adverbio….o algún adjetivo
que hayas enunciado,en este caso
no me importa si fue al final, en el medio o al principio…
… siempre y cuando sea con tu voz, tu tono , tu cadencia y con esa forma tuya y tan propia de decirlo.
Ya que estamos,
algunas de tus caricias y de tus suspiros,
no me vendrían nada mal, estoy seguro,
traerlos para mí solo de nuevo….
…pero siempre y cuando vengan cargados de tus motivos
y repletos de miradas tuyas.
También me haría bien ,
llegado el caso,
…acordarme de alguna cosa
que vos me hayas dicho
y que tenga que ver conmigo y que me involucre……
..y no lo digo por mí,
sino por esa parte del recuerdo
en donde vos estás conmigo.
…nada del otro mundo…simplemente se me ocurre
algo que hayamos hecho o imaginado juntos..
o alguna frase media absurda o zonza
que yo haya dicho
y que
vos festejaste porque sí….o porque te haya causado gracia….
….pero lo repito ….
…esto siempre y cuando venga con algo tuyo…
…porque no es lo yo dije, ni la cara que puse o el semblante
que pude haber expresado…
… mucho menos la intención o la idea que
o pude haber tenido en aquél momento…
…eso a mí me tiene del todo sin cuidado…
porque es sólo de vos ,
de quien quiero acordarme.

 

                                           Óleo: Die Stickerin - Franz Xaver Simm (1853-1918)

Ciertas cosas que nos van cambiando. Por: Eduardo M Romano (Logicas subjetivas)
Lo más seguro es que responda
a un nuevo alineamiento de ciertas cosas nuestras.
Porque en el mundo de afuera que nosotros sepamos,
nada cambió al respecto.
Entonces ocurre que algo cuyo sentido, dirección, propósito,
y argumento, dábamos por descontado , de tan clarito que estaba…
…cambia y empieza como a incomodarnos por dentro.
Porque ahora nos resulta distinto.
De modo que esa frase que escuchamos , resulta
que pudo haber sido dicha para darnos a entender
todo lo contrario.
Esto a su vez, engancha con aquel gesto irrelevante
que ahora nos damos cuenta que de neutro
o indiferente, tenía poco y nada.
Y no es que de pronto nos hayamos vuelto
demasiado susceptibles o que estemos imaginando
tramas persecutorias o asuntos que nunca existieron.
Sólo se trata de que a un hecho que lo teníamos entendido
de un modo, ahora , con el paso del tiempo,
y cierta perspectiva que no la teníamos o no la encontramos antes,
nos parece bastante distinto.
Resulta entonces que las transparencias
estaban llenas de claroscuros…que el supuesto diálogo
fluido siempre había tirado más bien a monólogo…
…y que aquello que mirábamos de frente,
estaba hecho para ser visto de costado.
Y no vayan a pensar que termina ahí la cosa…
…Porque hasta ese lugar de protagonista
que sin lugar nos atribuíamos dentro de la escena….
….recién ahora nos damos cuenta ,
que con suerte nos daba para actor de reparto.


                                                 Óleo:  Soap Bubbles - Ettore Tito (1894)
 
  En Las Manos de Dios.  Autor: José Luis Huergo.
      Juan Hernández llegó caminando hasta la iglesia. Vestía una camisa de algodón de buena marca con el cuello desgastado, pantalón de casimir lustroso y zapatos de ternera con las suelas rotas, caminaba de prisa, empujando a los pobres, pero cediendo el paso a los bien vestidos. Hacía tiempo que su andar era encorvado y la mirada, aunque fuerte y déspota, reflejaba mucha tristeza, era el espejo de su frustración. Antes de entrar al templo, tomó el cigarro con el índice y el pulgar de la mano derecha, lo tiró a la banqueta y lo pisó escrupulosamente con la punta del zapato.
-Bueno-se dijo- Nunca he sido un buen cristiano, pero creo que con lo que he pasado he pagado todas mis culpas y malo, malo, no soy. En fin.
    El Cristo exhibido en la iglesia tenía fama de milagroso, por lo que el lugar estaba repleto. Tras un mostrador viejo y carcomido una viejita neurótica vendía  veladoras, herramienta indispensable en el proceso de solicitud de milagros. Hasta ahí se acercó Juan abriéndose paso como pudo y compró la primera cera de su vida, con esa seguridad propia de los novatos en estos menesteres que los lleva a creer que su aprieto es mayor que el de cualquiera de los ahí presentes, que así lo había de entender el crucificado y que en menos de una semana, portento concedido, su problema sería parte del pasado:
-Puta madre, pinche gente, no hay ni lugar para hincarse –de inmediato, acuciado por las enseñanzas del catecismo, se arrepintió de este pensamiento, pidió perdón a Dios por su falta de humildad y se arrodilló en un limitado espacio, donde apenas alcanzaba a ver la oración pertinente, escrita con letra gótica sobre una enorme alcancía metálica y, tratando por todos los medios de concentrarse en la plegaria  y no en las nalgas de la morena que estaba parada cerca de él, oró en silencio:

ORACION AL SEÑOR DE LAS MARAVILLAS
    ¡Oh! Jesús a quien contemplo caído bajo el peso de la cruz; vengo con el corazón lleno de arrepentimiento a llorar mis culpas, por cuya expiación sufriste las burlas…- pero que culo tan rico tiene esta jija de puta, carnita de monte, ni hablar, pero sabrosa y se ve que está dura como piedra de río. ¡A esta si me la comía con todo y ropa, aunque me pase un mes cagando trapos! Hacerle el amor como loco, ponerla en todas las posiciones, saborear despacito ese cuerpazo…como Lupe, ¡qué sabroso fornicaba esa mujer! Creo que no dejé ninguna fantasía pendiente con ella… -¡No, Juan carajo, que Dios no te va a oír en esta actitud! –…y desprecios de los pérfidos judíos y permitiste que te llevaran de tribunal en tribunal como reo, que te escupieran tu Santísimo rostro que es fuente de maravillas,… –estuvo abundante mi desayuno, pero no estaría mal una buena comilona, siquiera medio kilo de carnitas, unas chelas y un buen postre, pero en abundancia, que sabrosos eran los lechones al horno, extraño esas atascadas de comida, camarones, escalopa de ternera…- ¡Vuelve la mula al trigo, Juan!... – que te trataran como reo de burlas y te presentaron ante Pilatos desde el balcón del pretorio al pueblo enfurecido.
    Te suplico humildemente postrado a tus plantas… – este pinche mugroso me pasó a traer con el guarache y ya me ensució la ropa...carajo, con las cantidades de dinero que movía, ya parece que me iba a venir a arrodillar en este piso cochino y rodeado de apestosos, yo, con mi capacidad y mis habilidades, que siempre he sido tan chingón para hacer las cosas, yo, me cae de madre que yo merezco el mejor coche y una residencia, viajes, yo no soy para caer tan bajo, pero ya Dios se tendrá que dar cuenta de su error y corregir mis problemas, ¡Señor!, ¡escúchame!, ¡soy superior a todos estos! ¡Devuélveme la posición a la que tengo derecho! - ¡Juan! ¡Ya no mames! –…perdones mis pecados, que reconozco fueron la causa de tu dolorosísima pasión y muerte, me pesa Señor haberlos cometido y propongo ayudado de tu Divina Gracia no volverlos a cometer.
    Por los azotes que sufriste en casa de Anás, que te envió atado a la casa del pontífice Caifás, por el oprobio de haber sido propuesto a Barrabás,… – pinche viejita estafadora, cinco pesos las veladoras, carajo, gastando y luego ni pa’ los pasajes tengo, me cae que si se me hace este milagrito y le pego al Melate, todo el dinero al banco y solo para satisfacer mis caprichitos, el que me pida dinero lo tendrá que pagar al módico 10 por ciento, me cae que voy a ser uno de los más ricos de la ciudad - ¡Aguas cabrón, otra vez¡ – …por las burlas que recibiste en la casa de Herodes, que vistiéndote de burlas te volvió a Pilatos, te pido amoroso y pacientísimo Jesús de las Maravillas,…- ¡coño! Si mi socio no hubiera sido tan tranza conmigo, otro gallo me cantaría ¡Cómo lo odio! ¡Con qué gusto le rompería la madre! Quisiera verlo más hundido que yo ¡Pero qué pinche coraje nomás de acordarme de el! ¡Se había de morir de una buena vez! Maldita rata coluda, en mala hora fui a confiar en él - ¡En la madre, Juan!-… me concedas la gracia que hoy confiadamente solicito, si es para mayor gloria y bien en mi alma (se hace la petición)- En ese momento, Juan cerró los ojos y, envolviendo una mano con la otra, reclinó la cabeza, recargando la nariz entre las manos, hizo un recuento de todas sus calamidades hasta llegar a las lágrimas e hizo su solicitud:- Señor, permite que le pegue al Melate, Tú mejor que nadie sabes lo que he sufrido, ayúdame, por favor-  no desprecies Señor mi humilde y confiada petición, concédeme Señor una más de tus maravillas.
    Confiando en tu infinita misericordia me despido ¡Oh! Jesús de las Maravillas pidiéndote ante todo la gracia de servirte con mayor fidelidad.... – carajo, con el Rolex de ese güey salgo de deudas y hasta de carro me hago y aquí está el cabrón pidiendo, como si no lo tuviera todo, no entiendo porqué otros tienen tanto y a mi ni madre que me toca, si se ve inculto ese cuate, no parece merecer lo que tiene, para acabarla de chingar llegó el novio de la nalgona, pinche naquito y con qué cariño lo mira ¿Porqué a mi ni una miradita? ¿Porqué todo mundo parece estar mejor que yo?- ¡chingá contigo, Juan! – …y amarte con mayor fervor para merecer el cielo que tienes prometido los que hoy postrados ante vuestra divina imagen imploramos tus maravillas.
                                    Así Sea
   - Bueno, con qué la acompleto ¿un misterio del Rosario? No, que hueva, por cierto, tenía que ir a buscar trabajo y por levantarme tan tarde ya no hice nada, bueno, pero está rica la cama, aunque pasen puras babosadas en la tele, nada como el placer de quedarse acostado casi toda la mañana ¿Iré a buscar saliendo de aquí? Nel, ya es tarde, mejor mañana, ¿y el rezo? Por fin, ¿un misterio? No, es mucho, Dios lo que quiere en la oración es calidad, no cantidad, con un Padre Nuestro,  un Ave María  y una jaculatoria es más que suficiente.
- Padre Nuestro que.......por los siglos de los siglos, amén.- Acto seguido se levantó y se dirigió a la salida del templo, no sin antes dirigir una de sus peores miradas a la viejita neurótica.
Una vez en la calle y luego de encender un cigarro, se dijo: -¡Ahora si, chingue a su madre, a confiar y esperar! Total, ya puse mis problemas en las manos de Dios. ¿Ahora qué? ¿Qué hago, me iré al cine de aquí cerca a chingarme una película porno? No, es gacho, saliendo de la iglesia, mejor le voy a hablar a los cuates a ver que desmadre,- y se encaminó al teléfono mas cercano, sin acordarse siquiera de comprar el dichoso boleto del Melate. 

 

                               Óleo: Interested and Disinterested - John Laurie (1939-1940)
    
   Leyendas de Erodhar, saga de fantasía épica medieval.‏
                                                           (Cosmin Flavius Stircescu)
                                               Sinopsis
            El exiliado Valanor trata de invocar y someter a un terrible demonio del mundo antiguo, con el propósito de obtener su venganza contra aquellos que le despojaron de sus poderes y le condenaron a una vida de sufrimiento, pero fracasa. Mientras tanto, en Thaldorim, el continente más grande de Erodhar, el majestuoso Reino Unido de Aldaeron se ve amenazado por el constante empuje de los orcos de Khoradmar; la guerra está a punto de comenzar. Con el moribundo rey Arnthor IV de la casa Nomenglaus incapacitado para gobernar, su hijo, el príncipe Varian, se ve obligado a asumir el papel de líder y defender a su pueblo ante el avance de los orcos. Pero el mal también está creciendo en el interior del reino, donde una oscura hermandad de brujos que se hacen llamar a sí mismos el Culto Oscuro, va ganando poder y adeptos. Su líder, el enigmático y poderoso lord Wegenald, busca un antiguo artefacto de magia oscura para poner en marcha sus malvados planes para conquistar Aldaeron y aplastar a sus enemigos.
Entre tanto, en el sur del reino empiezan las celebraciones del Festival de la Cerveza y el torneo de justas organizado por el carismático lord Marco Lintari, señor de la Provincia de Silverton, para el regocijo de su pueblo. Valiant Wedford, un joven justador, acude al torneo junto al maestro de justas Edwin Stockdale y el resto de justadores de la escuela Stockdale. Acontecimientos extraños tendrán lugar durante los días de festejo. Acontecimientos que obligarán a Valiant a tomar algunas decisiones que no se había planteado tomar en aquel momento de su vida, sobre todo cuando las cosas se tuercen hasta tal punto que su propio maestro Edwin intenta asesinarlo a sangre fría...
     El día en que el cigarrillo voló de mis manos con un ojo abierto y los labios chuecos  Por: Carlos Amador Marchant

              Este es el nuevo camino que busca la gente. Se trata de un camino que nunca observaron, que nunca buscaron. Y sin embargo, entre contradicciones constantes, se dan tropezones con murallas y salen, a veces, encontrándose a sí mismos. Me los encuentro, por lo general, manejando taxis colectivos. Primero se presentan como personas comunes. Pero son delatados por las canciones que llevan en la radio y que, escuchan, como extasiados. De inmediato me percato que son temas de corte religioso, del amor a jehová, de caminos que hay que seguir para formar un mundo nuevo. Y, fundamentalmente, del amor a las eternidades y las estrellas lejanas. Me los he encontrado no sólo acá, sino también en muchas reparticiones públicas y pequeños negocios de abarrotes. Y siempre llevan la música y canciones religiosas a su lado, ya sea en radios o por audífonos. Siempre están ahí. Es como el relajante para poder, junto a ellas, seguir caminando por esta vida que en algún momento casi se les fue de las manos.

                                          Óleo: Cycling - Federico Zandomeneghi (1896)                                     

 Mensaje de un anciano. Por: Michelle Zanin
                  Un rostro suave, piel arrugada, un cerrado sonrisa, ojos brillantes de la igualdad de un niño en una mañana de Navidad. Es como yo lo veo, a ver mi reflejo en el espejo. Veo que el tiempo ha pasado, todo esto cambió y yo sigo aquí como palo de rosa, fuerte, con raíces plantadas en el suelo. Pero yo sé que ya no soy un niño, a pesar de la ingenuidad de un. Setenta años ha ido largo, la cantidad de cosas que vi y oí. Pude ver la caída del Muro de Berlín, ver el ascenso y la caída de una nación a otra. Yo vivía en una época más simple, no hay televisión o el ordenador, yo podría tener el honor de escuchar la voz de los cantantes dedicados mi sencilla radio, ir al cine y clásicos relojes como Desayuno con diamantes en una pantalla sin colores, lo que podría desencadenar su imaginación. Puedo decir feliz, porque pude ver al rey Pelé jugar, así que pude ver la pelea de una generación convertido en realidad y ver el final de una era, la era de la dictadura frío y oscuro. Encontró el amor, se casó, tuvo hijos, los levantó, vio crecer, siguiendo su curso, a vivir su propia vida. Ante la adversidad, me temo, momentos de angustia, las lecciones aprendidas, yo estaba feliz. Y ahora aquí estoy, atrapado en un tiempo desconocido para mí. Sin darse cuenta de los valores, no sé la dirección que esta generación va a tener, sin darse cuenta de lo que va a pasar con el mundo. Debido a mi edad y los cambios que estoy viendo, todo el mundo piensa que tengo miedo, pero en cambio estoy dispuesto a afrontar nuevos retos: aprender a usar la computadora, los jóvenes a comprender y aprender a vivir con ello. Todo el mundo piensa que estoy en el final de un viaje, pero no estoy de acuerdo. Todavía tengo mucho que aprender a vivir. Quiero ver los lugares, conocer gente, no puede aparecer más todavía tienen sueños y tengo la intención de llevarlos a cabo. Lo que importa no es la edad física, pero la edad del alma. Por mi parte, me considero un adolescente, lleno de inseguridades, ilusiones y siempre dispuesto a cambiar el mundo. Muchos me preguntan si pienso en la muerte o miedo, no somos hipócritas, por supuesto que tengo miedo a lo desconocido, pero no piensan en ella porque dentro de mí hay una gran cantidad de vida y sé que el día en que será capaz de obtener de sonreír porque daba mi mejor, vivía cada día como si fuera el último, vivió hasta el extremo. Pero no quieren preocuparse por este tema aburrido ahora. Como he dicho, tengo que vivir mucho para aprender. Y por favor no me llames senil, porque no estoy inválido, y mucho menos una víctima del tiempo. Soy un joven, jóvenes de corazón todavía hay mucho para dar felicidad a sus familias. Michelle Franzini Zanin Araraquara/sp Brasil
 Michelle, 19 años. Es un escritor, autor de la Vida, publicado por la Editora Zerocriativa. Estudiante de Periodismo. Es parte de Araraquarense Academia de las Artes y la Asociación de Escritores de Araraquara. Brasil. Gracias.


Acosada. Por: Marta Pizzo
-¡No quiero verte más!
Sus palabras cortantes parecieron romper la barrera del sonido, pero igual él permaneció inmutable, como si nada.
Era de esperar, ya que habían sido tantas las ocasiones en que se repetía la misma escena: ella ofuscada, aturdida. Arremetiendo contra él, tratando de zafar de su influencia inútilmente... al final siempre caía rendida a sus pies.
Por él, abandonó el cuidado de su jardín, sus plantas tan amadas. Canceló una y mil veces citas con su mejor amiga, con la que solía compartir tardes de charla y confidencias y hasta tuvo que interrumpir la lectura de las noches, perturbada por su tentadora presencia.
Casi siempre se comportaba así; directo, violento, imponiéndole su personalidad multifacética que la hacía pasar en un “tris” de la risa al llanto o viceversa.
Estaba harta. Dispuesta a cortar de una vez por todas la conexión que los unía.
Salió a la calle a respirar aire puro. Recostada sobre el umbral de su puerta, se puso a meditar acerca de la situación.
Era cierto. Si bien él la acosaba, en el fondo era ella la que lo manejaba a su antojo y producía los acercamientos. Inspiró profundamente y su cerebro comenzó a analizar la forma de librarse de tan terrible dependencia. Miró hacia arriba pareciendo descubrir la existencia del cielo. Acarició en su mente algunas palabras: pájaros, naturaleza, sueños, libros, amor, libertad... Pasó un rato así, emocionada, reflexionando.
De pronto, miró su reloj y se quiso morir... ¡Se estaba perdiendo el culebrón de las cinco!
Entró como un huracán, tomó el control remoto y se acomodó en su sillón frente a él, prometiendo que ésta sí sería la última vez.

Por supuesto, no cumplió su promesa.
Año 2000
Marta Pizzo: Poeta, autora y compositora nacida en Villa Luzuriaga.
Cofundadora de la Asoc. Literaria la Besana. Pubicó en antologías.
Su tango “A mi calle”, fue seleccionado en el Certamen Tangos Inéditos “Enrique Discépolo” (1998), además, obtuvo el Primer Premio en el XII Certamen de Tangos Hugo Del Carril (2004) por el ya mencionado, “Magia de malvón”, ambos con música del maestro Quique Rassetto.
En 2006, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le otorgó un reconocimiento "por su invalorable aporte a la Cultura Nacional y Popular".
En 2007 y 2008, participó en la organización y como jurado en el Concurso de Letras de Tango del Festival Internacional Patagonia y Tango de Bariloche.
Con su pluma, participó en ocho antologías: “Estampas de un tiempo nuevo”, “Semillas de violetas cautivas” y “Manantial de los espejos”, (La Besana); “Palabras urgentes”, (Editorial Dunken); “Más de 100 tangos nuevos”, (Letrango), “Los chicos de Floresta - Sucesos 2001”, (Asamblea Barrial de Floresta), “Relatos para leer sin prisa y con pausa”, (Radio de la Ciudad), y “Alma de tango, pasiones encontradas”, editado junto al poeta catalán Ángel M. González Carazo y la artista plástica Alejandra Díaz Goberna.
En agosto de 2007 presentó su libro “Puerto palabras” y al año siguiente, ganó el primer premio, en el concurso "Por una Argentina que cante", organizado por SADAIC, con el tango “Cada espera es un adiós” y fue mención de honor en el Certamen Hugo del Carril por el tango “Un viento azul”.
En enero de 2009, se estrenó en la ciudad de Bariloche el musical “Herencia tanguera”, cuyo tema principal -que lleva el nombre de la obra- le pertenece, con música de Ariel Ascheri. Luego en esa misma ciudad, en marzo, participó de un “Encuentro de poetas” dentro del marco de la Octava Cumbre Mundial de Tango.

 Invitada por La Secretaría de Cultura de La Ciudad de La Falda, Córdoba, presento su libro “A Tango Traviesa” en el Salón Leopoldo Marechal, ubicado en el centro de dicha ciudad.
Este acto fue realizado dentro del marco de la EXPOTANGO   

Enlaces sobre Marta Pizzo  
puertopalabras.blogspot.com
todotango.com/spanish/creadores/mpizzo.asp
youtube.com/user/lamartangofacebook.com/martapizzopoeta?ref=hl

Bailarines del Centenario, óleo de Sigfredo Pastor (El Tango patrimonio Cultural de la humanidad)
                                            Grito. Por: José Gabriel Rodríguez Molina
      Grito, el que yace del alma de aquel que ansía profundamente escaparle a lo cotidiano.
Reflejan sus tristes ojos los  pálidos rostros, empañadas ventanas y siente un viento que lo golpea intensamente.
Sus lujurias se encuentran olvidadas, sin descifrar en un laberinto sin salida.
Percute en su cabeza un nostálgico pasado y la única salida que encuentra es resguardarse en un noble grito invadido de cólera.
Grito silencioso que nace de ojos y de la boca, que nace del alma y de la mente. Mensaje maquinal de la divina libertad.

                                                                          Sueño
Arena cae suavemente de las manos. Las pupilas reflejan el calmo mar. Soledad plena y necesaria.
Pies desnudos peregrinan, dejándose llevar por la melodía del pensamiento que delira.
Caída (de la arena y de los sueños) resguardada por esa textura particular del agua.
Flotas sobre ella y la escucha serena, armónica.
Un destello interrumpe la metamorfosis, odisea hermosa que se acaba, que se entrega a una desierta realidad. Era el paraíso de los sueños. Es el paraíso de los sueños al cual buscas todos los días para escapar, para escucharte, para imaginar, para desear. El lugar sin puertas ni ventanas. El lugar del todo y la nada. El lugar de tus memorias. El lugar de los olvidos. Tú lugar, absoluto. 


                                    The Violinist - Paolo Giovanni Bedini (1844-1924) 

                                                 El poeta    Joseph Snowbird.  
           El lugar de nacimiento de El Seis es una incógnita, que hasta la fecha persiste, hay quienes lo sitúan en América o Europa, pero en realidad, eso no tiene mayor relevancia. El autor sigue manifestado que él tiene su linaje, en un Estado aún no creado, donde las mayorías de las ciudades, están construidas de bloques de aire, las ventanas son de vientos furiosos, y las calles son de nieve eterna. Hasta los ojos de los conciudadanos son de hielo derretido… Los corazones de las doncellas (bellas), no arrojan sangre, como es común y hasta “sano”, sino, por el contrario, cuando sus sentimientos se manifiestan, claro que aumentan sus latidos, pero el líquido que arrojan es nevisca apasionada. Los libros se deben de leer con una rapidez inusual, pues, las letras (raras) y los símbolos, que están grabados, sobre esos objetos gélidos, se deslíen… Hasta el rostro del vate, tiene ese aspecto de una noche cellisca, donde los nubarrones, se entremezclan con esos vientos crudos, haciendo que todo el cielo se desmorone…                
El nombre del sublime rapsoda, también es una cuestión de debate ocioso, pues en realidad, cuando (allá en las urbes congeladas), sus progenitores tienen a bien, señalarlo con ese preclaro nombre: El Seis, su intención era diferenciarlo de todos los demás habitantes escarchados. Cuando lo anotaron ante el sacerdote de los registros milenarios, éste hombre vestido de riguroso blanco, y de manos moradas, sacó un cortafrío, y dibujo una a una de las letras sobre un muro muy largo y poca altura, donde se inscriben los nombres de los aristócratas, de esta ciudad cristalizada. Sucedió algo inaudito, el nombre se evaporaba, cada que era tallado, quedando en su lugar, poco visible las letras (como imprecisas), para formar (con toda claridad) abajo las siguientes: bardo. Le Six, es pues, es nombre de este escritor, que ahora estoy intentando de una forma sucinta, explicar su origen y tránsito por la vida glacial… Aunque sé perfectamente, que al artista que me ocupa, le tiene sin cuidado, el que se “aclare” su procedencia, su linaje, su prosapia. Él tiene una mirada penetrante, profunda, insondable, donde es muy difícil, (pretenda o desee), mirar a esa corriente (cascada) de hombres comunes, medianos, vulgares, ramplones, módicos, pequeños, que van por el mundo, postrándose sobre los pies (sucios) de los monarcas.  
Sería interesante y hasta de buen gusto, que cuando deseen conocer cualquier, cualquier cuestión relativa a nuestro personaje, pues, consultaran estas letras, porque son las únicas que se aproximan un poco a la verdad. Es difícil conseguir una entrevista con el Proxeneta de la Parca, pues, le molesta sobre manera, ser fastidiado, por cualquier biógrafo, o un simple curioso, que anhela conocer más de su persona, que de su impresionante obra literaria. Cuando lo conocí en persona, fui como un viaje místico, aunque estoy bien claro, que él no cree, en estas cuestiones, les comentaré mi primera impresión. Ahí estaba sentado, en una mesa normal, pues nos habíamos citado en determinada ciudad, de Europa, estaba vestido todo negro, hasta la corbata y el pañuelo de su traje, fumaba en forma desesperada, y movía mucho sus extremidades superiores, como que detestaba la espera. Luego parecía que hablaba solo, y movía esa cabellera ensortijada, la cual caía sobre sus hombros, como regueros de rulos enloquecidos, castaños. Traía en la mano un libro delgado, no alcanzaba a leer el título, menos el autor, y mientras leía con toda calma y quietud, sus ojos parecían el extravío pleno. Era como un “santo” disoluto, tapizado todo su ser de esa aura, que sólo la tienen, los que toda su vida, se han dedicado con sumo agrado a la disipación, y al libertinaje. Parecía como un icono bizantino, resguardado por el tiempo y el espacio, hasta por la inquietud presente. Me recordó algo que él siempre dice, cuando le preguntan, ¿cuál es la mujer que más te gusta?, y contesta: la Virgen de Cracovia. Ahora comprendo el porqué de esa afirmación; para muchos socarrona, irónica, cáustica, hasta “descabellada”… Lo veo de lejos, pues así tengo otra perspectiva de su persona, es un gentilhombre de pura cepa, por lo tanto, difícil de comprender, por sus congéneres. Lo que pasó después fue sin duda, un viaje, del cual no escribiré ninguna línea.
Terminaré (ya casi, lo prometo), me saludó de despedida, me miró en forma hasta cierto punto displicente, y se me quedó mirando un poco, y miré en sus labios, una pequeña sonrisa muy triste, mientras salían unas silabas breves, parecidas al de un moribundo… Una mujer muy bella, que nunca supe de donde salió, lo tomó del brazo izquierdo, y posó su cabeza rubia sobre su hombro, y así abrazados, juntos, inmediatos, se fueron perdiendo de mi vista cansada. Esa mujer no tenía más de 20 años de edad, de piel blanquísima, pelo bermejo, ojos azules, nariz respingada, e impecablemente vestida, y me llamo la atención su andar, su caminar, era como la voluptuosidad misma. Cuando pedí la cuenta, llegó una dama de belleza notable, que me dijo, de manera contundente, ya está todo liquidado, mientras tímidamente intentaba preguntarme algo… La observé, para darle confianza, y de sus labios surgió lo siguiente:
--¡Es un bello hombre!
--¡Parece un ángel!
--¿Vuela…?
--¿Me lo puede presentar?
Le dije “ingenuamente”, ¿a quién se refiere?, y ella de una manera clara y precisa dijo: ¡Al poeta! 
Le pregunté que si había leído algo de él, y me contestó tranquila, no hace falta leer a semejante espécimen, para saber que está lleno de talento, y genialidad… Me quedé callado ante semejante apreciación, y recibí, por parte de esa hermosa damisela, una novedosa forma de percibir el arte.
Cuando me retiraba, busqué mi “cuaderno electrónico”, entre los objetos de la mesa, y sólo encontré seis cubos de hielo, sobre el menú, los cuales se disolvían, cual lágrimas sempiternas…


Noelia Bielsa 
Trilogía
El comienzo de la loba  Sinopsis

....Mi vida cambió tan bruscamente de un día para otro que mi cerebro no era capaz de asimilar... no sólo me había cambiado la vida, con ella también había cambiado enteramente yo misma, mostrándome una faceta de mí completamente desconocida.

Todo en mi vida cambiaba repentinamente en cuestión de minutos...cada vez que transcurría el tiempo algo nuevo y desconocido ocurría ante mis ojos, dejándome perpleja y petrificada al instante. ¿Todo aquello estaba pasando de verdad ante mí? ¿Era real o solo un fruto de mi imaginación? ¿Realmente estaba yo metida en aquella historia o simplemente era un sueño?

Todo, absolutamente todo me parecía sacado de un cuento sumamente irreal...pero no me quedaba más remedio que seguir adelante.
    
Hermandad Lobuna
(Noelia Bielsa) Sinopsis


.....Cuando me otorgaron el cargo de La Elegida no supe qué hacer con mi vida; comprendí que todo había cambiado, y no me quedaba más remedio que seguir adelante.

Ahora que ya me había adentrando en un mundo irreal, y me estaba adaptando a los cambios de mi alrededor y de mi vida en sí, las cosas se volvían a complicar.
Algo, fuera lo que fuese, nos estaba acechando a todos, y una vez más, no tenía otra elección: tenía que ir tras ello.

Miles de aventuras, sucesos y mucho misterio nos estaban esperando.
Porque cuando te metes en este mundo, nada es lo que parece.
 El origen de La Elegida
(Noelia Bielsa)  Sinopsis
....Cuando el origen es desconocido y misterioso, la única opción que queda es seguir adelante.
El futuro es incierto, temeroso, pero todavía puede cambiar, pero, ¿y si no cambia? ¿Y si el futuro realmente está escrito?
El origen es algo que pocos conocen. ¿Estás dispuesto a descubrirlo?
                                                               ____________
                                                     "La vida en una brasa"
                                                       Por: Luciano Doti
             Mónica guardaba celosamente esa brasa. Desde que su hijo tuviera aquel problema de salud tan grave, durante el cual se debatiera entre la vida y la muerte, no tenía mayor preocupación que cuidar ese trozo de carbón chamuscado. Tiempo atrás, una amiga le había preguntado:
—Si hubiera un incendio en tu casa, y sólo tuvieras tiempo para rescatar un objeto, ¿cuál sería ese objeto?
—Las fotos familiares —respondió Mónica, mintiendo.
Es que había decidido poner tanto ahínco en la conservación de ese secreto, que ni siquiera a su mejor amiga estaba dispuesta a contarle la verdad sobre esa brasa. Sólo ella sabía todo, y así debería haber sido siempre, de no ser porque se confió demasiado en su nuera.
Cuando su hijo, Gustavo, se casó, Mónica pensó que esa felicidad idílica que unía a la pareja no se terminaría nunca; y por lo tanto, una persona que amaba tanto a su hijo tenía derecho a saber eso. Fue entonces que se lo contó. Al principio, Laura no creyó nada; considero un disparate lo referido por su suegra, un desvarió inaudito, irracional; pero luego, viendo que la señora la miraba con semblante serio y preocupado en su rostro, le concedió el beneficio de la duda. Esa tarde de domingo, mientras la lluvia caía mojando las calles de Buenos Aires, Laura prometió a Mónica que tras su muerte, en caso de que la señora faltara antes que ella, velaría por ese trozo de carbón tanto como fuese posible; ya que le quedaba claro lo importante que era para Gustavo.
Pero el tiempo pasó y, tal cual lo previsto, Mónica se marchó antes con el sueño de los justos; y el matrimonio entre Gustavo y Laura, con el desgaste irremediable que producen décadas de compulsiva convivencia, entró en crisis.
Gustavo comenzó a frecuentar una amiga que conoció a través del chat en Internet. Laura se enteró, quiso vengarse; recordó la dichosa brasa conservada celosamente en el piso del placard. Si el conjuro gitano era real, ese trozo de carbón contenía la esencia vital de Gustavo; por lo tanto, al consumirse, se extinguiría la vida del infiel esposo. Hizo un pequeño fuego en el patio, y echó la brasa en él; por si acaso, roció la misma con alcohol. Se sentó frente a la llama, y contempló el espectáculo, como si formara parte de un ritual pagano, absolutamente demodé por lo bárbaro; no experimentó culpa. Varios minutos después, sobre el piso sólo quedaban cenizas, emanando éstas un hilillo de humo hacia el cenit.
Más tarde, tocaron a su puerta dos policías; turbados por la incómoda situación, le comunicaron que su esposo había fallecido en un hotel alojamiento, acompañado por una joven.


                       Óleo: Flirtation (Detalle) - Giovanni Battista Torriglia (1858-1937)
                                                              Françoise Vatel
                                             TRES DÍAS… CON “EL GRAN VATEL”
                        Un almuerzo en Le Fouquet´s, París, Marzo de 1984
                                                                     Por:  Jorge Montecof
                  Aunque George Segall periodista y escritor en ascenso en la ciudad de París conocía Le Fouquet´s, al llegar al sofisticado restaurante no pudo evitar preguntarse una vez más por qué el mundo elegante, artístico y diplomático, así como los turistas de cierto nivel, elegían aquel lugar como centro de reunión para almorzar o cenar o simplemente tomar  algo. Siempre que había estado allí, George mientras caminaba, se sentía observado por comensales que pronto perdían el interés en su persona al comprobar que no se trataba de una figura notoria. Aquel sitio, exquisitamente decorado y con comida de inmejorable calidad, era como una pasarela por la que desfilaban quienes ansiaban ver y ser vistos haciendo un stop, en la elegante avenida Champs Elysées o no muy lejos de ahí visitar antes o luego de almorzar las elegantes casas de alta costura.
El maître acompañó a George a la mesa donde lo esperaba Jean Pierre Valls ubicada en un lugar privilegiado del salón. Luego de los saludos de rigor, comenzaron a charlar. Debemos ir a ver una obra teatral juntos, dijo Valls, que era un hombre muy mayor. Estoy a su disposición, me place y se ha convertido en mi métier, respondió George, quien ahora ya tenía avanzados datos sobre la actividad teatral y su entorno en París, constituyendo una avanzada en su carrera periodística. Valls quien era un antiguo y reconocido crítico del arte en general, comenzó a hablar del teatro Mogador: comentó que la obra que había ido a ver la noche anterior, no había sido de su agrado, por lo que prefería invitar a George a ver otra pieza, que se estrenaría la semana siguiente en un pequeño teatro no muy céntrico, cuyo director le había pedido que asistiese. También se refirió a la muerte de Julio Cortázar, y luego de charlar un rato, se mostró complacido de que George no fuese un improvisado en la materia destacando que conocía su labor.
Mientras comían, lentamente, conversaron sobre diferentes temas; Valls estaba especialmente interesado en conocer la opinión de George acerca de diferentes expresiones artísticas., le había sido recomendado y pensaba ayudarlo, de ahí el encuentro.  George no tuvo reparo en manifestar que, en lo que hacía al arte pictórico, era apenas un aprendiz. Si usted no se ofende, puedo enseñarle lo que sé al respecto, ofreció Valls; visitaremos galerías y lo invitaré a mi casa, donde podrá ver mi colección que, aunque no debería decirlo yo, tiene cierto prestigio. ¿Por qué habría de ofenderme ante tan gentil invitación?, repuso George, con una sonrisa, y recordó lo que le había dicho Irina su esposa quien había logrado concertar la reunión, acerca de las oportunidades.
A los postres, Valls pidió una simple ensalada de frutas, mientras que George escogió el mil hojas típico del restaurante. París es la cuna de la cocina, expresó Valls, sorbiendo su café. Sí, siempre he comido muy bien en todos los establecimientos reconocidos que he frecuentado, manifestó George.
Si tiene usted tiempo le contaré una historia relacionada con la cocina y un famoso cocinero francés, “el gran Vatel”, comentó el anciano. Tengo todo el tiempo del mundo, respondió George, algo intrigado. Bien, comenzó a relatar Valls, verá, me vino esta historia a la memoria al asociar el nombre de este restaurante con el de un tal Nicolás Fouquet, para quien trabajó François Vatel quien era uno de los mejores anfitriones y cocineros de Francia allá por el siglo XVII, durante el reinado del rey “Sol”. George prestaba atención; sabía que el rey “Sol” había sido Luis XIV, y pensaba que la historia sería engorrosa debido a los títulos de la nobleza y otras extravagancias, pero la cuestión así como el prestigio de Valls como referencias, no eran para despreciar.  François Vatel, prosiguió Valls, que fue administrador, maître d’hôtel y cocinero, es el eje central de esta historia que le revelaré tratando de ser breve.
 Nicolás Fouquet,  era un alto administrativo durante el reinado de Luis XIV, y fue quien cedió los servicios de Vatel, que estaba a sus órdenes, para que se desempeñase como gran cocinero, maître  y maestro de ceremonias de Louis II príncipe de Condé, destacado militar que pasaba por un delicado trance económico, pero que quería seguir aparentando opulencia. La recomendación fue efectuada por Jean Gourville, quien también trabajaba para Fouquet. El príncipe de Condé era dueño del palacio Chantilly, muy cercano a París, ubicado en un hermoso valle, que contaba con gran cantidad de obras de arte y decorado con gusto excelso. En el año 1671, el príncipe de Condé recibió una nota del Marqués de Lauzun, capitán de la guardia real, para que invitase al Rey y su corte a pasar tres días en su castillo. El requerimiento, imposible de eludir, demandaba organización y dinero en cuantía, por lo que el príncipe solicitó el pase del gran maestro de cocina y puso todo en manos de Vatel, quien con holgura convenció en primera instancia a los proveedores con los cuales Condé tenía deudas pendientes y estableció entonces un plan de acción. Cabe destacar que el maestro de ceremonias recibió la ayuda de Jean Gourville que lo había recomendado para toda eventualidad.
En ese punto del relato Valls se tomó un respiro y pidió un té. George, entonces, aprovechó para hacer un comentario: imagino que el desenlace de esta historia, que tan bien relata usted, no terminará con una fórmula de cocina..., dijo, sonriendo. No, no, dijo Valls, aunque algo de eso hay. Debo aclararle que es una historia en la que el protagonista principal era un cocinero excepcional  además de gran anfitrión, creador de escenografías y excelente administrador. George  volvió a encender un cigarrillo. Estaba distendido, pensando en las posibilidades que la reunión podría brindarle lo que lo distrajo por un momento en que perdió una pequeña parte de la continuación de la historia que narraba Valls.
… y si bien los tres días de exuberante fiesta en honor al Rey implicarían un saqueo a las arcas ya vacías del príncipe Condé, continuó Valls  el asunto posibilitaba la oportunidad para el príncipe de recuperar la benevolencia del Rey a través de la obtención de un cargo; un nombramiento que, de un modo u otro, lo haría volver al entorno de Luis XIV, y eso significaba dinero. ¿Qué tipo de cargo?, quiso saber George. ¡Militar, hombre!, que es lo que el príncipe era, el mejor de Francia, y el cargo al que aspiraba era el de Jefe del Ejército de Francia, respondió el anciano. Ajá, ahora encaja, manifestó George. Aún no del todo, adelantó Valls, y continuó: el pobre Vatel, afanado en los preparativos del importante evento, no sólo lidiaba con los cocineros y los proveedores, sino que también soportaba las críticas y los extraños pedidos del Rey, e incluso de su hermano otra figura real y de los miembros de la corte. Además, se ocupaba de preparar los decorados y artificios, y de organizar la caza nocturna y otros entretenimientos todo ello un verdadero atosigamiento difícil de sobrellevar.
El alojamiento de los casi dos mil invitados se repartiría entre el castillo y las mejores casas del pueblo, según título del visitante o favorismo del soberano, prosiguió Valls. Unas dos semanas antes del comienzo de la fiesta de los tres días, una comitiva integrada por personalidades muy cercanas al Rey llegó al castillo para adelantar las pretensiones del mismo y dar el visto bueno a los preparativos, cuestión que era habitual y anticipada a la visita del rey.  Dentro del grupo había una dama que formaba parte del entorno de la Reina y que soñaba con sustituir a la favorita del Rey, la marquesa de Montespan, Se trataba de Anne de Montausier, una joven hermosa, sumamente atractiva y ligera para cuestiones sensuales, que en ese momento estaba relacionada con el marqués de Lauzun y alternativamente disponía sus dones con otros integrantes de la nobleza. Ni bien llegó, Anne se fijó en Vatel, a quien logró seducir rápidamente a pesar de su timidez. Vatel se enamoró de ella, pero sabiendo que su cabeza corría peligro debido a la predilección del Rey por la dama, tomó las mayores precauciones, visitando los aposentos de Anne con sigilo, amparado en la oscuridad de la noche
Pero durante esos días de jaleo amoroso, continuó Valls, a Vatel se le hizo cada vez más difícil cumplir con sus obligaciones... Una historia erótica, si me permite resumir, interrumpió George, entre un plebeyo ciertamente destacado y una desprendida amante con pretensiones de ser la favorita del rey y rápida para esas cuestiones. Nada mal para un cocinero, manifestó, concluyente. No, mi querido amigo, repuso Valls, usted ha acertado sólo en parte: Vatel era un creador, un artista; sus cuadros y escenas de fantasía como maestro de ceremonias eran considerados los mejores, con música, aguas danzantes, fuegos artificiales, disfraces de animales exóticos, como dragones o grandes serpientes y, por supuesto, también estaba la comida, para lo cual era un genio. Su título era el de maître d´hôtel, lo que implicaba ser el jefe supremo del comedor.
Todas esas actividades, sumadas a las cinco comidas diferentes que debía preparar y a la decoración de los platos, que muchas veces no alcanzaron, pues cotidianamente se agregaban nuevos comensales que llegaban tarde, fueron debilitando el espíritu de nuestro gran Vatel, quien además cumplía con los requerimientos amorosos de la joven cortesana explicó Valls. El último día, sábado, como despedida se había anunciado un plato a base de pescado. La hora de la preparación se acercaba, y uno de los proveedores había enviado sólo un par de cestas, cuyo contenido no alcanzaría para la totalidad de los comensales.  Si no llegaba el resto a la brevedad, poco podría hacer Vatel para elaborar el menú. Se encerró en su dormitorio a la espera del pedido, pues los nervios lo consumían; pese a su esfuerzo por cumplir con todos, había sido víctima del desdén y el maltrato por aquel “descuido”. Se sentía vapuleado y desanimado ante el supuesto fracaso de su gestión, además de desolado e influido ante la imposibilidad de mantener su relación con Anne de  Montausier a causa de su posición de plebeyo. La idea del suicidio se instaló entonces en su mente.
Ahí dejó el relato el señor Valls, tomándose un respiro para pedir más té e ir al toilette. Caminaba con cierta dificultad y ayudado por su bastón. A George la historia le era indiferente y consideró la actitud del gran Vatel, exagerada, sin haber encontrado en ella lo que parecía prometer en un principio, salvo la falta de relación entre el apellido Fouquet y el restaurant donde se hallaba. Pero no demostró desidia ni falta de interés. Una vez que Valls regresó, y mientras bebía su té con tranquilidad, George volvió sobre el tema, no porque le interesara demasiado, sino para no considerar vanos los minutos que le había dedicado a la historia. ¿Termina ahí la aventura del gran Vatel?, preguntó. No, mi querido amigo, debe usted saber que Jean Gourville y otros ayudantes de la cocina, un rato después de que desapareciera Vatel, fueron hasta su habitación, forzaron la puerta al ver que este no respondía a los reclamos y lograron entrar. Hallaron con sorpresa el cuerpo inerte en medio de un charco de sangre y salvaron la circunstancia retirándolo envuelto en una sábana sin que se percatasen los invitados.
George escuchaba sorprendido por el giro que había tomado el relato. Lo peculiar del caso, continuó Valls, es que la forma y la causa del suicidio dieron lugar a diferentes interpretaciones. Pero quienes conocemos la historia podemos decir que esta anécdota no empañó la trayectoria de Vatel. Las famosas recetas incorporadas a la gastronomía mundial son una muestra de su talento, como la crema Chantilly. George, conocedor como la mayoría de la famosa crema, la asoció de inmediato al castillo del mismo nombre, pero más se interesó por conocer la forma en que Vatel se había quitado la vida. ¿Y de qué forma se suicidó?, preguntó, presuponiendo que, tratándose de un cocinero, se habría envenenado. Lo hizo atravesándose el vientre con su espada, respondió Valls. Esta revelación provocó en George un gesto de sorpresa y dolor. Qué forma tan desagradable de matarse, dijo. No logro entender el porqué de esa resolución. Es que, como dije antes, explicó Valls, hay quienes piensan que se hizo el harakiri y quienes creen que fue asesinado. ¡¿El harakiri?! Exclamó George, y luego de una pausa continuó: Pero si es una práctica efectuada casi siempre por los japoneses, que necesita de una complicada preparación, y cuyo ceremonial demuestra que no debe ser realizada en soledad. Por eso dijo, no me parece que la muerte de Vatel haya sido consecuencia del harakiri. No tenía idea de que era usted un conocedor del tema, dijo Valls, sorprendido. Pues Vatel utilizó su propia espada, explicó, con la cual se infligió heridas en el abdomen y el tórax; como consecuencia de ello, murió casi de inmediato. Al rato, paradójicamente, llegó el pescado faltante, y Jean Gourville se hizo cargo de que todo continuase como estaba programado y de que el último día de la fiesta siguiese su curso.
Hubo un instante de silencio, hasta que George decidió cortésmente agradecer a Valls la narración, prometiéndole que en otra oportunidad volverían a tocar el tema. ¿Suicidio o asesinato? La incógnita quedaba en suspenso para el próximo encuentro. George sin manifestarlo, se inclinó por el asesinato, pensando en los poderosos rivales que  sostenían relaciones con la cortesana que había enamorado a Vatel. Ya estoy algo cansado, repuso Valls, me parece bien que dejemos la charla sobre el harakiri para más adelante. Y Ya sabe: cuando lo desee, puede visitarme en mi casa. George pensativo mientras optaba por retirarse, consideró que el resultado de la reunión no había sido demasiado fructífera para su interés. Sabía sin embargo, por experiencia que futuras reuniones con Valls, seguramente serían más productivas para su carrera de periodista. El hombre había demostrado interés en su persona y seguramente no lo defraudaría. Sonriente lo despidió luego de acercarlo a uno de los taxis que aguardaban en las cercanías. Al día siguiente George procurando llamar la atención del señor Valls, escribió un artículo sobre el gran cocinero en uno de los periódicos donde trabajaba, interiorizándose previamente sobre peculiaridades de la personalidad de Françoise Vatel. Descubrió entonces que además de la famosa Crema Chantilly, desde siempre, los chefs más afamados continuaban utilizando en sus menús, la Mantequilla Colbert, el Lenguado Colbert y el Arroz Condé y el Puré Condé, todas creaciones del más famoso cocinero del siglo XVII. El llamado telefónico que recibió unos días después por parte de Valls felicitándolo por la crónica de Vatel, fue el premio a su resuelta iniciativa consiguiendo a partir de allí innumerables recomendaciones del famoso crítico.

 Jorge Montecof 


                                                                    
El canto de un viejo
“Déjate llevar por tus más oscuras obsesiones, angustias, perturbaciones, (no te preocupes), no tengas miedo, no pasa absolutamente nada. Introdúcete, sé parte de toda ese torrente de sensaciones “malsanas”, que se pegan (como sanguijuelas), entre las nubes de tu cerebro, y hacen que “tu realidad” sea “diferente”, única, mórbida… No “llores” como un bebé caprichoso. Has de cada acto de “locura”, de perturbación, de manía, de paranoia, hasta de vesania, un “traje” a tu medida, que al usarlo cotidianamente, resplandezca tu belleza humana. Muéstrate en tu entorno (orgulloso), altivo, de portar en tu ser (psique) los ríos más embravecidos, donde flotan (como cadáveres) la pena, la desesperación, la desesperanza, el pesimismo, la falta de fe, la consternación… Sé un muerto insepulto, que camina (entre los “normales”), con altivez, y elegancia, mostrando toda su demencia. Tú tienes (otros poderes) que los “sanos”, no pueden adquirir (ni soñando), puedes convertir este mundo, en colores galopantes, en sonidos ebrios, en lágrimas cósmicas, en aullidos infinitos, y hasta puedes tumbar todos los cielos del universo. Jamás (nunca) pidas clemencia, por tus “dolores psíquicos”, hazte uno con ellos, en serena (o “maldita”) comunión, y “agarrados de la mano”, vuelen sobre la vía láctea, llenos de ese “gozo” especial, perturbador, de que están revestidos los dementes… Que los síntomas de tu desvarío, sean tus “medallas de honor”, pórtalas con gallardía, pues… son tu insignia de que eres un “enfermo mental”, y no eres normal, no perteneces al vulgo (ni a la plebe).”
Esta es una declamación (alucinante), que escuché una noche de invierno, no recuerdo con claridad (en dónde y en qué tiempo), pero era un anciano (de barba larga), que tirado y ebrio, en el frío suelo, deliraba las palabras antes escritas… Yo me encontraba (virtuosamente drogado), me encaminaba, solitario, buscando una vieja y lejana cantina, de un pueblo mágico, que aún no la podía divisar, pues todo estaba lleno de neblina… Iba fumando (hachís), mientras en mi pálida faz, sentía como el viento feroz, se pegaba (como un condenado), y me dejaba escarlatas mis mejillas… En mi mente sólo había un pensamiento en concreto, las piernas esplendentes, de una prostituta (hermosísima), de la cual yo era un importante cliente…
EL SEIS. Copyright


                                           Óleo: Forty winks - James Hayllar (1829-1920)

                                                  EL ESCLAVISTA EDIPICO. El Seis.
El tipo tenía un nombre, hasta cierto punto común, pero nunca lo pronunciaba, mucho menos dejaba que otros labios lo hicieren… Hacía tanto tiempo que no lo articulaba, que las letras que lo componían, casi habían desaparecido de su cerebro, y hasta salieron huyendo (para depositarse), allá en el arcón del olvido. Se reía, como sólo él sabía hacerlo, cuando rememoraba que era verdad: ¡Ya no recordaba cómo se llamaba!  Un evocación muy elemental, llegaba a su mente, cuando una señora de pelo rubio, lacio, y de ojos azules, le gritaba de esa forma, como es conocido un hombre… Pero intentaba (con locura) exterminar esa endemoniada remembranza, y suprimir (de tajo) esa imaginen mental, utilizando para tal efecto, algunos movimientos bruscos de su testa llena de buches dorados. Sus labios agrietados, resecos, eran como un muro de carne, que inmovilizaban las palabras, parecía, que tenía mucho tiempo sin soltar el lenguaje hablado. Cuando una letra trataba de salir de esa boca (amarga), de inmediato, brotaba un hilillo de sangre, el cual recorría todo el contorno de la abertura bucal.
El tiempo se desmoronaba a pedazos.      
--¡Tienen sed, los esclavos!     
Se escuchó una voz muy vieja, como carcomida, parecida a un ave moribunda.
El hombre de cabellera bermeja, respiró profundamente, y se quedó viendo un punto determinado, mientras sacaba un revólver, y sin medir palabra, golpeo en la frente a una mujer negra, de algunos veinte años de edad. La sangré brotó como una cascada, y de inmediato le manchó todo el rostro, y gritó como una condenada.
El esclavista tomó un poco de sangre “negra”, con su mano derecha, se le quedó mirando por un considerable momento, y sacó un pañuelo, luego se limpió con desdén. Luego buscó un ánfora personal, donde había whisky, y lo bebió presuroso, como si en realidad buscase, con ese “procedimiento”… “matar la razón”. En su rostro blanquísimo, sobresalían esos ojos grandes, marinos, y una tristeza muy vetusta, más un dejo muy marcado de alejamiento mental; ¡como si nada valiera la pena! 
El universo latía angustiado, y ese sonido se pegaba como sanguijuela al tiempo…
Su fiel acompañante se llamaba… Más bien le decían como apodo: El buitre. Un ser humano de algunos sesenta años, de modales rústicos, y de una fealdad extrema, lo único que sobresalía de este ejemplar, era su voz, pues era muy especial, parecida al lamento de los enfermos terminales, o quizá al de los esquizofrénicos.   
--¿Deseas eliminar alguno?
--¡No!
Mira Buitre, estoy un tanto confundido, y hasta cansado, por lo cual es mejor, pasemos la noche en este lugar. Al proferir semejantes palabras, hasta se sintió extraño, pues era muy anómalo, que mostrase su lado “humano”, tratando de subsanar lo ya hecho, se quedó callado, silencioso, hasta quieto. Se metió en un ensueño que duele, y como presa de un mar de reminiscencias, su entendimiento era el caos, sentía que le faltaba el aire, y en cada respiración, se “llevaba” imágenes del pasado. Trató de dormir un poco, y por más que lo intentaba, no lo lograba, pues en esta ocasión hasta le palpitaba el corazón de una manera “especial”… Era como una opresión en el pecho. Escuchó una voz, la cual, se acompañaba de una imagen borrosa, y un eco quejumbroso, que le llamaba, y le hacía señas, para que fuese con ella… parecía, el rostro de la única mujer que recordase un poco: el de su madre.  Se levantó de inmediato, estaba sudando, se bebió todo el licor que quedaba, y se paró como autómata, y despertó a su fiel ayudante.
--¡Mata a todos! No perdones ni a los niños.
--Sí.
--¿Y Usted a dónde va… patrón…?
Voy en busca de mi madre, pues tiene algunas horas que me está llamando, profirió el de los ojos garzos, mientras se encaminaba como poseído, en trance, parecía que seguía un camino mental. Sin duda, perseguía un sueño, una esperanza, una quimera, ¡eso es lo que menos importaba!...
Se fue perdiendo entre las calles torcidas, sucias; introduciéndose, en cada momento, en el corazón del pueblo. Era tanto su furor, que jamás escuchó la voz desgastada del “ave de rapiña”, que le gritaba: ¡su madre está muerta! Le iba a decir usted me lo comentó en determinado tiempo y lugar. Pero en lugar de correr y buscarlo, un frío se apoderó de él, pues, se consideraba (inconscientemente) parte de su patrón.
Luego trataba de pernoctar, con dificultad, no por la tarea pendiente… ¡mátalos!, sino porque, se sentía sólo, huérfano, desamparado. Pero como buen ave, se fue quedando dormido, para levantarse muy temprano, y cumplir con su cometido. Su único pendiente era: ¿ahora de quién recibiré órdenes…?
El cielo se comía a sí mismo.
El Seis. Copyright            


                                                              El botón.  Andrea Minas
-¡Amelia! ¿qué hora es?-pregunta mi madre
-¿Por qué gritás mamá?-contengo la furia que su tono me provoca, tapo lo peor de mí, tapo mi propio grito
-¿Qué hija? ¿qué? ¿que grité qué?
-Nada mamá, que ya escuché.
-Es que tengo que coser un botón del pantalón de tu padre y acá en el fondo no entra la luz, estoy lenta para enhebrar la aguja, ¿me ayudás?
-No estás lenta, el tiempo pasa.
-Dame el botón mamá, yo te lo coso. Vayamos al fondo que debajo de la higuera hay buena luz. No sea cosa que se me caiga y se lo trague la tierra.
-Gracias hija, te cebé un mate.
¿Cuántos secretos guarda la tierra que abraza a los desterrados? En ocasiones, quien es arrancado de su hervidero natal, lleva escritas en la piel las heridas de una vida lastimosa, como fue la vida de mi padre. Lo trajeron a la rastra de Salerno, Italia, a sus ocho años. Los secretos de mi padre y lo que no decía.
Recuerdo una imagen, mi padre allí tirado en la arista izquierda de su cama, a lo lejos, silente. En ocasiones el levantarme de noche a comer, al igual que él, impensadamente, era la oportunidad para poder intercambiar una palabra, incluso si fuese tan sólo para saber si le gustaba lo que comía, pero era la oportunidad de un encuentro.
-¿Qué hacés, pa?-era el pie que no fallaba para hacerlo hablar- ¿qué comés?
-Pan. ¿Por qué te levantaste?-entre incómodo y sosteniendo una sonrisa forzada.
-Debe ser porque soy tu hija, ¿no?
-Me voy a acostar.
Y ahí quedaba yo, sola. Tiempo después había adquirido el hábito de seguir levantándome de noche, sin saber por qué, sin hambre pero buscando qué comer, buscando algo. En ciertas noches algo espantoso me sucedía, me enteraba que me había levantado a comer de noche sin saberlo, al levantarme por la mañana, ya que encontraba restos de migas de pan sobre la mesa. Ese darme cuenta me provocaba una profunda angustia, un dolor inconmensurable, demasiado profundo. El dolor del desencuentro siempre latente, el dolor del darse cuenta que debía conformarme con las migas, no más.
-Dame otro mate ma.
-Está frío, lo voy a calentar.
En mi madre, la sangre la ha llevado siempre a hacer, a no detenerse, desde el grito más cruel hasta el beso más acogedor en mis noches de fiebre. Bajita y morena, de sangre árabe, turbulenta y profunda.
-Listo, ¿le pongo edulcorante?
-Sí, amargo no lo paso.
-¡El botón! ¿te  acordás cuando me dijiste que te habías tragado un botón acá en el fondo, cuando esta era la casa de tus abuelos?
-¿Te lo conté?
-Sí, claro.
-No me acordaba, debe ser porque era algo que no había que hacer y me convenía olvidarlo.
Ese recuerdo vino a mí, como en una ráfaga, todos estaban en el fondo, fui hasta la cocina en donde mi abuela tenía una vasija con botones que se traía de contrabando de su trabajo, la botonera de don Trevi, y sin pensarlo me lo metí en la boca. Podía notar cómo todos en mi familia, no me notaban, o al menos no notaban lo que hacía. Caminando por el fondo me detuve, me sentía grande, sentía que el peligro no podía tocarme, pero por las dudas me gustaba saborear los bordes del peligro, un poco en secreto, para evitar sanciones o retos.
Afortunadamente hoy puedo ir hasta ese recuerdo, en donde mi lengua mecía los contornos del botón robado, doblemente, de la nona a Trevi y de mí a la nona, me sentí parte de una mafia, tramposa y con algo entre los dientes.
Repentinamente, el botón se deslizó sin aviso por mi tráquea y el miedo me heló todo el cuerpo, por unos segundos me quedé sin aliento, yo misma no me notaba. Me volví chiquita de golpe, me sentí estúpida y en peligro, sentí la culpa de tener secretos hasta que fui recuperando el aire y me sentí nuevamente ahí, respirando, mientras el botón ya estaba cuesta abajo hacia mi estómago.
-Te quedaste callada Amelia ¿qué pasa? Vos sabés que cuando me contaste que te habías tragado un botón, me dió tanta desesperación que revolvía tu caca con una aguja de tejer para asegurarme de que lo despidieras, sino te iba a tener que llevar al médico. Y lo encontré en el mismo día por suerte.
Y yo que me sentía no notada, no notaba la mirada de mi madre, siempre atenta aunque no lo percibiera. Tantos detalles que no notaba hoy se me vienen como una lluvia de sentimientos amorosos embriagándome el alma.
Recuerdo, en ocasiones, cuando ya mi padre de madrugada se iba a trabajar, solía pasarme a la cama de mi madre y me acurrucaba junto a ella. Abrazaba su cuerpo por la cintura y el aroma de su camisón entremezclado con su piel alejaban todos mis miedos nocturnos, sentía que allí nada podía pasarme, eso sí lo notaba.
-¿Vamos a comprar los pastelitos para el mate ma?-no quería perderme ese momento, no quería dejar de notar que para mi madre yo era alguien notable-
-Sí sí, vamos, el mate se enfrió otra vez.
-No te hagas problema, siempre se enfría.

Semblanza de la autora:
Andrea F. Amendola, nacida el 19 de mayo de 1973 en capital federal, provincia de Buenos Aires. Escritora, Licenciada en Psicología, por la Universidad de Buenos Aires. Psicoanalista de la Escuela de Orientación Lacaniana. Integrante de la web Lectura Lacaniana y de la web Escucha Psicoanalítica. Ha publicado numerosos textos, los cuales forman parte de diversas antologías.
                                                                             Armand Point


                                         Hambre Erótica. Por El seis

Amaneció Alberto excitado, sentía todo el poder de la sexualidad, que lo consumía, algo parecido a mil lenguas que le lamían todo el cuerpo, y se dejaba llevar por ese sentimiento en concreto. ¡Oh!, cascadas de lenguas cálidas, ríos de saliva ardiente, lagunas de manos tersas; lo tocaban, lo recorrían, lo acariciaban… Y su falo en llamas, se encontraba erecto, erguido, rígido, duro, rojo; se le veían las venas (a punto de “explotar”), presto, al acecho… Era (el pene) como un guerrero “cruel y despiadado”, que se encontraba en una búsqueda incansable, iba sobre su presa perfecta, y de ojos celestes. Cerró los ojos sólo un momento y observó caderas en movimiento, pechos tersos, glúteos perfectos, piernas torneadas, espaldas aterciopeladas. Luego (lo atrapó) el olor incomparable de las axilas, el vaho de las bocas carmín, las respiraciones llenas de pasión desmedida, los jadeos maravillosos, los incomparables gritos orgásmicos, y las palabras incoherentes que se tatúan en el cielo. Luego pensó en lo conveniente de tener una mujer para diario (diferente por supuesto), y la “dibujó” en su mente: delgada, blanca, con pechos preciosos, trasero admirable, vagina ardiente, y de ojos índigos. ¡Así la deseaba en ese momento!

Luego miró a su “amada”, tenía con ella cuatro meses, y la encontró marchita, como sin alma… Era como un ser que vive sí, pero sin la más mínima fogosidad: ¡como la mayoría! Además se acordó que tenía que llevarla a la Universidad, para que tomase sus cátedras de Sociología, pues era alumna de esa licenciatura. La cama la concibió, como una fábrica de hielo, donde hasta las palabras salen convertidas en cellisca.

Y la pasión seguía presente ahí, en el miembro firme: no huía, no desaparecía, no se esfumaba, no se escapaba, no “volaba”.

Cuando llegó y dejó a su compañera en la Facultad, se sintió liberado, y más cuando llegó una mujer de algunos 21 años de edad, y le dijo: me puedes llevar al centro histórico de la ciudad. La mujer era así delgada, y de ojos garzos… Todo olía a sexo. 


                                                
                                                 Nota Chat a Cristina Ishikawa 

1 oct. 2014 - la artista plástica y docente Cristina Ishikawa es la protagonista de la NotaChat de esta semana. .... de mis pinturas en la web, pero en www.ccjap.com.ar en Sumi-e, pueden encontrar algunas .... Blog: notachat.blogspot.com
                                         Clik sobrela imagen para leer la nota
http://notachat.blogspot.com.ar/2014/10/notachat-cristina-ishikawa.html

Entre dos mujeres. (cuento) Por Marta Giralt
Sentía los pasos detrás suyo, en la calle desierta.
Caminaba haciendo el esfuerzo de ser transparente, para pasar desapercibida en la noche fría y solitaria. Pero brillaba, no había duda. Brillaba.
A pesar del intento, sabía que ella estaba bastante más atrás, mirando su espalda, atrapando las huellas que dejaba, y poniéndose todas sus sombras para ver cómo le sentaban.
Una mujer que seguía a otra mujer, sin darle tregua.
Se montaba en el misterio femenino que la primera inventaba.
Ambas usaban lápices de labios, como armas letales. Y a veces, medias de nylon en invierno. Las dos esperaban.
Nada más las unía, eran dos extrañas.
Nunca se habían visto en persona. Sólo se encontraban en deseos cruzados. Sueños que se compartían, y chocaban cómo seductoras espadas.
No obstante, se sentían parte de lo mismo, más allá de toda razón o explicación.
Se puede andar por la vida así, ligadas por cordones oscuros e irracionales. Eso les sucedía a ambas.
Mariana había apurado el paso, y ya casi estaba en la puerta de su casa. Suspiró aliviada.
Una vez adentro de su dormitorio, pudo disfrutar del rescoldo del amor en la intimidad de sí misma y sin la presión del tiempo que se lleva el amor,mientras se está en sus redes.
Se sacó lentamente la ropa. Ante el espejo recorrió su cuerpo, y, de pronto.... se sintió mirada. Y admirada.
Algo había cambiado en sus pechos desafiantes, sus hombros definidos, algo que no podía precisar. Más turgencia en sus curvas, más brillo en su mirada.
Bajó de los tacos altísimos, y entonces, recién entonces, se sintió en casa.
En ese momento donde la intimidad consigo misma era de tal voltage cómo pocas veces lo había experimentado, Un mensaje de él la traía de nuevo a la realidad. Su último encuentro aún le dejaba aromas en la piel, que no quería borrar. La presión de las manos sobre las rodillas de Mariana. La respuesta inmediata de su cuerpo, sin mediación ni pausa.
Se acostó, cansada de amar con todos los lugares de su imaginación. En la cama se abrió una escalera que la llevaba lentamente a un mundo de ensueños donde podía recordar con sus dedos adiestrados en esas zonas liberadas. Espacios que siempre parecían nuevos, abiertos a búsquedas sin apuros ni límites.
En sus manos estaban las llaves del recuerdo y del placer donde dos son así nomás, un torrente que se derrama.
El calor de su cuerpo, los recuerdos de las manos de él y de su guitarra, y el placer indescriptible.....pero de pronto, ahí estaba, de nuevo, como una garantía de que que no la abandonaría...
Se trataba de Ella, la otra mujer, sus pasos lejanos pero firmes, el perfume que usaba, y es locura extraña de seguirla a la distancia.
Por la vida, a través de cada historia de amor, siempre persiguiendo su estela, la de Mariana.
Cerró los ojos y no volvió a recordarla. No hizo falta. Estaba ahí como parte de su misterio, de sus enigmas sin respuesta.
La femenina luna se declaró en retirada, por esta vez. Ya clareaba la mañana.
Marta Giralt.